Bajé los escalones sin mucha prisa mientras que en mi mente me repetía la misma pregunta una y otra vez: ¿Habré hecho mal?
Sabía que lo hacía para buscar una manera de justificar mi momento de debilidad, como si pudiera... No, era imposible.
Solté un suspiro cuando entré al quinto piso y mientras sacaba las llaves, sentí que alguien me tomó la muñeca. Levanté la cabeza en un movimiento rápido con un riesgo de morir. Cuando pude reconocerle, no logré dejar de abrir los ojos como platos. Esa era la primera vez que veía a Lau de esa manera: sus ojos estaban rojos y bajo ellos se extendían unas bolsas casi verdes con el maquillaje caído.
—Lau, ¿qué…?
—¿Podemos hablar?
Sentí una espina enterrarse en mi pecho cuando escuché su voz tan débil, como si hubiera llorado toda la noche. Nos dirigimos hacia el interior del apartamento. Ella caminaba a paso lento e incluso llegué a pensar que con tan solo tocarla, se desmoronaría.
—Hasta que llegas, Mara —exclamó Aarón desde el sillón, pendiente de la televisión—. Allá está el refresco. No quería comprar dos pequeños, así que traje uno de tres litros, pero ya solo queda un va…
Tal como yo, mi hermano observó a Laura con los ojos bien abiertos. Ella se limitó a suspirar.
—¿Qué tiene tu amiga? —preguntó él como si la chica no pudiera escucharlo—. Está horri…
—Nos vamos a mi cuarto —tajé—. Y si quieres, bebéte lo que queda del refresco… —dije entre reproches. Cuando las comisuras de sus labios comenzaban a elevarse, agregué—: tragón.
Cerré mi puerta con seguro y cuando me giré hacia mi amiga, ella estaba jugueteando con el pequeño perrito que decoraba mi mesita de estudio.
—¿Qué fue lo que pasó? —pregunté con suavidad.
Lau apretó los labios durante unos segundos.
—Le dije a Octavio cómo me sentía —susurró después de un rato. Por su estado, me contuve a gritar ya que sabía que en ese momento ella necesitaba calma. Aun así, no pude evitar mirarla impresionada—. El peor maldito error de mi vida... Fue todo un desastre, ¿sabes?
—P-Pero, ¿cómo? ¿Qué pasó?
Se quedó mirando mi cama un rato mientras se mordía el labio inferior, luego se sentó sobre ella y sus ojos agotados atraparon los míos. Parecía tan indefensa que deseaba abrazarla.
—Me cansé de verlo diferente gracias a Fabiola, así que decidí enfrentarlo —dijo, mirándose las manos—. Discutimos y, gracias al alcohol, fui tan estúpida de soltarlo. Él puso el mismo rostro que tú, se dio media vuelta y desapareció.
Mientras lo relataba, la voz se le quebró. Entendía esa sensación de impotencia e infelicidad, pues la había experimentado dos veces.
Laura resopló y levantó la cabeza, como si intentara devolver sus lágrimas del lugar donde habían salido.
—Qué patética —murmuró mientras agitaba la cabeza—. Odio esto.
—Ey, no seas dura contigo misma —dije y puse mi mano sobre su hombro—. A pesar de no ser lo mejor, creo que al menos puedes descansar de esa sensación que te oprime en el pecho cada vez que lo ves.
En lugar de darme la razón, me miró mal.
—Me siento estafada —masculló—. Me dijiste que confesarme me quitaría un peso de encima, pero ahora mismo me siento como la mierda.
Sin poder evitarlo, sonreí un poco.
—Quizá la parte buena venga después —dije—. Tal vez con esto podrás comenzar a superar a ese tonto, porque no lo defenderé, fue un imbécil al irse sin decir nada.
—Pues sí… Probablemente estaba tan sorprendido que…
—No —interrumpí—. No pienses así. Tú mereces a alguien mejor, que valore tus sentimientos y te quiera igual que tú a él. Si Octavio no puede ver algo tan simple, es porque no es para ti.
Pensé que mi gran discurso le haría recuperar la confianza de un momento a otro. Por supuesto, me equivoqué. En su lugar, mi amiga hizo todo su esfuerzo por no soltarse a llorar.
—Yo sí quería que fuera para mí —murmuró con los ojos brillantes.
No me resistí y la envolví en un abrazo.
—Lo sé —musité y acaricié su cabeza. Lau no resistió más y se soltó a llorar.
No me importaba que no fuera permitido, pues en ese instante odiaba a Octavio con todas mis fuerzas por egoísta, estúpido y ciego. Fabiola nunca sería ni la mitad de buena de lo que era Laura, lo sabía sin siquiera conocerla a profundidad. Lástima que él no pudiera verlo, porque se estaba perdiendo de la mejor persona del mundo.
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No hubo de otra, tuve que correr a Aarón del televisor. La única forma en la que Lau iba a poder encontrar consuelo sería viendo una de sus series coreanas mientras comía el chocolate que había comprado días atrás y olvidé comer.
Aunque al principió se mostró reticente, mi hermano tuvo la suficiente decencia como para dejarnos nuestro espacio. Mientras ella ponía un dorama sobre aliens hermosísimos, recibí un mensaje por Instagram. Hacía mucho tiempo que algo así no me pasaba, la última vez fue Isaac quien me había contactado de esa forma, pero pude relajarme cuando noté que era de alguien que ni siquiera tenía agregado al chat.