Ahora— dice el maestro con voz baja— les contaré algunas historias de la ciudad.
Camacho se acomoda junto al fuego y comienza a hablar, su tono cambia, volviéndose más serio.
El viento sopló entre los árboles, haciendo que las sombras de los árboles danzaran sobre nosotros. Mónica cruzó los brazos, como si intentara protegerse del frío. Adrián, en cambio, parecía relajado, aunque su mirada reflejaba un ligero interés. Sara soltó un suspiro exagerado, claramente más aburrida que asustada.
—El Hombre Pájaro —comienza el maestro— es una de las leyendas más famosas de nuestra cultura.
Mi mente, en lugar de estar atenta a lo que Camacho está diciendo, se pierde en el recuerdo de un chico cubierto de plumas negras. No puedo evitar sentir que esa leyenda no es más que una distracción, una historia construida sobre algo mucho más real de lo que todos creen. A mi lado, Moni, sin decir nada, intercambia una mirada conmigo. Nos entendemos sin necesidad de palabras.
Sara, que normalmente no parece mostrar interés por nada, lo mira expectante. Se nota que está realmente interesada en la historia que estamos a punto de escuchar.
—¿El Hombre Pájaro? ¿Existe? —pregunta Adrián, su tono suena curioso.
El maestro parece disfrutar de la pregunta, pero su expresión se mantiene firme, casi misteriosa.
—Existen varias versiones sobre su origen —responde Camacho—. Algunos dicen que fue un hombre víctima de un experimento fallido que lo convirtió en una criatura con alas. Otros aseguran que hizo un pacto con el diablo, entregando su humanidad a cambio de poderes sobrenaturales. Y hay quienes creen que es un ser ancestral, un guardián de las montañas y de la vida silvestre que las habita, dispuesto a castigar a cualquiera que se atreva a dañarlas.
Sara se mueve un poco sobre su asiento, intrigada.
Estoy demasiado concentrado en lo que el maestro está diciendo para sentir el temor que su historia intenta transmitir. Lo que cuenta suena tan lejano de la verdad, tan lleno de supersticiones. Sin embargo, la forma en que lo dice, con esa seriedad, como si realmente hubiera pasado, me hace cuestionar lo que sé. Pero la verdad es que solo intento ignorar la realidad, convencerme de que sigue siendo un cuento.
Adrián parece inquieto, no tanto por la historia, sino por lo que podría haber detrás de ella. Se le nota en los ojos.
—¿Y ha sido visto recientemente? —pregunta, mirando al maestro con más interés ahora.
—En los años noventa, varias personas aseguraron haberlo visto, principalmente en el Cerro de la Silla —continúa Camacho—. También ha sido reportado cerca del Parque Fundidora y, en algunas ocasiones, en la Carretera Nacional, pues está cerca de las montañas. Se dice que su presencia se acompaña de un sonido extraño, como un aleteo estruendoso; otros dicen que sus ojos brillan en la oscuridad.
Mónica, que ha estado en silencio todo este tiempo, mira al maestro con una expresión que reconozco. No dice nada, pero ella sabe lo que está detrás de esa historia. Yo lo sé también, aunque no quiero dejar que el sonido de los huesos quebrándose y los músculos volviendo a acomodarse interfiera en lo que quiero escuchar ahora.
Sara, por su parte, no puede evitar preguntar:
—¿Qué pasa si lo vemos?
El maestro se encoge de hombros.
—Algunos dicen que es una señal de mal augurio, de tragedia inminente. Otros aseguran que es solo una leyenda más. Nadie sabe con certeza qué ocurre después de un avistamiento.
Me parece extraño que Sara muestre tanto interés en algo como esto. A menos que, ella también sepa algo más. Al igual que Moni, me sigue rondando por la cabeza el hecho de que ya supiera de la existencia de los hombres lobo.
☽☾
Después de un rato, cuando la fogata se reduce a brasas y la luna se alza en lo más alto del cielo, Adrián se acerca a Mónica.
—Oye, ¿tú crees que todo eso del Hombre Pájaro sea cierto? —pregunta, pateando con la punta del zapato unas cenizas dispersas.
Moni sonríe, se ve tensa.
—Creo que solo es un cuento de terror más. Hecho para asustar a la gente.
Está desviando el tema. A pesar de que Hugo nunca nos dijo "guarden el secreto", es obvio que no podemos hablar de esto. Además de que nos tomarían por locos si dijéramos que conocimos al maldito Hombre Pájaro.
—Pero algo de verdad tiene que haber detrás —insiste Adrián. Se nota que el tema lo tiene inquieto.
—No lo creo —responde Moni, indiferente.
—¿Y los avistamientos? —sigue insistiendo.
—Gente drogada o en busca de atención, probablemente —dice ella, con frialdad.
Adrián está a punto de hacer otra pregunta, pero Moni ya se ve cansada. Y cuando se cansa, se enoja. Y a nadie le gustaría verla enojada. Así que interfiero.
—Ya deja el tema, Adrián. ¿No prefieres que te ayude a acomodar lo que quedó de tu casa de campaña?
Él me mira con el ceño fruncido, como si intentara descifrar si estoy hablando en serio o si solo quiero cambiar de tema. Finalmente, suspira y se encoge de hombros.
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Editado: 23.03.2025