Regresé al pueblo en Nochebuena, pues ese día mamá planeó una cena junto a los abuelos.
En el momento en que pisé mi vieja habitación me dejé caer en la cama, sintiendo que la suavidad de las mantas me envolvía con cariño. La nostalgia de los días menos complicados me invadió de inmediato. Solo hasta ese momento fui consciente de que las vacaciones de invierno habían comenzado y eso que ya había pasado una semana desde que el semestre concluyó.
Un rato después, decidí acompañar a mamá mientras ella se ocupaba de pulir la casa como nunca antes, actividad que realizaba todos los años para impresionar a sus suegros. Mientras tanto yo le conté sobre los sucesos interesantes de la universidad, omitiendo las cosas dolorosas por las que no estaba dispuesta a contar ya que sabía lo que ella tendría para decirme: que era una tonta por seguir detrás de un chico al que no le interesaba. Y, honestamente, no necesitaba escuchar las cosas de las que yo misma era consciente.
Aarón decidió salir a reencontrarse con sus viejos amigos del pueblo y pese a que a mí me pareció bien, mamá sacudía los muebles con una ira peligrosa.
—Tal parece que esos muchachos son su familia —se quejó.
—Bueno, hace tiempo que no los había visto —murmuré en un torpe intento de calmarla, sin percatarme de que eso la irritó más.
—¡Igual que a nosotros!
—Al menos estará aquí en la noche —volví a intentarlo. Esa vez me gané una mirada asesina de su parte.
—Tiene que hacerlo —sentenció, se volvió hacia el perrito de cerámica que había comprado en una feria dos años atrás y esa vez sus movimientos fueron suaves y gentiles. Sí, quería demasiado a esa figura—. Ah, ahora que me acuerdo, ayer me encontré con Cynthia.
Aparté la mirada de mi teléfono y dejé que los zombies del videojuego cayeran al vacío. De inmediato recuperé la compostura e inicié una nueva partida.
—Ah, ¿en serio?
—Me dijo que pasado mañana quiere hacer una reunión con sus antiguos amigos y que estabas invitada. Esa muchacha es tan agradable.
Fruncí los labios. Claro que esa chica no era agradable. Siempre fue una bocafloja. Y la verdad es que no quería asistir, menos al saber de antemano que sería la comidilla de mis ex compañeras por no haber asistido a la reunión anterior, aquella a la que Gustavo me había invitado. Estaba convencida de que criticarían hasta de la forma en que me sentaría.
Ante mi silencio, mamá se giró hacia mí con la confusión en su rostro.
—¿Qué? —pregunté un poco incómoda.
—¿No vas a decir algo?
—¿Qué puedo decir? —Me encogí de hombros—. No voy a ir.
—¿Por qué no?
—Porque me da flojera. Quiero pasar mis vacaciones aquí.
—¡Ni hablar! —exclamó—. Deberías salir un poco más, ¿o qué? No me digas que ya no puedes hablar más que con esos de ciudad.
—No es por eso…
—Entonces ve, ¿qué tiene de malo? Hace años que no los has visto.
Como no quería seguir con esto, suspiré y asentí de mala gana. No sabía si sucedía con todas las madres, pero la mía era muy cambiante: se quejaba de que Aarón se la pasaba fuera y a mí me alentaba a salir.
—Anda, mejor ayúdame en la cocina y deja de flojear.
Arrugué la nariz, aunque no protesté sólo porque me sentía sin energía suficiente para hacerlo.
Mi tía Dulce estaba en la cocina e hice todo lo que me mandó. También ayudé a acomodar las sillas y mesas en el jardín mientras Lucy, mi prima, nos ayudaba a poner los platos en su lugar. Las trillizas no hacían más que correr por todos lados, persiguiendo al pequeño chihuahua de nuestra prima Irma. Y, para cuando me di cuenta, la noche había llegado.
Poco más de veinte personas estábamos en el patio comiendo. La música de fondo era opacada por los gritos llenos de felicidad de mi familia y de los vecinos. Aarón llevó a un par de hombres de casi treinta años con los que solía juntarse en la secundaria y a quienes apenas reconocía.
Recibí un mensaje de Lau, en donde adjuntó un pequeño video de su tío borracho interpretando canciones de Paty Cantú y Shakira mientras su público le animaba a seguir. Yo sólo alcancé a sacar la foto de mi primo Héctor bailando con uno de los cuatro demonios perrunos de la tía abuela.
Minutos antes de la medianoche, luego de responder los mensajes de felicitación de Lina y Lau, me encontré con el chat de Isaac. Había pasado un buen tiempo desde la última vez que habíamos hablado... ¿Estaría mal si intentaba contactarlo en una fecha tan importante?
Aunque había huido antes, quería verlo esa noche. Tal vez se debía a la nostalgia del momento o a que había tomado unos cuantos shots de tequila, no estaba segura, pero quería hacerlo. Me levanté de la mesa y me fui donde no había nadie más, junto a los arbustos y el muro que dividía mi casa con la de los Ortega. Impaciente, y sin siquiera avisar, le marqué.
Definitivamente debía estar afectada por el tequila, pues en otras circunstancias no haría algo así de descarado… Bueno, quizás antes sí, cuando estaba más que enamorada de él; no obstante, parecía que en los últimos días estaba madurando… Sí, bueno, mi progreso se esfumó cuando hice esa videollamada.