Hecho a tu medida

INTRODUCCIÓN. ✺El muñeco de crochet está vivo✺

Encontrar a Kyle cambió mi vida.

Algo tan pequeño e accidentado se convirtió en un suceso trascendental, que en aquel momento me pareció de lo mejor. Día y noche pensaba en él.

Siempre había creído que todas aquellas niñas fanáticas de grupos famosos, o de una persona en particular, exageraban. Sin embargo, cuando lo conocí, me di cuenta de que había caído al igual que ellas.

Kyle Hicks. Puede parecerte un nombre gracioso o adorable, pero no era nada de eso. Era un rebelde sin causa, que tenía su propia motocicleta y fumaba cigarrillos sin temor a coger alguna enfermedad o destruir sus pulmones. Portaba tatuajes por todo el brazo izquierdo, cada uno con un significado especial. Tenía una apariencia temible, vistiendo siempre de negro, con esas botas oscuras que imaginaba serían pesadas. Y una mirada azulina  gélida como el invierno.

Su temperamento era de lo peor, ganaba en peleas callejeras y no tenía buenas calificaciones. Sin embargo, tenía un buen corazón, y sólo mostraba su lado dulce a la chica indicada.

Demasiado cliché, ¿no es cierto?

Bueno, sí, Kyle era todo un conjunto de características ya vistas en cualquier libro juvenil, y eso no me parecía malo. Lo disfrutaba. Estaba obsesionada con el protagonista de Besos Prohibidos.

Cualquiera podría pasar de él, alegando que no era nada innovador, y que se trataba de otro personaje evangelizado con el poder del amor. No obstante, para mí, Kyle era mucho más que eso. Había algo en su personalidad que me encantaba, y a pesar de que no comprendía con exactitud el secreto de su atractivo, vivía feliz en mi ignorancia.

Tan enamorada estaba que, haciendo uso de mis gastadas habilidades en el tejido, terminé creando un muñequito de crochet de mi esposo literario. Trabajé arduamente por semanas que, pese a no ser lo mejor que había hecho, me parecía lo más perfecto que podía ver.

Estaba tan contenta con el resultado final que no dudé en llevarlo a la universidad, para poder presumírselo a Laura. Seguro que me diría que había pasado al siguiente nivel de la locura. O quizás le sorprendería lo habilidosa que podía hacer. Y yo presumiría, sin contarle que tiempo atrás mi madre fue la que me había encaminado a aprender sobre el tejido.

Hay cosas que se deben guardar si quieres impresionar a alguien.

Todo eso cruzaba por mi mente mientras tocaba con amor la pequeña chaqueta de Kyle miniatura. Había leído como cinco veces sus muy dispersas descripciones para que me quedara perfecto, e incluso subí una foto para que el autor, o autora, lo viera. Hasta el momento, sólo me habían llegado comentarios del resto de los lectores. Nada de LinAngel. Pero eso no me preocupaba en nada. Según tenía entendido, aquella persona tenía muchas cosas por hacer y era muy extraño que atendiera mensajes o cualquier red social al mismo día.

Aun así, estaba ansiosa por conocer su reacción.

Cuando estaba por entrar a la universidad, desde la lejanía vi a un chico de cabello rubio cenizo dando pasos flojos. Sonreí y corrí hasta alcanzarlo.

—¡Buenos días! —exclamé, llegando hasta él dando un salto.

Octavio dio un respingo antes de verme y sonreír.

—Buenos días Mars… —Sin esperar más, le mostré a mini Kyle, que hacía un momento había ocultado tras mi espalda—, y…  ¿un muñequito?

—Es Kyle —señalé ofendida.

Abrió los ojos de par en par.

—¡¿En serio?! Déjame verlo.

—Ya lo estás viendo.

Mi amigo rodó los ojos mientras sonreía.

—Bueno, ¿puedo tomarlo, señorita fastidiosa?

—Pero con mucho cuidado —advertí entre jadeos al ver cómo lo tomaba sin delicadeza alguna—. Es frágil.

Octavio prefirió ignorar mis palabras y se puso a analizar mi pequeña obra, asintiendo con aprobación.

—¿Lo hiciste tú?

—Claro que sí —respondí llena de orgullo.

—¿Por qué sus ojos son dos tipos de botón diferente?

Bueno, mi orgullo decayó un diez por ciento.

—Si vas a criticar, mejor dámelo.

Intenté arrebatárselo, pero se resistió.

—Aún no. Estoy viéndolo.

—Y para que sepas, en el grupo he recibido miles de comentarios positivos. Todos aman a mi Kyle de crochet.

—Eso es porque no lo están viendo en vivo.

—¡Oye! Debes admitir que es bastante lindo.

Como no dijo nada, mi paciencia terminó. Intenté quitárselo una vez más sin éxito. Unos jaloneos después, ambos cedimos, haciendo que el pobre muñeco saliera disparado, formando una perfecta parábola sobre nuestras cabezas, hasta por fin aterrizar a dos metros detrás de nosotros.

—¡Kyle!

—Sólo se cayó —dijo Octavio, burlón—. No tienes por qué gritar...

Me quedé de piedra cuando un zapato sucio le pisó el bracito. El rubio optó por quedarse en silencio mientras yo corría para conseguir a mi pequeño.

La persona que hacía un momento le había machucado se agachó para recogerlo.



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En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

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