LENNOX HARÍ
No sabía dividir mis emociones en este momento, si emoción o nervios. Cualquiera que sea no me dejaron dormir. Me asome a la ventana del taxi, solo faltaba una cuadra para llegar y en mi campo de visualización ya tenía muchos estudiantes más, desde una cuadra se podía diferenciar el edificio gigante.
El motor resonó dándome aviso a que llegamos. Un largo suspiro deje salir de mí, uno que tenía retenido desde que Salí de mi casa.
Alcé la vista y todo esto gritaba “Extremadamente caro” Blanco con muchas ventanas de vidrio que podías observar las aulas, un jardín pequeño pero bien cuidado.
Fácilmente pude estudiar Ciencias de la comunicación en una universidad de mi pueblo pero quien no quería entrar a esta maravillosa universidad.
Me adentre de una vez. La parte de afuera se queda corta con lo increíble que se ve por dentro.
— Disculpen. —capte la atención de un grupo de chicos. — ¿Me podrían indicar donde es la oficina del director?
—Te puedo indicar donde es mi habitación, preciosa. —me respondió un tipo alto de rizos con una sonrisa.
Los demás se rieron y dieron un pequeño festejo por una respuesta tan estúpida.
Rodé los ojos al escuchar tremenda estupidez. Lo encontrare sola.
Me aleje mientras seguían vanagloriándose entre ellos. Camine y camine, este lugar se sentía como un bosque, sin salida.
Tuve que pedir indicaciones con un hombre que tenía aspecto de profesor. Dichosa la oficina del director para estar tan alejada.
Un sillón acolchonado fuera de la oficina, no solo eso. Un chico con audífonos y concentrado en su celular reposaban ahí. Lo pensé antes de sentarme o quedarme parada en medio del pasillo.
Al diablo, me senté dejando un considerado espacio entre nosotros. Al estar cerca de él podía escuchar la música sobresaliendo de los audífonos.
Mis ojos se fijaron en su cabello rubio, no era un completo rubio, tenía una combinación con mechones castaños, podría pensar que hasta lo tenía más cuidado que el mío. No espere mucho hasta que escuche la puerta abrirse.
—Adelante, rubio. —hablo una chica mediana, a la altura del chico se veía más pequeña.
Podía reconocer que no era becada, lo diferenciaba en su ropa y accesorios. Tengo conocimientos gracias a los mil trabajos que he tenido para sobrevivir.
El chico rubio solo se quitó los audífonos y paso sin mirarla, ni mirarme, creo que ni cuenta se dio de mi presencia.
— Hola. — me saludo amablemente la chica que acaba de salir.
—Hola. —le devolví el saludo.
— ¿Necesitas tu horario completo? —me pregunto después de unos minutos de silencio.
Asentí y la mire. Ahora podía fijarme más en ella. Su cabello era igual que el chico de antes, tenía ojos azules tan lindos, un rostro tan delicado como su perfilada nariz. Su conjunto a cuadros blanco y negro llamaba mucho la atención y lo bien que ella lo hacía resaltar, un clásico de los 90.
Me entrego un folder con varias hojas en su interior para retirarse sin antes dejar una cálida sonrisa.
…
ALONSO GARCIA
Otro año de universidad había comenzado, después de 3 horas de clases al fin tenía 30 minutos para poder relajar mi mente.
Llegue a la gigante cafetería, a lo lejos pude reconocer esos cabellos rubios que me volvían loco, al llegar a esta universidad. Siempre pensé que los millonarios eran unos miserables, pero conocí a esta mujer.
—Hola Schatzi. —le di un beso en su mejía e inhale su maravilloso perfume.
—Te dije que no me digas así. —me expreso su disgusto con una mueca.
—Se escucha lindo. —tal vez no sea verdad y solo lo diga por estar embobado.
Gire mi cabeza apenas unos grados y vi la diferencia, podía sentirme como esos chicos sin saber a dónde ir, o en que mesa unirse, era difícil ser nuevo, pero con los cientos de personas que hay acá se adaptaran.
— ¿Ya viste a los nuevos? —me pregunto esa voz después de estar concentrado viendo las acciones del resto.
—Recién los puedo ver. —volví a prestar atención en ella.
—Fonsi, ¿Ya pensaste en que te anotaras? —dijo comiendo su hamburguesa, la universidad es el único lugar donde puede comer lo que quiera. Su casa se basa en verduras, langostas, carnes.
—Chloe te pedí que no me digas así. Creo que esta vez cambiare a música, no quiero otro año con los dedos morados de martillazos. —le robe su comida y volví a buscar a los nuevos rostros.
Un grito de emoción acompañado de un abrazo me hiso reaccionar.
—Te iba a pedir que nos uniéramos juntos.
Le di un beso, era muy tierna, no la he visto en todas las vacaciones, esta es mi oportunidad, soy su única compañía. No quería que las demás personas se unan a ella por su dinero.
La hora del almuerzo había acabado, llego la esperada clase de música, de hecho, no es esencial, no quería estar en clases de costura, mucho menos natación, peor aún cocina.
Llegue al salón junto a Chloe, nunca he entrado a este salón y a juzgar por la mirada de mi novia ella tampoco. Pensé que el salón donde estudiaba era inmenso. Un hermoso mural pintado con instrumentos entre ellos, guitarra, violín, trompeta, batería, piano, atraía a cualquiera que entre, la mezcla de colores era lo que más me dejaba hipnotizado. Sillas doradas, y un pequeño escenario de cera roja.
Me guíe a mí y a Chloe en las sillas últimas. Mientras esperábamos que se llene y llegue el instructor.
— ¿Cómo crees que sean estas clases? Nos enseñaran a tocar, cantar. —me cuestiono mi acompañante mientras cogía mi mano.
Estaba a punto de responderle pero una fuerte voz grave resonó en el salón.
—Buenos días, jóvenes.
Saludo un hombre mayor, le calculaba más de 40 años, tal vez más por sus canas y sus lentes cuadrados. Llevaba una mezcla entre causal y formal.