Hecho a tu medida

CAPÍTULO 09. ✺Las axilas lloran✺

Nada podía arruinar mi buen humor.

Sin importar que el viernes la mayoría de profesores haya estado echando chispas y regañando a todos, yo seguía en las nubes.

—Eso significa que no es tan malo como pensabas —me había dicho Lau durante el receso, luego de contarle lo del día anterior.

—Supongo que no —respondí, aparentando desinterés, mientras que por dentro ya estaba soñando con un futuro donde iría de la mano de Isaac Muñoz.

—El siguiente paso es conquistarlo.

—No, no —interrumpió Octavio, dejando su refresco en el césped. Habíamos decidido comer en la zona verde de la universidad, aquella donde las parejas iban a juguetear un rato—. Primero deben volverse amigos.

—¿Estás hablando en serio? —refutó Laura—. Si se vuelven amigos, más tarde él no podrá considerarla como algo más.

—¿Quién dijo eso?

Ella se encogió de hombros.

—Es lo usual. Lo mejor es atraerlo y que lo haga su novio. Ya podrán conocerse después. —Cuando el rubio frunció los labios, continuó—: No me hagas esos gestos, que es lo que tú hiciste con Fabiola.

—Eso fue diferente…

—¿Cuánto tiempo es que se conocieron antes de volverse pareja? —atajó Lau, mirándome.

—Eh… —Insegura mire a mi amigo, quien con una mirada me suplicó que guardara silencio—. ¿Dos meses?

—¡Error! Una semana. Una semana, Octavio.

—Ash —resopló él, cruzándose de brazos—, como sea.

Ambas reímos mientras Octavio seguía quejándose.

La verdad era que no estaba tan convencida de conquistar a Isaac. Es decir, para hacer eso debía comportarme atrevida y darme valor; sin embargo, antes de hacer todo eso, debía encontrar mi propio encanto y mostrárselo a más no poder. El problema era que yo no conocía cuál era mi encanto, y dudaba que fuera mis constantes tartamudeos o que evitara su mirada la mayor parte del tiempo.

Y aunque encontrara mi punto fuerte, ¿Isaac se interesaría? ¿Qué tal que era de los que no buscaban pareja? Nunca antes lo había visto siendo amigo de una chica, mucho menos con una novia.

Tenía que pensar antes de intentar algo.

 

 

══════ ══════

¿Recuerdas que había mencionado que nada iba a arruinar mi día?

Bueno, como siempre, estaba equivocada.

En la tarde, cuando Aarón y yo tomamos la combi para ir a casa de nuestros padres, tuvimos suerte de encontrar dos asientos libres, pero tan angostos que apenas y nos podíamos mover. Además, cuando un hombre robusto y de mala cara se sentó frente a mí, todo rastro de felicidad en mi rostro desapareció, pues él no paraba de mirarme como si quisiera golpearme.

Al principio había intentado ignorarlo y centrarme en su camiseta llena de sudor, que, por cierto, parecía como si sus axilas hubieran llorado todo el día. También intenté olvidar los múltiples olores que nos rodeaban: de animal de granja, más sudor, comida grasosa y gasolina quemada. No obstante, segundos después de sentir los ojos puestos en mí, me dediqué a regresarle el gesto, porque era obvio que no me iba a dejar.

Ahora ambos nos encontrábamos en una batalla de miradas disgustadas que no parecía querer parar.

—¡Eh, Mara! —Aarón sacudió mi hombro, interponiéndose entre el desaliñado sujeto y yo.

—¿Qué quieres? —me quejé en un susurro y le di rápidas miradas al gordo y a mi hermano.

—¿Qué te pareció Sonia?

—¿Quién?

Él bufó y, como pudo, dio brinquitos en su asiento, ansioso.

—Ya sabes. Sonia, la de la pizzería…

—Ah, ella… ¿Importa? —solté, ahora sí mirándolo por completo. Sólo esperaba que el gordo no pensara que ya me había ganado. Oh, no. Todavía quedaba un montón de camino para mirarlo feo.

—Sí.

Eso era nuevo. Nunca antes me había pedido opinión sobre sus conquistas ya que tenía en claro lo pasajero de su relación. Ahora sí comenzaba a ser interesante.

—Pues no sé, apenas y la vi.

—Yo creo que es genial —repuso con la sonrisa más grande que había visto en su rostro.

—Ah… Está bien —dije, incómoda. ¿Qué era esto? ¿Estaba hablando en serio?

—Es que no lo comprendes. Ella accedió a tener una relación libre. Ya sabes, sin ataduras.

—Osea… ¿una amiga con beneficios?

Él asintió. Ahora entendía su exagerada alegría.

La verdad es que no entendía cómo alguien tan guapa como ella podía aceptar al mujeriego de mi hermano. Porque sí, era bonita. Tenía su cabello oscuro tan largo y brillante que daba envidia; una sonrisa peculiar, muy diferente a cualquiera que haya visto, adornada por unos dientes grandes y brillantes; también tenía unos ojos ligeramente rasgados y un tanto caídos, que le hacían ver sensual. Dios, si lo analizaba mejor, ella era mucho más de lo que Aarón podía aspirar, al menos físicamente.



#29935 en Novela romántica
#18903 en Otros
#2921 en Humor

En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.