¿Conoces la sensación de ganar cuando pensaste que estabas a punto de perder? Yo viví esa situación de riesgo en mi tercera revisión.
De todos los exámenes, el de Componentes del espacio urbano fue el que más desconfianza me dio. Estaba convencida de que iba a reprobar y me despediría de la beca, pero el destino fue tan amable que logré promediar más de 8.5.
—La vida es maravillosa —exhalé.
—Dilo por ti —refunfuñó Octavio. Tenía la mirada de un matón, el cual analizaba a su próxima víctima.
—Vamos, un siete no es tan malo —intenté reconfortarlo.
—¡Tengo que hacer un final!
—Al menos son gratis —dije dudosa.
Cuando él no cambió su mueca de disgusto, intenté hacerlo reír. El asunto era que cuando se enojaba, era muy difícil hacerle cambiar de ánimos.
—Bueno, bueno —habló alguien detrás de nosotros. Al girarnos, nos encontramos con el rostro burlón de Laura—, pareces un niño haciendo berrinche.
—Gracias —le dije, aliviada de que ahora ella me relevaría.
—Es que ya tenía todo planeado —se quejó Octavio—. Ahora tendré que esperar a ir a mi casa.
Oh, cierto, Octavio vivía en un estado diferente, por lo cual cada fin de semestre iba a visitar a su familia, y por eso procuraba exentar todas las materias.
—Mira, para que no estés de quejón todo el rato, ¿qué dices si te ayudo a estudiar y listo?
Ahora los ojos furibundos del rubio adquirieron un brillo esperanzador.
—¿Lo harás?
—No tengo nada más que hacer —se limitó a decir, encogiéndose de hombros.
—¡Muchas gracias, Lauris!
—Eh, pero no quiero ninguna interrupción. De nadie —advirtió. Estaba claro que hablaba de Fabiola.
—No te apures, sigue enojada conmigo —respondió él. Aunque aparentaba no tomarle importancia, estaba claro lo desanimado que estaba.
—A este paso van a terminar —supuse, mirándole con una pizca de pena.
—¡Ojalá! —terció Lau en un grito, alzando las manos al cielo a modo de súplica. Le di un codazo y le di una mirada significativa—. Es decir, ojalá que se arreglen.
Su tono era tan falso que sería increíble que Octavio…
—Sí, espero que nos arreglemos —dijo él con pesar.
Muy bien, se lo creyó todita.
—¿Quieren ir a comer algo? —propuso Lau, satisfecha con su hazaña.
—Hoy no —respondí de inmediato. Al tener sus miradas puestas sobre mí, me sentí repentinamente cohibida—. Es decir, tengo cosas que hacer.
—¿Desde cuando la marciana tiene cosas que hacer? —inquirió el rubio mientras se acariciaba la falsa barba larga.
—Desde hoy —intervine antes de que Laura le siguiera el juego—. Además, debo preparar algunas cosas para irme a casa.
—¡Ni que vivieras en otro estado como yo!
—Sí, es verdad —secundó Lau—. ¡Dinos la verdad!
—Está bien —resoplé—. Iré a ayudar al dueño del edificio a limpiar un local. Abrirá una fonda.
—¿Desde cuándo Mara es tan acomedida? —volvió a preguntar Octavio.
—¡Ey! —protesté ofendida—. Yo siempre ayudo.
—¿Tiene que ver con Isaac? —aventuró Lau.
Mi silencio les dio la afirmativa que esperaban.
—Más vale —comentó Octavio, relajado, mientras que Lau me miraba con una sonrisa burlona—. Por un segundo pensé que ahora estaba obsesionada con los viejitos.
—Qué bueno que tú nunca tienes razón —suspiré.
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Antes de ir hacia el local, hice una parada en el apartamento, encontrándome con un Aarón muy agitado, el cual iba y venía del baño. Estaba tan ensimismado que ni siquiera notó cuando cerré la puerta de golpe, intentando llamar su atención. Solo hasta que me paré frente a él, se detuvo con el spray apuntando en su cabello bien alisado.
—¿Qué estás haciendo?
—Rápido, dime cómo me veo. —Dio un giro para modelar—. No es muy formal, ¿cierto?
—Bueno… —Lo analicé. Aarón era uno de los chicos más formales que conocía, al menos por apariencia—. Supongo que no es lo más formal que puedes llevar.
—¡Perfecto! —sonrió. Corrió dentro de su habitación y, cuando regresó, dijo—: Deséame suerte.
—Espera, espera, espera —pedí, extendiendo los brazos a su dirección—. ¿A dónde vas? ¿Y por qué estás tan agitado?
—Iré a la pizzería a buscar a Sonia.
—¿Vestido así?
—¿Qué hay de malo?
Lo pensé antes de contestar.
—Bueno… Considerando que vas a una pizzería, yo creo que unos pantalones blancos, una camisa y una corbata no son la mejor opción. —Hice una pausa. Intenté no soltar lo siguiente, sin embargo, me fue inevitable—. A decir verdad, pensé que estabas a punto de ir a una graduación o algo así.