Hecho a tu medida

CAPÍTULO 14. ✺El amuleto✺

ISAAC

Siempre me gustó ser directo, tanto con los demás como conmigo mismo.

Las mentiras e indirectas siempre fueron un dolor de culo. ¿En serio tenía que descifrar lo que los demás querían? ¿No era mejor hablar con la verdad y no complicarse?

Al entrar a la universidad descubrí que la respuesta correcta era hacer lo que odiaba. No podía demostrar lo que quería en realidad, de lo contrario, ellos me darían la espalda de nuevo.

Por eso, encontrar a una persona tan honesta como Mara fue un soplo de aire fresco. Pese a que no mostraba sus emociones intencionalmente, sus acciones y gestos la delataban. Como en el día de la exposición, cuando parecía estar preocupada por algo más y se equivocó dos veces.

Eso, y la supuesta falta de información fueron el pretexto apto para que el viejo nos regañara y nos quitara unos cuantos décimos.

—N-No puede ser… —dijo Pilar, frustrada—. Y-Yo busqué… Leí varios artículos…

—Lo sé.

Mara le dio un par de palmadas en el hombro, como si a ella le doliera el doble que a la mismísima Pilar.

Regresamos a nuestros asientos por el mandato del profesor, quien de inmediato se quejó sobre las presentaciones y, fingiendo ser una buena persona, dijo que nos regalaría un par de décimos para que no tuviéramos riesgo de reprobar.

—Esta es la última clase que tendré con ustedes en este semestre —dijo una vez pudo desquitar su frustración en los demás—. Sólo les pido que se esfuercen un poco en los parciales, jóvenes y señoritas, así ya no tendremos que vernos de nuevo.

Como era de suponer, sus ojos apagados se posaron en mí. El resto siguió su mirada y yo, incómodo y sin saber cómo rehuir, también me le quedé viendo.

Cuando pasó el tiempo suficiente, el vejete exhaló cansando y continuó hablándonos sobre cuánto nos ayudaría a pasar porque, obviamente, ninguno tenía la habilidad necesaria para tener una calificación decente en su materia.

Maldito. Ni siquiera respetó su tiempo en clase y la concluyó siete minutos más tarde.

—Nos vemos la siguiente semana. Estudien mucho —se despidió mientras recogía sus cosas.

La mayoría correspondió de buena gana a su despedida y sólo hasta que salió del aula, los demás se quejaron mientras iban saliendo. De reojo vi como Mara estaba juntando sus cosas para ir con sus amigos a estudiar. La detuve al recordar que todavía me faltaba una clase por terminar.

—Mara —le llamé, pero no atendió de inmediato. Seguía guardando sus cosas con la mirada perdida—. Mara.

Meneó la cabeza hasta reaccionar, se giró y me regaló un atisbo de sonrisa.

—¿Qué pasó?

—Tengo clases… pero te veo en cincuenta minutos.

—Sí, claro. —Apartó la mirada y se mordió el labio—. Nos vemos al rato.

Sin decir más, salió del salón a toda prisa, arrastrando a su amigo rubio.

¿Me estaba evitando? No lo entendía, aunque era lo más lógico considerando que desde la mañana, luego de darme un pequeño saludo, no intentó mirarme como solía hacerlo siempre.

Fruncí el entrecejo. Que yo recordara, no había hecho algo que ameritara su enojo; es más, en los últimos días me había mostrado más tranquilo y no habíamos discutido.

—¿Qué? ¿Estás pensando en Mara otra vez?

Mis músculos se tensaron cuando Mauricio me dio una palmada en la espalda, apareciendo de repente.

—No —respondí de mala gana.

—¿Por qué nunca puedes ser honesto? ¡Ella se muere por ti!, y tú no le eres indiferente.

No estaba tan seguro de sus palabras. Sí, la chica había mostrado cierto interés especial en mí, sin embargo, no creía totalmente que estuviera enamorada de mí. No nos conocíamos lo suficiente. Y, a decir verdad, a mí no me atraía en nada. Me parecía graciosa algunas veces, pero dudaba que algún día me sintiera cautivado por su personalidad.

—Deja de molestar —fue lo que respondí en su lugar, adelantándome hacia el salón.

Antes de entrar, Mauricio me detuvo.

—¿Qué están haciendo? —preguntó mientras miraba hacia el portón de la universidad.

—Comprando pulseras de la suerte, para pasar los exámenes —respondió una voz a nuestro lado. Era Jazmín.

—¿Cómo lo sabes?

—Porque —Alzó la mano y nos mostró que llevaba una con un dije de estrella fugaz— Perla me compró una hace un rato.

Mauricio rodó los ojos. A él no le importaba nada que tuviera que ver con las supersticiones, le parecía algo tonto. En cambio, Jazmín pensaba lo contrario.

—¿Qué? Dicen que funcionan. El semestre anterior Sabina compró una y pasó la materia que daba por perdida. Mejor prevenir que lamentar —argumentó mientras agitaba su muñeca frente a los ojos del chico—. Y no te quejes, que también compró uno para ti. Espero que no vayas a rechazarla, o si no...

Mauricio dio un paso atrás cuando la morena le mostró su puño.



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En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

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