Hellend

En el espejo

Esto no era normal. Me tuve que tomar dos antipsicóticos más pero no me basto, volví a ver esa mano, en el espejo, me acerque poco a poco, mirando con detenimiento. Con mi dedo índice toque el que se suponía era su dedo índice.

—Gran error, mala sudbino. — me aleje por instinto.

Esa voz era…

—Deja esa cara, Hellend— alce mi rostro hacia el espejo y allí estaba el ser de mis pesadillas—. No estás loca.

Si lo estoy, pensé, estas alucinaciones no son verdad.

Determine esa silueta, tenía una capucha negra bordeada de rojo, le cubría la mayor parte del rostro dejándome ver solo su mentón y su labio inferior. A diferencia de sus manos, si parecía una persona.

— ¿Terminaste de mirarme?— note como su labio se estiraba, en una sonrisa.

—Esto…

— ¿Esto es real?— termino de decir por mí—. Lo es, Hellend y yo necesito de ti.

— ¿Por qué?— dije en un tartamudeo.

—Eres más de lo que crees ser— dijo—. No te escudes en las pastillas, no padeces esquizofrenia…

—Claro que si…

El ambiente se sentía frio y sentía como las gotas de la lluvia que comenzaban a caer golpeaban en la ventana.

—No, no lo padeces— dijo en tono frio—. Nunca lo padeciste, estás sana, esto no es producto de tal enfermedad, todo esto es real.

— ¿Qué eres?— dije haciendo caso omiso a sus palabras.

—Soy Kondenzator o el Condenador.

— ¿Con… condenador?

No estaba entendiendo. ¿Era el condenador de qué? Algo me decía que no quería saber esa respuesta.

—Sí, el condenador del infierno y tú eres mi llave— su labio se volvió a estirar en una sonrisa—. Tú serás quien ayude en mi labor.




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