MARA
Juro que no fue mi intención ver al cerrajero con esos ojos soñadores, ni quería mostrarle mi sonrisa más boba, pero él creyó que sí.
La verdad era que seguía recordando lo que había pasado con Isaac minutos atrás. Fue tan amable que inevitablemente quedé fascinada. ¿Ese era el verdadero Isaac? Dios, había ganado la lotería. No sólo se parecía a mi esposo literario, sino que era todo un caballero. ¿Dónde debía firmar para casarme en ese mismo instante?
Sí, bueno, esos pensamientos tontos terminaron cuando me percaté que el cerrajero, aquel hombre calvo y con manchas cafés en la cabeza, me sonrió como si le estuviera proponiendo ganar el premio mayor. No gracias. No me gustaban los hombres que fueran mayores de cien años.
Aunque, si debo decirlo, al menos se apresuró en sacar la llave y arreglar la cerradura. Entonces descubrí que tenía el poder de darle energía a los más viejos. Sólo necesitaba sonreír… Pero, no, así estaba bien.
Luego de pagar y recibir una leve caricia por parte del sujeto rabo verde, juré nunca más ser tan descuidada y comprar llaves con mejor calidad.
Pero, si eso pareció aterrador, déjame contarte que lo que se llevó el premio del terror fue ver a mi hermano caminando por el pasillo, sujetando la mano de Sonia. Su rostro estaba enmarcado en pura felicidad, luciendo como un completo idiota.
Es que, compréndeme. Era la primera vez en mi vida que veía de esa forma a Aarón. Y no es que fuera malo, de hecho, había una parte muy pequeña en la que se alegraba genuinamente por él. Sin embargo, era opacada por toda esa sensación de extrañeza.
—Ahí está mi hermana favorita —anunció cuando llegó a la puerta.
—Hola, Sonia —dije, intentando no parecer tan incómoda como me sentía.
—¡Mars, hola! Te traigo a tu hermano. Me dijo que hoy regresarían a casa, ¿no?
—Así es. —Jugué con las llaves un poco, sin saber si debía decir algo más o no—. Quieres… eh… ¿pasar un rato mientras preparamos las maletas?
—Sí, pasa —secundó Aarón, mirándola con súplica.
—Bueno… Creo que está bien. Necesito hablar con Mara un momento.
—¡¿Qué?! —protestó Aarón mientras entraba al apartamento—. ¿Eso quiere decir que no me ayudarás a empacar?
—No seas flojo —le dijo, sorprendiéndome.
—Tú la acaparaste ayer, me toca a mí —tercié, abrazándome del brazo de la chica, quien comenzó a reír al ver el rostro enfurruñado de mi hermano.
Creo que al estar así de ilusionado con Sonia, me iba a traer más formas de molestarlo. Era hora de tomar ventaja luego de que haya descabezado a mi muñeca Lulú, hace catorce años.
En cuanto ingresamos a mi habitación, Sonia corrió hasta la cama y se dejó caer.
—Con tu perdón, pero estoy agotada —suspiró—. Ayer tu hermano nos llevó a bailar, y siento que mis pies están punzando desde entonces.
Caminé hacia mi armario para tomar la valija y comenzar a guardar mis cosas.
—La verdad —dije— no me esperaba que empezaras a salir con Aarón. Porque están saliendo, ¿no?
La miré con precaución. Desde ese ángulo apenas podía ver su cara, pero era evidente lo dudosa que se encontraba.
—Sí, supongo que sí.
—¿Supones?
Ella se levantó de golpe, mirándome con la frente arrugada.
—Es que… No sé, no estoy segura de querer esto. No me malentiendas —se apresuró a decir cuando la miré extrañada, intentando procesar sus palabras—, él me gusta y todo eso. Pero yo… no sé si esté lista para tener una relación seria.
No sabía qué decir. Fácilmente le habría aconsejado que no se apresurara, o que terminara con el tipo ese. Pero, la cosa era que el «tipo ese» se trataba de mi propio hermano.
—Pues…
—La verdad es que nunca me han pasado cosas buenas cuando estoy en relaciones —confesó, interrumpiéndome—. Y sin importar cuánto me guste Aarón, no puedo evitar pensar que, tarde o temprano, va a pasar algo malo.
—Bueno, yo llegué a dudar mucho al principio con… la persona que me gusta —dije, ahora centrando mi mirada en la maleta y sintiendo cómo mi rostro comenzaba a calentarse. ¡Acababa de aceptar que Isaac Muñoz me gustaba!—. Y sí, las cosas se me salieron de control. Pero cuando dejé de pensar demasiado en ello, todo resultó mucho mejor. Creo que eso es lo importante: dejar de pensar tanto.
—¿En serio? —preguntó como si no pudiera creerlo. Yo asentí y le sonreí un poco—. Pero, ¿cómo puedes estar segura que de aquí en adelante las cosas saldrán mejor? ¿Y si pasa algo tan malo, lo suficientemente malo, para que tu relación con esa persona termine?
«¡¡No me eches la sal!!!», gritó una parte en mi interior.
—B-Bueno —Aclaré mi garganta, evitando demostrar el pánico que comenzaba a manifestarse en mi interior—, no me gusta mucho pensar en esas cosas. Además, supongo que si eso llega a pasar, me quedaré con los buenos recuerdos...
Mi voz se fue apagando a medida que soltaba cada palabra. Ni siquiera yo estaba convencida de ello.