Hellend

Despertares

Me desperté en el suelo de mi habitación y el olor a café llegó a mi nariz. Tenía puesta mi pijama de rayas blanca y roja. Al estirarme, mi mano sintió una taza, estaba sucia de café y con mi labial en el borde. No recordaba haber tomado café, de hecho, no recordaba de por qué estaba en el suelo.

No me dolía nada como para decir que me había caído, solo me dolía la espalda por el duro lugar donde había dormido. Las pastillas estaban haciendo de las suyas, y aunque se supone que el complemento de la cafeína y de las Triazolam es contradictorio puedo decir que dormí como nunca antes lo había hecho.

Si tan solo no hubiera dejado de tomar estás pastilla, no habría tenido nuevamente una pesadilla.

Me dirigí al psiquiátrico, debía cumplir mis horarios. Conduje sin problema, al entrar saludé a una de las chicas de recepción y camine a mi oficina para tomar mi bata antes de dirigirme a la sala de estancia de los pacientes. Era la reunión de todos los jueves.
Comenzó como siempre, todos ellos hablando y sumergidos en sus mundos. No entendía porque no era como ellos, desde que recuerdo comencé a tener alucinaciones y por eso las pastillas, pero era autónoma de mis decisiones y acciones, pero de vez en cuando dependía del medicamento para dejar de ver sombras que ya no recuerdo.

"Estoy pendiente de ti, mala sudbino"

Busque la fuente de la voz, de esa fría, apática y sobrenatural voz. La sentía familiar, pero no quería decir que no me hiciera sentir escalofríos.

Al medio día después de terminar la sesión, fui a la oficina, me senté y pedí el almuerzo. Me sentía cansada, como si no hubiera dormido nada. Comencé sentir como me quedaba dormida de repente.

—Doctora, Hellen. — varios toques a la puerta.

—Siga— respondí limpiando mis ojos, una enfermera llegó y dejo una caja de comida en mi escritorio, le agradecí y ella salió.

El olor a carne asada hizo que mi estómago crujiera, me había quedado dormida de repente. Abrí la caja y no lo pude creer, me levanté de mi silla, tumbando lo que hubiera tras de mí.

Frente a mí, había un brazo humano, un estómago y la mitad de un corazón. Todo lleno de sangre y en el respaldo decía: "Esto es de lo que te hablaba, mala sudbino"




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.