Hellend

21

Estaba conduciendo de regreso a mi pequeño apartamento, el semáforo se puso en rojo y me detuve. Apoye mi codo en la ventana del auto al tiempo en que masajeaba mi frente.

No habia vuelto a tener esa pesadilla y lo llame así por lo imposible que era, aunque se sintió muy real, la presión en mi pecho donde aquello me habia impulsado al fondo de esa ensangrentada bañera habia desaparecido después de haberme dado cuenta y no pude evitar gritar apenas lo vi.

Un golpe me hizo salir de mis pensamientos, habia un niño disfrazado de calavera con su rostro pegado a la ventana de mi auto, di un pequeño brinco en mi lugar, la pintura en sus manos era exactamente igual a lo que habia soñado.

— ¡FALTAN DIEZ DIAZ!— grito alzando sus brazos mientras salía corriendo.

Comencé a hiperventilar, mire mi reloj; 20:50.

—Diez para las nueve…— y un escalofríos recorrió por todo mi cuerpo.

Habia dejado que la noche me tomara en el psiquiátrico, pero solo a esa hora fue que pude obtener la Triazolam y la Clozapina, la entrega de los medicamentos se habia retardado porque el auto del distribuidor se le habia ponchado dos de las llantas en el Kilómetro Veintiuno en la intercepción San Miguel. Al menos ya estaban en mis manos.

Me incline hacia mi bolso y saque dos de Clozapina y me las tome, eso tendría las alucinaciones lejos de mí. Esas pastillas eran lo único que me habia tenido cuerda después de esa pesadilla.

Sentí como tocaban el claxon detrás de mí y caí en cuenta que el semáforo habia cambiado de color, puse el auto en marcha hasta llegar a mi apartamento.

Al abrir la puerta, sentí frio. Vivía sola y el apartamento no era un gran lujo pero era lo necesario para mí.

Deje mi bolso y chaqueta en el perchero y fui directo a la cocina donde encendí la cafetera. Camine al baño y me di un baño rápido.

Después de haberme quedado dormida en la bañera esa vez, trataba todo lo posible de que mis baños fueran cortos.

Me detuve frente al espejo y pase la mano por él, estaba empañado, justo cuando un trueno resonó fuertemente y la luz se fue.

—Genial. — dije para mí misma.

La luz volvió casi instantáneamente y cuando vi el espejo, sentí como mi respiración y pulso se aceleraban.

“Se han cumplido los veintiún días, mala sudbino, espero que hayas dormido lo suficiente. Ahora podemos comenzar.”

Esas palabras estaban escritas en el espejo, de color rojo y goteaban. No solo estaban esas palabras, también estaban cinco dedos al lado derecho, igual a la marca que habia creído haber visto en mi pecho. Trate de limpiar el espejo y las letras desaparecieron, pero mi mano estaba limpia.




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