—Ayer te vi —mascullo nervioso en cuanto ella aparece.
—Me ves cada día...
— ¡No! Me refiero a que te vi... Viva, o eso creo.
— ¿Viva? —sus ojos se iluminan como farolillos a media tarde— ¿En dónde?
—En esa discoteca... Discobery. Era una especie de fiesta de cumpleaños para un muchacho, cumplía 18. ¿No recuerdas haber estado ahí? —sería de gran ayuda si recordara aunque sea eso.
—No lo recuerdo —dice con nostalgia—Pero dudo mucho que me hayan gustado sitios así... A ti tampoco te gustan.
— ¡Sí me gustan!, ¿Por qué iría si no? —bufo.
—Por tú persona especial…
— ¡Ya me tienes cansado con eso de "mi persona especial"!. Ayer te dije que ya no lo mencionaras.
—No sé porque no te gusta hablar de eso... ¿Lo has hablado con esa persona alguna vez? —ladea la cabeza como un cachorro pekinés.
—¡No!... No me gusta hablar de eso, y menos contigo.
—¿A quién se lo contaría?
Es un buen punto, pero igual, hablar de eso sería peor.
—¡No vamos a hablar de eso! —insisto— Vamos a enfocarnos en ti. No te pude preguntar esto hace días, pero... —trago saliva— ¿Usabas esa ropa cuándo "pasó"?
Ella se mira la ropa y estira un pie para poder verse mejor las sandalias.
—Creo que sí... Desde que estoy en ese lugar, siempre he tenido esta ropa.
Estar condenado a pasar la eternidad con la ropa que llevabas puesta el día que te asesinaron parece algo cruel. Si yo muriese en este instante, pasaría la eternidad con el pijama de Cars que llevo puesto. ¿Por qué diablos tengo un pijama de Cars?. Helena sonrió sin razón.
—Es porque le tienes cariño. Te la regaló tú mamá en navidad y tú la usas aunque sabes que nunca te gustaron esas películas.
—¿Pero cómo...?
—Ya te dije, sé algunas cosas sobre ti. Tengo algunos de tus recuerdos, y a veces, puedo sentir lo que tú sientes.
—¡No lo dijiste así! —replico.
—Es que no era así, antes solo tenía algunos recuerdos. Al parecer, cada vez nos estamos volviendo más "cercanos"—Parece divertirse.
—¿Entonces lo que yo vi en la discoteca podría ser un recuerdo tuyo? —O el sueño extraño que tuve el primer día que hable con ella…
—Podría ser...
—¿Puedo tocarte? —¡Mierda!. Soné como un pervertido.
Helena me mira ofendida y camina hacia la puerta.
—No puedo satisfacerte de esa manera.
—No, no, no... ¡Perdón! —claro, ahora soy yo el que se disculpa con el espectro— Me refería a si puedo ver la marca de tú ropa o de tus zapatos. Eso podría darme alguna pista.
—¡Ah!... Creo que sí puedes.
Ella camina lentamente hacia mí y me da la espalda para que pueda ver la marca en la etiqueta del vestido. Su piel no es tan helada como había imaginado. El contacto de mis nudillos contra su nuca se siente como si estuviera rozando vidrio o porcelana.
Jalo del borde del vestido para ver la marca.
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Editado: 01.07.2018