Hecho a tu medida

CAPÍTULO 16. ✺Es momento de vivir✺

ISAAC

Ojalá pudiera recordar el momento exacto en el que mi hogar comenzó a sentirse como el de alguien más.

Me sentía extraño cuando llegaba y me encontraba con aquella mujer preparando la comida y, al verme, se limitaba a sonreír un poco.

«Llegaste», decía con esa sonrisa animosa que se obligaba a formar.

«Sí», respondería e iría directo a mi habitación para evitar las preguntas comunes que nunca nos llevaban a una conversación real.

Pero aquella vez decidí quedarme un poco más.

—¿Y papá? —Sentía un sabor amargo al decir esa palabra. Odiaba sentirme así, como si pronunciarlo fuera todo un riesgo.

—Aún no llega del trabajo. ¿Quieres?

Me extendió un tenedor con sandía picada.

Me acerqué y lo tomé. Miré fijamente a la fruta recién cortada.

—¿Pasó algo? —preguntó. Seguro que también le parecía inusual el cambio de dinámica.

—Es… Necesito hablar con ambos.

Por el rabillo del ojo noté la tensión en sus hombros. Quizás estaba recordando lo que sucedió tiempo atrás. Desde entonces, no había bajado la guardia cada vez que intentaba hablar con ambos.

—Oh… ¿De qué es esta vez? —inquirió con una sonrisa fingida.

—Es… —Jugué un poco con el tenedor en mis manos—. Se los diré cuando papá llegue.

—Bien.

Alcé la mirada para observarla mejor. Apretó su agarre en el cubierto.

Exhalé impaciente, me di media vuelta y fui directo a mi habitación.

No tenía los ánimos necesarios para repasar mis apuntes, así que opté por perder el tiempo en mi teléfono. Cuando lo saqué de la maleta, también tomé la pulsera que la chica me había regalado. La examiné antes de ponérmela. Quería pensar que de verdad podía darme buena suerte.

Leí los cientos de mensajes en el grupo de WhatsApp de mis amigos, y, una vez guardé los mejores stickers, me pasé a Instagram. Yo era de los usuarios que nunca subía nada y que solo seguía a sus amigos, pero no había nada nuevo.

No, hasta que apareció la sugerencia.

@mareli_07

Mis manos actuaron por sí solas y entré al perfil. No era privado. En todas sus fotografías, Mara hacía gestos ridículos, y sólo unas cuantas, contadas con los dedos de una mano, eran simples, en donde sonreía. Entonces me di cuenta que el verano pasado fue a la playa y que encontró una caracola. Admito que el ángulo en el que tomaron esa foto era muy bueno, y que la puesta de sol hacía verla más cálida y feliz.

Encontré otra donde ella estaba en preparatoria. Estaba abrazada de un chico simplón. Al parecer, había ido a una excursión a las pirámides. ¿Es que siempre salía?

Sonreí cuando vi otra fotografía de ella haciendo más gestos al lado de una chica.

—¡Isaac! —gritó mamá de repente—, ya está la cena.

Suspiré. Sabía lo que significaba, y quienes me estaban esperando. Di una última mirada a la pantalla de mi celular y fui hacia el comedor.

Mi padre estaba sentado ya, pendiente de su teléfono. Sólo hasta que mi madre le entregó su plato fue que alzó la mirada.

—Oh —soltó al verme, como si le fuera difícil decirme algo más. Sus ojos, además de proyectar el cansancio por su empleo, parecían querer darme una advertencia. Su mirada se había convertido en eso desde que tenía diecisiete.

—¿Y cómo te ha ido en la universidad, hijo? —cuestionó la mujer cuando se sentó a mi lado.

No era capaz de sostenerles la mirada por mucho tiempo. No quería que reaccionaran mal. No quería volver a ver la decepción en su mirada. No obstante, tampoco quería sentir ese dolor por no poder decir nada al respecto.

—Sobre eso…

—Ah, espera. Me habías dicho que querías decirnos algo, ¿no es así?

Asentí un poco.

—Es… sobre la universidad.

Al escucharme, papá se enderezó y endureció su mirada aún más.

—¿Qué hiciste? —cuestionó de inmediato.

—Yo… —No podía apartar la mirada de mis manos, las cuales apretaban con fuerza mis pantalones. Mi corazón se aceleró. No quería decirlo, pero tampoco debía huir más. No iba a soportar más tiempo estando ahí—. Quiero cambiar de escuela.

—¿Qué? —espetó él, sin poder creerlo.

—¿Qué está mal con ella? —se apresuró a preguntar mamá, antes de que su esposo intentara decir algo más—. ¿Los profesores no trabajan?

Meneé la cabeza. Todos mis movimientos eran cuidadosos y mi respiración silenciosa, a pesar de que mi corazón latía deprisa.

—No es eso. Quiero cambiar de carrera.

Un silencio sepulcral se instaló en la habitación por unos segundos.

—No haremos eso —dictó mi padre. Su voz delataba el esfuerzo que hacía por no gritar.

—Isaac —intercedió mamá—, ¿por qué…?



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En el texto hay: comedia, amor platonico, romance juvenil y humor

Editado: 28.03.2023

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