♠️Capítulo 1: El asesinato de la familia Samaras.
— ¿Dormiste bien cariño? —Preguntó la enfermera Pamela entrando a su habitación.
Ella no respondió.
—Ya es hora de tu baño de la tarde, ven, sígueme—. La ayudó a levantarse de la cama y se dirigieron a las duchas.
Al llegar se desnudó e intentó relajarse un poco durante los diez minutos que estuvo bajo el agua caliente.
No podía dejar de intentar recordar qué fue lo que paso en aquella fatídica noche, no podía dejar de recriminarse por el hecho de no saber, no podía dejar de pensar que debería de haber presenciado algo tan horrible como para que su mente se refugiara tanto de la verdad.
Hoy, luego de tres semanas de perder a su familia, iba a tener la segunda reunión con la policía para dar testimonio de lo ocurrido en esa noche.
Se vistió con las ropas que le asignaron, cepilló su larga y rubia cabellera, que en realidad parecía blanca por lo clara que es, y observó su tenue reflejo en el vidrio de la ventana que daba al gigantesco espacio donde se encontraban los otros pacientes de ese neutro lugar; observó desde sus pies hasta sus ojos, uno gris como la luna y otro negro como la noche, acompañados de algunas, casi inexistentes, marcas de las vendas que tenía sobre ellos.
Salió de su habitación acompañada de una enfermera dirigiéndose a la salida de ese lugar con destino a la estación de policía.
Al llegar se encuentran con el detective encargado del caso esperando sentado en un pequeño sillón individual en la entrada del pequeño edificio.
—Buenas tardes señorita Samaras.
—Buenas tardes detective Andreatos—. Respondió neutra.
—Síganme— y las guio dentro del edificio a una sala de color blanco, haciéndola lucir más grande de lo que en realidad es, con una mesa de metal en el centro con una silla a un lado y dos al otro junto con un gigantesco vidrio polarizado en frente de la testigo.
—Haga sus preguntas con cuidado y tacto oficial— mencionó la enfermera y él asintió en respuesta.
— ¿Está lista señorita?
—Sí.
—Empecemos entonces.
—Con cuidado.
— ¿Recuerda a alguien quien pudo haber cometido este acto? —Empezó lentamente.
—No oficial.
— ¿Algún enemigo que pudieran tener sus padres o su hermano?
—Hasta donde yo sé, no.
— ¿Notaste algún extraño comportamiento durante estas últimas semanas?
—No.
— ¿Alguna amenaza? —Ya realizaba las preguntas con mayor rapidez, recibió una mirada de advertencia de la enfermera, pero ni se inmutó.
—No.
— ¿Llamada peculiar?
—No.
— ¿Algo que hayan hecho para ser asesinados?
— ¿Usted qué parte de que con cuidado y lentitud no entendió? —Dijo la enfermera enojada ante la rapidez con la que terminó.
—Lo intento, pero necesito respuestas, llevamos tres semanas investigando y no hemos encontrado absolutamente nada, ni cuerpos, ni arma homicida, ni siquiera una mísera huella y ella es el único testigo; solo sabemos que murieron por la increíble cantidad de sangre encontrada por toda la casa, el patio trasero y delantero.
—No recuerdo nada, ¿es que es estúpido o se hace? ¿Por qué no entienden que he perdido la memoria sobre lo que ha pasado esa noche? ¿Por qué no entienden que para mí es doloroso hablar sobre eso? ¡Maldita sea! ¡Mi familia fue asesinada a sangre fría en manos de alguien completamente loco! So-solo déjenme en paz— dijo colérica y sollozando esta última parte saliendo de ese claustrofóbico cuarto.
—Le dije qué con calma, pero tenía que omitir mis advertencias, si quiere respuestas va a tener que esperar, ella va ir recordando poco a poco, tampoco es que le simpatice mucho no saber qué ocurrió esa noche, todos y cada uno de los habitantes de su hogar murieron, tres personas han muerto y ella no sabe qué sucedió—. Salió del cuarto persiguiendo a la chica— ¡Danae, espera!
El detective suspiró estresado pasando sus manos por su cabello.
La chica corrió y corrió hasta salir de allí, se escondió para llorar con tranquilidad, para evitar ser vista y evitar esas estúpidas miradas de lástima de los demás. La enfermera la encontró hecha un ovillo y la abrazó consolándola provocando que sus lágrimas salieran con mayor frecuencia.
—Tranquila, tranquila, todo estará bien.
Luego de unos minutos paró de llorar y volvieron a la clínica. Ella se mantuvo con expresión neutra a pesar de sus hinchados ojos, observó el hermoso paisaje de su ciudad natal, Atenas, las antiguas casas, la infraestructura de cada iglesia, a la gente ir de allí para allá, hasta que el sueño la venció por los restantes treinta minutos de viaje.