Hechizo fallido, romance garantizado.

EPÍLOGO — “Después de la Tormenta”.

Han pasado tres semanas desde la batalla y decidimos mudarnos a la casa del bosque,pero todavía puedo sentir la energía del lugar vibrando bajo mis pies cada vez que salgo al amanecer. El bosque… ya no parece el mismo. Los árboles, que antes se mecían inquietos entre sombras, hoy se inclinan hacia la casa como si nos saludaran. La magia está en paz. Por fin.

Leo está sentado en el porche, vendado aún, afilando la daga que su madre le dio. Cuando me mira, su sonrisa se ilumina como si hubiera esperado toda la mañana para verme.

—Te ves más fuerte cada día —me dice.

Y lo siento.
Lo soy.

Mi magia ya no tiembla, no se rompe, no duda. La siento estable, viva, como si finalmente hubiera encontrado su lugar dentro de mí. Como si hubiera despertado… por completo.

Mientras camino hacia él, una bola de pelos negra pasa corriendo frente a mí con un quejido exagerado.

—¡Auxilio! —grita Luna—. ¡Abusos domésticos! ¡Me quieren bañar otra vez!

—Es solo agua, Lunita —le respondo riendo.

—¡El agua mata la dignidad felina! —grita dramatizando mientras se esconde detrás de Leo—. Protégete, cachorro humano. No dejes que te convenzan.

Leo suelta una carcajada suave y la levanta con cuidado, ignorando sus amenazas de fuga.

Es entonces cuando aparece mi madre, recogiéndose el cabello aún mojado. A su lado viene mi abuela, sosteniendo una taza de té humeante y mirándonos como si vernos juntos le sanara el alma.

—Hoy entrenaremos sin presiones —dice mi abuela—. Has logrado más de lo que cualquiera imaginó. Es hora de aprender a vivir con tu magia, no solo a usarla.

Mi madre se acerca y me toma la mano.

—Estoy orgullosa de ti —susurra—. Nunca pensé que volvería a usar mi propia magia… hasta que te vi caer. Hay fuerzas que solo despiertan por amor.

Sus ojos brillan. Los míos también.

El viento deja caer una hoja dorada a mis pies. Me inclino para recogerla… pero algo me detiene. Una presencia familiar.

La veo entre los árboles.

La mujer del vestido negro, la misma de mis sueños. Sonríe con orgullo, con un gesto tan suave que el aire parece inclinarse ante ella. Y luego sus labios se mueven, sin sonido, pero lo entiendo:

“Naciste para liderar.”

Parpadeo… y desaparece como si nunca hubiera estado.

Respiro hondo.

La guerra terminó.
Pero el camino de una bruja jamás termina.

Leo se acerca por detrás y me abraza la cintura.

—Sea lo que venga —susurra contra mi cuello—. Estoy contigo.

Luna salta encima de mis pies.

—Y yo también. Pero primero… desayuno. No puedo salvar el mundo con el estómago vacío.

Los tres reímos.

Ahora el futuro… no me asusta.
Me llama.

Y estoy lista.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.