—No puedo creer que me haya mentido. Y lo peor del asunto es que usó su magia contra mí.
—Oli, no es para tanto. Lo hizo para protegerte.
Es lunes, son las 6:50. Moni y yo estamos en el salón de clases; aún está un tanto vacío a pesar de que la primera clase comienza a las 7:00. El día es fresco y está nublado, un clima agradable considerando que en mi ciudad estamos acostumbrados a un calor insoportable.
Hace unos días descubrí que soy un brujo con un legado mágico que se remonta a mi abuela y, tal vez, incluso más atrás en mi árbol genealógico. No sé exactamente cómo sentirme respecto a ser un brujo, pero sí sé que me siento engañado por mi mamá. Me lo ocultó durante mucho tiempo y, como si no fuera suficiente, hizo una pócima para bloquear mis poderes, la misma que me provoca migrañas horribles. Siento que he desperdiciado todo este tiempo en cosas inútiles, cuando podría haberlo aprovechado para aprender a controlar mi poder. Y ahora, para colmo, un grupo de brujas desquiciadas me persigue y, al parecer, quieren matarme por algo que yo no pedí ser.
También siento que me contradigo. Por un lado, quiero aprender a controlar mi poder y usarlo para defenderme. Por otro, desearía poder fingir que nunca descubrí nada de esto, que todo es un mal sueño y que aún soy una persona normal (si es que alguna vez lo fui). Empiezo a entender por qué mi mamá me lo ocultó. Y eso me lleva a otra contradicción: ahora me siento horrible por haberle reclamado.
Solo quiero salir de la escuela, llegar a casa, pedirle perdón, abrazarla y no soltarla. Quiero que me diga que todo va a estar bien, que me enseñará a manejar mis emociones para así poder controlar mi magia.
El timbre suena, marcando el inicio de la primera clase del día.
🌑🌒🌓🌔🌕
He pasado las últimas cuatro clases en silencio. También discutí con Moni. Llegué faltando quince minutos para las siete. Ella ya estaba en el salón; nos saludamos y empezamos a hablar sobre lo que pasó con mi mamá. Algo que tienen en común Moni y mi mamá es que siempre tienen la razón.
No sé por qué terminé peleando con ella. Creo que fue porque tuve miedo. Tengo miedo de no saber qué me depara el futuro. Hace mucho que no me preocupaba por algo de esta magnitud. Bueno, de lo único que estoy seguro es que nunca me había preocupado por algo de esta magnitud.
🌑🌒🌓🌔🌕
Suena una vez más el timbre, anunciando que es hora del receso.
Cuando Moni no está bien, suele quedarse en el salón, perdida en sus pensamientos. Es diferente a mí; yo prefiero salir a dar vueltas por la prepa para distraerme.
Al salir, antes de cerrar la puerta, la miro. Está al fondo del salón, usando audífonos, con la mirada fija en algún punto que no alcanzo a distinguir. Ni siquiera me voltea a ver. Suspiro y cierro la puerta.
🌑🌒🌓🌔🌕
Estoy por terminar la quinta vuelta alrededor de la prepa cuando el hambre comienza a hacerse presente. Sin pensarlo mucho, entro a la cafetería, solo para encontrarla a reventar de gente.
—Mierda —murmuro para mí mismo, resignado.
Mientras avanzo entre la multitud, choco con algunas personas. Me disculpo rápidamente, aunque dudo que alguien realmente me haya escuchado en el bullicio.
Después de un rato en la fila, termino comprando una botella de agua y un burrito. La verdad, no me encanta, pero es de lo mejorcito que venden aquí.
🌑🌒🌓🌔🌕
Estoy sentado en una banca junto a la biblioteca. Me doy cuenta de que la prepa no está muy bien diseñada, ya que la biblioteca se encuentra justo enfrente de la cancha, donde se está librando un emocionante partido de fútbol... o al menos eso pensaría si me gustara el deporte. Como no es el caso, regreso mi atención a mi burrito.
Una brisa fresca pasa, aliviando el calor. El cielo ya no está tan nublado, y el sol comienza a asomarse entre las nubes. A pesar de ello, el clima sigue siendo agradable, de esos días que normalmente disfrutaría si no me sintiera tan mal y tan solo. Desearía poder hablar con alguien sobre todo lo que estoy pasando. Alguien que no me conozca, alguien que no juzgue.
Estoy tan perdido en mis pensamientos que no noto la pelota que rueda hasta mis pies. Detrás de ella viene Adrián, vistiendo el uniforme de fútbol de la escuela. Me sorprende que, a pesar de haber estado jugando un buen rato, su peinado sigue intacto.
—Hola, ¿podrías pasarme eso? —me dice, apuntando con el dedo a la pelota que sostengo en mis manos.
—Sí, aquí tienes.
Definitivamente me estaría muriendo de los nervios, pero me siento un poco desanimado.
—Gracias—dice mientras me ve a los ojos y hace un gesto como si intentara recordar algo— ¿Tu eres el que se cayó el viernes?
Siento como me empiezan a arder las mejillas y me pican los brazos y la espalda, esto pasa cuando me pongo nervioso y solo espero que no sea otro efecto secundario de la pócima.
—Sí soy yo y perdón. Olvide darte las gracias por ayudarme.
—No te preocupes y no hay de que. Yo olvide preguntarte tu nombre, tenía algo de prisa.
—Me llamo Oliver. Oliver Luna
Se escuchan gritos a lo lejos.
—Un gusto Oliver Luna—me dice, mientras empieza trotar de regreso a la chancha—Yo soy Adrián— a la vez que extiende un brazo para despedirse.
🌑🌒🌓🌔🌕
Voy en el autobús de regreso a casa, con los audífonos puestos, escuchando una canción de Humbe. Habla sobre dar gracias porque alguien esté en tu vida y cómo esa persona guarda tu alma y esencia en su corazón, dándole sentido a tu existencia porque es parte de tu manada. No puedo evitar pensar en Moni y en cómo ni siquiera pude contarle sobre mi interacción con Adrián.
Sigue otra canción del mismo artista, esta vez sobre alguien que te sana y camina contigo a través del bien y el mal. Ahora pienso en mamá.
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Editado: 03.02.2025