Hecho a tu medida

EPÍLOGO. ✺La persona correcta✺

Aunque había estado queriendo evitarlo por más de un mes, terminé por contarle a Lau lo que había pasado en San Valentín. Al decirlo, me fue imposible no soltar un par de lágrimas.

Creí que el dolor desaparecería más rápido, que en un par de días Mara Ruiz sería la misma de siempre. Vaya que me equivoqué. Pese a que ya no me sentía tan cabizbaja como en los primeros días, seguía doliendo al recordar a Isaac. Era impresionante cómo esta «ruptura» me afectó mucho más que las anteriores. Aun así, di todo de mí e intenté no deprimirme, haciendo las actividades que solía hacer siempre.

Aarón seguía visitando a Sonia cada fin de semana. Limpiaba con dedicación la tumba y se sentaba para conversar con ella. Sin duda, el amor que sentía era de los más sinceros que pude haber visto en toda mi vida.

Con respecto a Octavio, nada cambió. Él y Lau seguían sin querer estar en el mismo lugar por más de dos segundos, y de vez en cuando se paseaba con su novia en la universidad, aunque también hubo veces en las que salió con sus amigos.

Y así pasaron cinco meses, en los cuales la soledad me cayó bastante bien, ya que pude meditar y darme cuenta que mi decisión fue la correcta. En ese entonces no estaba lista para iniciar una relación, ni con Isaac ni con Ángel. El haber decidido estar sola me ayudó para aliviar la mente y centrarme en los estudios.

Desde que había iniciado el séptimo semestre me la pasaba la mayor parte del tiempo en la biblioteca, ya sea para hacer tareas o dormir. No obstante, mi rutina sufrió un pequeño cambio a mediados de agosto, cuando Lau llegó hasta mí con una sonrisa de oreja a oreja. Tomó asiento frente a mí mientras yo me quitaba la baba que comenzó a escurrir mientras soñaba con extraterrestres abduciendo gente al azar.

—Te tengo una gran noticia —dijo sin ocultar su entusiasmo desmedido.

—Adivinaré —la interrumpí—: Miguelín vendrá a visitarte.

—¡Justo en el clavo! Este fin de semana nos reuniremos con César y Lina para tener una cita doble.

Me reí. Por causa de diversos contratiempos, su doble cita no se había hecho. Seguro que Lina estaba ansiosa porque llegara el día.

—¿A dónde irán?

—La verdad es que nos vamos a la playa —susurró, dejándome boquiabierta—. Sólo que no le digas a nadie, porque Lina se va a escapar.

—¿No pidió permiso?

—Habría sido inútil y lo sabes —refutó con toda la razón.

—¿Y qué van a decirle a sus padres?

—Que estará en tu casa porque la ayudarás con una tarea.

—¿Todo el fin de semana? —cuestioné disconforme porque a mí me tocaría toda la responsabilidad. Podía ver claramente cuando los padres de Lina se enteraran de la mentira: mandarían a la guardia nacional para que me llevara presa.

Lau se encogió de hombros.

—No preguntaron cuando les dijo. Supongo que confiaron en que es verdad porque nunca les ha mentido.

Apreté los labios, todavía insegura de su estrategia. Al notarlo, Laura apoyó su mano en mi hombro y afirmó:

—Tú tranqui, todo irá bien.

—Sólo prométeme que si me meten al bote, responderán por mí —supliqué y rodó los ojos.

—¡Que no va a pasar nada! —Suspiró cuando yo no relajé mi expresión—. Muy bien. Si es que te arrestan (lo cual es muy poco probable porque nuestro plan es perfecto), te sacamos.

—Más les vale. —Hice una mueca lastimera—. ¡Ah, les tengo envidia! Yo también quiero ir, pero no quiero estar incómoda teniendo a dos parejas empalagosas a mi lado.

—¡Oye, sí, ven con nosotros! —exclamó con entusiasmo.

—No escuchaste lo que dije, ¿verdad?

—Ay, eso es lo de menos, Mars. En la playa hay cientos de hombres solteros. ¿Quién sabe? Puede que esta vez encuentres a tu príncipe azul. Es hora de conocer nuevas personas.

Le di una breve sonrisa.

—Nah, estoy bien así—aseguré mirando mis manos como si fueran lo más entretenido del mundo.

—Y parece que a Hugo le gustas… —intentó decir, pero de inmediato le lancé una mirada para que se detuviera de una buena vez—. Como quieras —resopló y se recargó en el espaldar de la silla—. ¿Ya has hablado con Ángel?

Meneé con la cabeza. Mi amiga había insistido por un buen tiempo para que hablase con él y así pudiéramos aclarar las cosas. La cosa era que para mí todo había quedado claro meses atrás.

—Entonces, ¿no quieres hablar con él? —preguntó con una mueca triste.

—No sería lo mismo que antes. —Fruncí los labios cuando noté que estaba insatisfecha con mi respuesta—. Ey, acabas de decir que es momento de avanzar, ¿no? Él ya es parte del pasado.

—¡No es por eso! —exclamó—. Es que me frustra que no seas sincera. Se te ven las ganas que tienes por verle. Cada vez que pasamos por la pizzería te quedas viendo como un borreguito a medio morir...

—¡Ay, ya basta! —grité y me cubrí los oídos para no escuchar más palabras necias—. Harás que me dé dolor de cabeza.

A pesar de que parecía que Lau quería continuar, se limitó a mirarme mal y cruzarse de brazos. Aproveché la oportunidad para cambiar de tema.



#33398 en Novela romántica
#21277 en Otros
#3198 en Humor

En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

Añadir a la biblioteca


Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.