Estaba paralizada mientras que, en mi interior, el corazón latía como loco al escuchar su voz. Era la primera vez que Isaac Muñoz se paraba frente a mí y me dirigía la palabra por voluntad propia.
Por un momento llegué a pensar que era un sueño, un hermoso y perfecto sueño del cual me rehusaba despertar. Sin embargo, formuló su pregunta de nuevo.
—¿Está ocupado? —dijo y con ella me devolvió a la realidad. Rápidamente recuperé la razón, arreglé con torpeza mi flequillo y negué.
—No, no lo está —respondí con un tono ridículamente débil mientras alejaba mi silla para dejarle espacio en la mesa. Apenas y podía mirarle la camiseta gris, pues mis ojos no se atrevían a explorar más allá.
Habían pasado nueve meses desde que lo vi por primera vez, tres desde que se convirtió en mi compañero de clase y medio minuto desde que me habló por primera vez.
A esto no podía llamarle enamoramiento, sino curiosidad ya que era muy parecido a mi esposo literario: Kyle Hicks. Justo como mi ángel caído, Isaac portaba un sedoso cabello moreno hasta los hombros, tenía una mirada pesada —reflejo de su mal carácter—, y malas calificaciones como todo rebelde. Pero, en lugar de llevar chaquetas de cuero o pantalones oscuros ajustados, solía llevar ropa holgada que lo hacía verse más simplón.
Aun así, estar a su lado era realmente difícil. No podía dejar de mirarlo de reojo, fingiendo estar al pendiente del teléfono. ¿Y si me descubría? Pensaría que estoy loca, por supuesto.
—Aquí está tu orden.
Una mesera bonita y menuda se colocó entre ambos, cubriendo el rostro de Isaac con sus muy generosos dotes femeninos. Puso mi orden en la mesa y, pese a que me hablaba a mí, sus ojos estaban encima del otro.
Inmediatamente supe de su doble intención. Todo su cuerpo gritaba coquetería.
—¿Y usted, joven? —preguntó, haciendo una sonrisa que yo no llamaría sexy. Más bien, era un intento de sensualidad fallido—. ¿Desea ordenar algo?
Me mordí el labio al oírla.
—Sólo tráeme un burrito al pastor —respondió él con una mueca, evitando a toda costa mirarla. Pude notar que, bajo las pestañas, su piel era más rojiza que de costumbre. También tenía unas ojeras enormes. Posiblemente no había dormido en toda la noche.
Si no fuera porque lucía así de irritado, me habría reído. La chica se esforzó un rato más para intentar atraerlo, incluso llegó a hacer uno de los gestos considerados atractivos: pasar su lengua por sus labios; no obstante, le salió muy mal.
Aunque tenía un cuerpo envidiable, sin lugar a dudas, era pésima para coquetear, lo cual me alivió enormemente.
—Eres un chico muy atractivo —soltó de repente, haciendo que él cediera y la mirase a la cara. Ahora se veía sorprendido. Hasta yo lo estaba por su brutal sinceridad—. Y, bueno, me gustaría conocerte mejor… He visto que has venido aquí un par de veces y… ¿Quisieras darme tu número? Así podremos conversar más a gusto.
Cuando la mesera me lanzó una mirada que decía de todo menos cosas dulces, me sentí apenada. Durante todo ese rato había olvidado todo tipo de discreción y me había mantenido al pendiente de cada movimiento, como si fuera parte del show Enamorándonos o algo así.
—No le doy mi número a desconocidos —sentenció Isaac, perdiendo todo el interés y lanzándome una gélida mirada. Eso último logró que me decidiera de una vez por todas y apartara la mirada, sintiendo que mi rostro se calentaba más y más, sin querer detenerse.
—B-Bueno, ahora somos desconocidos —titubeó, quizás porque no había considerado el ser rechazada—, pero podemos conocernos a través de mensajes y…
No pudo seguir gracias a que la señora Carmela le gritó desde la cocina para que atendiera a los nuevos comensales, que se sentaron a unas mesas detrás de nosotros.
Antes de irse, observó al muchacho con la nariz arrugada, dándole una mirada de desprecio total. Qué desagradable, pensé mientras veía cómo se retiraba, agitando sus caderas sin gracia alguna.
—Hiciste lo correcto. —Antes de que pudiera darme cuenta, esas palabras salieron de mi boca, y cuando reaccioné, Muñoz ya me estaba mirando irritado y confundido.
—¿Qué?
—¡No, nada! —exclamé y tomé mi celular. Eso fue suficiente para que no indagara más.
Me di cuenta que había recibido una notificación. Al ver las primeras palabras, el aire de mis pulmones salió, sofocando el gritito de fan loca que estuve a punto de sacar.
LinAngel actualizó CAPÍTULO 31 de “Besos prohibidos”.
Besos Prohibidos era una de las mejores novelas que estaba leyendo en su momento, publicada en una plataforma online y escrita por un ser misterioso del cual desconocía el género, ya que se había encargado de ocultarlo.
La historia se centraba en Jade, Kyle —el chico malo y mi ángel caído, al cual le había hecho un muñeco de crochet— y Dylan, el rival amado por muchas por su dulce personalidad, pero odiado por mí. Era un triángulo amoroso lleno de drama adolescente que me encantaba. Por desgracia, para ese entonces, Dylan era más cercano a la protagonista.