DIEZ MESES ANTES
12 de febrero de 2014
Hora: 01:09 a.m
Morgue de Washington
Forence local: Dan Stein Havard.
‡‡
HELEN
Fin.
Así se como se finaliza una historia.
El fin.
Esa palabra, esa pequeña palabra marca el fin de todo. Y de una persona.
En este caso, es nuestro fin.
Nada más.
Los ojos de Helen se quedan clavados en algún punto de la morgue. No puede llorar, y eso la hace sentir incómoda y rara.
Pero sabía que su alma está más que solo destrozada.
Más que la última vez.
Su esplada contra la pared y sus brazos abrazando sus piernas pegadas al pecho mientras los soyosos de los aludidos se intensifican.
Helen ni siquiera sabía como consiguieron entrar a la morgue así, sin más. ¿Acaso eso es legal?
Se tapa los oídos con ambas manos mientras su cuerpo se mese de delante hacia atrás, no puede llorar, no puede llorar. No puede sentir nada. Ni siquiera siente su propio cuerpo, como si todo tuviera calambres, no siente las manos, los pies y tampoco nada adentro. Le duele la cara por las expresiones de shock que no puede dejar de hacer. Cierra un ojo mientras su boca se contrae y las lágrimas luchando por salir.
Pero no salen, se quedan ahí. Sabiendo que está mal.
Helen observa los rostros llorosos de aquellos que alguna vez la llamaban hijastra. Una mujer de test rubia se acerca a su anatomía con los ojos rojizos mientras ella no puede hacer nada más que mirar, porque llorar está descartado, no puede hacerlo, no siente las emociones como deberían de sentirse en una persona normal. Helen no lo era, y no lo sería nunca.
La mujer se encoje a su altura, es muy bonita, sus ojos verdes mirándola com dolor y llanto, Helen mira por encima de su hombro para contemplar el cadáver del que alguna vez fue su <<aventura>>. Su cuerpo cubierto con la sábanas blancas al tiempo en que los soyosos se intensifican. Vuelve a mirar a la mujer, quien sigue sin poder decir nada, estaba segura de que estaba destrozada tanto como ella, pero no de la forma en que Helen estaba. Es diferente en varios sentidos.
Sin darse cuenta, la mujer la abraza, estrujándola en un abrazo que Helen lucha con separarse, de un momento a otro, está demasiado alterada y solo quiere que la suelte. No lo hace. Y eso solo provoca que los nervios en Helen aumentan.
Bacterias. Enferma. Muerta.
Helen se retuerce, pero eso no impide que la mujer la siga abrazando. De repente siente como la tela de su hombro se humedece por las lágrimas de la mujer. Bacterias. Helen no puede hablar, no puede protestar, está alterada y sabe que eso empeorará a medida en que siga haciendo eso.
No abrazo. No abrazo. No abrazo. No abrazo. No abrazo. No abrazo.
Padre...
Tras varias luchas, la rubia por fin se separa de Helen, y está más que alterada por lo que aprieta su espalda contra la pared y con la barbilla levantada, su expresión nerviosa mientras se retuerce por los nervios. La mujer la mira con dolor, con desespero, como si Helen fuera su refugio. Su lugar seguro. Pero Helen sabía que ella estaba en lo incorrecto, que jamás podría ser el refugio de nadie.
__Lo siento, yo...__ intenta decir a penas entendible.
__No. No, no, no, no, no, no...__ Helen se altera__ F-fuera, fuera, fuera, fuera, fuera, fuera, fuera, fuera, fuera, fuera ¡F-fuera!
Helen intenta no perder el control, lo malo de todo es que ella no lo puede evitar. Es una razón más por la que odia su enfermedad.
__Helen...__ pronuncia entre lágrimas, su expresión desesperada por una respuesta positiva. Claro, no sé la daría.
__¡Fuera!__ brama Helen y se incorpora de golpe, nerviosa. Su respiración se torna agitada y un nudo en la garganta se presenta, impidiéndole hacer ademanes de hablar o de gritar algo más.
Helen la observa lo suficiente antes de ver como la rubia se aleja con las lágrimas corriendo por sus mejillas hasta la clavícula.
Vuelve a centrarse en estar en la misma posición que antes, la diferencia es que ahora está demasiado nerviosa, pronunciando <<fuera>> en susurros interminables, muchas emociones juntas y el pánico recorriendo sus venas por el contacto. Ni siquiera sabe si es higiénica y podría pasarle lo mismo que a él.
Helen lo extrañaba, y tenía su cuerpo sin vida a unos cuantos metros de ella, solo debería levantarse y podría ver sus ojos abiertos de color azul sin vida, su piel pálida y blanca con esos brazos que alguna vez le brindaron protección. Lo necesitaba mucho, el corazón le late a toda velocidad y solo puede pensar en la falta que le hace, no sabe que fue lo que pasó la noche de ayer, nadie quiso decirle nada, pero no era necesario. Helen lo descubrirá sola.
Se incorpora con la respiración todavía irregular, está segura de que su padre la esta esperando afuera. En esa sala solo están los que alguna vez fueron sus familiares conectados con el lazo de él y Helen, o en el lenguaje normal, suegros. La mujer rubia abraza a su esposo, quienes lloran juntos mientras su otro hijo, Fred, observa en silencio el cadáver de su hermano menor.
Esos ojos con una mezcla de entre el gris y negro muy notable miran a su hermano como si no le doliera nada, como si su muerte no le haya afectado en nada. Y eso hacía a Helen sospechar. Pero tendría que ser astuta, podría solo tratarse de un paro de shock, así que no debería de sospechar, es su hermano.
Se siente confundida, ¿como podría alguien normal reaccionar así? ¿Es acaso normal?
Aparta la mirada en cuanto el ojiazul se da cuenta, no quería hacer contacto visual con nadie, tenía el presentimiento de que la matarían o la consumirían de alguna forma, solo con la mirada y, aunque la haya apartado, siente como le traspasan la espalda con los ojos, como si de un rayo láser muy potente se tratase. Helen lo ignora, aún escuchando lloriqueos, ajena a los sentimientos que deben de estar sintiendo la familia de él.