Help me.

CAPITULO UNO

Ruidos extraños, sofocantes y estridentes se oían a lo lejos pero entre todos había uno en particular que llamaba mi atención. Me fijo en una niña pelinegra de piel pálida y ojos azules como la noche, cuyo rostro se reflejaba dolor, miedo y desesperación. Quería tocarla pero algo no me permitía acercarme a ella.
De repente miles de imagenes pasaron frente a mí a una velocidad que mis ojos no pudieron soportar, las vi todas y a las vez no vi nada. Solo pude fijarme en la pequeña que nadaba y gritaba:
"¡SIGUE LAS ROCAS, ARANZA!"

Mis ojos se abren de golpe a las vez que inclino mi cuerpo hacia adelante con las gotas de sudor frío resbalando por mi frente. Suspirando me paso ambas manos por la cara, restregándolas me levanto y voy directo al baño.
No llevaba ni un día en este pueblo y ya había tenido la primera pesadilla. Genial, lo que me espera. Busqué entre mi ropa algo cómodo para pasar el día paseando por la casa y el fresco bosque frente a ella. Eramos los únicos que vivían en esta parte del frío pueblo de Gahla, además de nuestros vecinos de al lado.
Mis padres nacieron aquí, al igual que yo, pero al cumplir los cinco años decidieron que era hora de abandonarlo para conocer la ciudad y todo lo que ella brindaba. A los Fords nos fue bastante bien, papa consiguió empleo en una empresa al igual que mama mientras yo estudiaba en la secundaria, después de graduarme estudie literatura, dado a que mi mayor sueño era escribir novelas e historias que llegaran al corazón de las personas.
Y me fue bastante bien.
Pero mi poca atención a todo y falta de inspiración me estaba afectando en el empleo, por ello, decidí venir a pasar una vacaciones con la tia Martha. La cual se quedo encargada de la mansión cuando mis padres decidieron dejarla, papa se la obsequio (si no me equivoco) al establecerse en la ciudad. Él sabia que no iba a regresar y también que la tía Martha nunca se iba a ir del pueblo por mas que le insistiera.
Bajo las escaleras para dirigirme a la cocina mientras me hago una cola de caballo para controlar mi rebelde cabello castaño. Mi apariencia física me hizo conseguir varias propuestas de matrimonio en la ciudad, sin embargo no me sentía lo suficientemente preparada para casarme a los veinticuatro años, y tampoco estaba interesada para variar.
-Buenos dias, tía. -saludo apenas fija sus ojos en mí.
-Buenos dias, linda. Hoy hice sandwiches como a ti te gusta, también hay jugo de naranja. -habla con emoción, lo que hace que mi corazón se encoja.
La tia Martha nunca tuvo hijos porque nunca se casó, según ella no encontró al amor de su vida. Solo contaba con cuarenta y cinco años y se portaba como una anciana de cien que no podría conseguir pareja. Siempre me pareció triste que pasara gran parte de los años sola y, según yo, a ella también le parecía. Lamentablemente no hacia nada por cambiarlo.
-Gracias, tía.

-¿Estas bien? Te ves algo pálida. 
Asiento.
-Si, sera porque no comí mucho ayer. 
Ella niega molesta.
-Te lo he dicho un millón de veces, Aranza. No te saltes las comidas o te vas a enfermar.
-Lo sé y lo siento, tía. -después de comer me levanto y le planto un beso en la mejilla que la hace sonreir. -Nos vemos mas tarde.
-¿A donde vas?
-Solo a dar una vuelta para despejarme.
-Esta bien, pero ten cuidado, últimamente han pasado cosas extrañas en el pueblo.
Me detuve en la puerta al oirla.
¿Sera que le pregunto?
-¿A qué te...-soy interrumpida por la melodía de llamada del teléfono de casa.
Ella lo atiende y responde al saludo de su mejor amiga del colegio, la cual se encuentra en el extranjero.
Esto va para rato.
Termino de salir y luego de unos pasos más encuentro a James (el hijo de Robert el capataz) quien lleva el control de los animales y de cuidar la mansión junto a su padre.
-Señorita Aranza, así que verdaderamente volvió. Es un placer volverla a ver.
-El placer es mío, James. -le devuelvo la sonrisa un poco incomoda.
La sonrisa enorme y demasiado amistosa para mi gusto que James mostraba me inquietaba un poco.
-Si me permites quiero pasear por el lugar. -me excuso con la intención de irme.
-Si quiere la acompaño.
Lo que faltaba.
-No te preocupes, seguro tu debes tener mucho trabajo y yo solo quiero despejarme un rato. -sigo mi camino. -Nos vemos.
Mi mirada viaja por cada espacio del lugar, las hermosas flores y el césped tan verde. Amaba todo aquí, pero extrañamente no recordaba nada de cuando vivía en este lugar. Me detengo frente a un pequeño muro de piedras, el cual contaba con hermosas rosas sobre este. El muro dividía el espacio entre nuestra mansión y la de los vecinos, pero curiosamente no del todo.
"Sigue el camino de piedras, Aranza."
La aniñada voz retumba en mis oídos haciendome pegar un salto y llevarme ambas manos al pecho. Trago duro antes de seguir el caminito que lleva al final del muro, mismo que termina un metro antes del pequeño lago frente a las mansiones. 
Me sorprendo al ver un muchacho sentado a la  orilla de este dándome la espalda, lanzando piedritas al lago. Su aspecto me parecia muy conocido, y no fue hasta que giró sintiendo mi intensa mirada sobre él, que comprobé que no estaba equivocada.
Juraría que se parece a...
-¿Que haces ahí? -grazna, repasandome de pies a cabeza.
Que humor.
-Perdón no quise molestarte, solo pasaba por aqui. Mi nombre es Aranza Fords. -extiendo mi mano pero no se toma la molestia de estrecharla, sino que en vez de eso se cruza de brazos sin suavizar la expresión.
-Una Fords no debería estar aqui. -dicho eso empieza a caminar hacia la mansión de al lado. 
¿Que le pasa a este tipo?
-Uh, eh, no sabia. Lo siento. Solo quería preguntarte una cosa, -lo detengo, no estaba dispuesta a irme asi como asi viendo el gran parecido que había entre él y la niña de mi sueño o pesadilla. -¿por casualidad tienes una hermana o una prima que se parezca a ti?
Se vuelve hacia mi con una mirada espeluznante.
-Eso.No.Es.Asunto.Tuyo.
Sus palabras y la forma en la que enfatiza cada una de ellas me deja helada, solo puedo reaccionar después que se pierde de mi vista por el precioso jardin que decora el camino hacia la otra mansión.
¿Que fue eso?
Bufo.
Eso me pasa por andar haciendole caso a voces en mi cabeza. ¡Que oso! Camino enojada de vuelta a la mansión, las ganas de pasear habían desaparecido mágicamente.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.