Helena ©

Día 35 Con Helena

— ¿Te conozco de algún lugar? —pregunta el robusto hombre tratando de hurgar más en mi rostro.

 

— ¡No! ¡No lo creo! —respondo nervioso.

 

—Qué extraño... Podría jurar que te he visto antes.

 

—Ehm... No.

 

El viejo asiente con la cabeza y conduce en silencio el resto del camino.

 

— ¿Qué edad tienes? —Vuelve a preguntar después de un rato.

 

—Veinte.

 

—Veinte... ¡Tienes la edad de mi hijo! —dice con una gran sonrisa, mostrando sus putrefactos dientes.

 

— ¿Ah, sí?

 

—Sí... Él y yo pasábamos mucho tiempo juntos cuando era pequeño.

 

— ¿Y qué pasó? —Sé que no debería seguir con esta conversación.

 

—Creció—dice el viejo con nostalgia.

 

Le pido que me deje tres calles antes de mi casa, ya no soporto compartir el mismo aire que él.

 

 

****

 

 

— ¿Por qué tenemos que venir aquí? —Marco me responde poniendo los ojos en blancos mientras guía la patineta al borde de la pista.

 

—Es para visitar a mi tía Dot... Cuando terminemos ahí, podemos ir a la plaza.

 

— ¿Por qué tu tía Dot vive tan lejos? —Me quejo.

 

—No lo sé, supongo que su esposo vivía aquí... ¿A ti te gustaría vivir aquí? —dice con la sonrisa de lado.

 

"A mí me gustaría vivir donde sea, con tal de que tú estés cerca". Sé que no puedo decir eso.

 

—No... Yo estoy bien en el barrio.

 

—Y yo... No pienso salir de ahí nunca—Sonríe.

 

Como siempre, yo sonrío cuando él lo hace.

 

— ¡Esa es su casa! —dice señalando una casa grande, de color blanco con bordes azules.

 

Es preciosa.

 

— ¡Wow! Es enorme.

 

— ¡Ya sé! ¡Y tiene de todo ahí!

 

Yo también quisiera tener una tía Dot.

 

Caminamos hasta llegar a la puerta, Marco toca un par de veces pero nadie responde. Yo empiezo a mirar las casas alrededor, todas son igual de enormes. En la esquina, hay una casa de muros grandes con plantas saliéndose por encima. Tiene un aspecto tétrico, cosa que me llama mucho la atención. Quisiera mirar un poco más el resto de casas, pero en ese mismo momento, la tía Dot abre la puerta y nos deja pasar.

 

 

****

 

 

El sudor empapa por completo todo mi cuerpo, hacía mucho tiempo que no soñaba con Marco. La mayoría de veces, evitaba pensar en él, pero ahora, habiendo tenido a su padre tan cerca, fue imposible.

 

Recordaba a la perfección ese día en la casa de su tía Dot, ese fue el día en que di el primer indicio de lo que yo era, y claro, de lo que Marco también era. ¿Cómo hubiese sido todo entre nosotros sí...? No, no valía la pena pensar en eso ahora, este sueño, solo había sido un sueño y ya. Debía superarlo.

 

Más bien, debía preocuparme por otro detalle de ese sueño: La casa que estaba en aquella esquina. Podría jurar que es la casa que he visto en los recuerdos de Helena.



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En el texto hay: romance, misterio, humor

Editado: 01.07.2018

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