En ese lugar no estaba el cuerpo de Allana, solo la bicicleta y la prenda que no le entregamos a la policia por decisión mia, una decisión basada en presentimientos.
Luego de salir de la clínica fuimos a casa, la idea era que Allan estacionara unos metros antes de llegar para que no nos viesen, pero extrañamente yo no quería que el día acabara. Por mas desastroso que resultó.
-¿Y si mejor espero yo hasta que entres a tu casa? -propongo.
Niega.
-De ninguna manera, esta muy oscuro como para que estes sola y a pie en este lugar. -argumenta.
-Tienes razón. Hasta mañana. -me despido, pero no salgo de auto por mas que me gritaba que lo hiciera. -Mañana iremos de nuevo allí, ¿no?
Sonrió, seguramente porque se dio cuenta de que no me quería ir.
-No, vamos a donde Allana te diga. Tanto el parque como la iglesia lo estará investigando la policía. -explica.
-Ah.
Lo miro y me sorprendo al ver que él también me esta mirando, pero no a los ojos. Sube la mirada para cruzarse con la mia a medida que ambos nos vamos acercando. Tenia que deternelo pero me negaba a hacerlo, era como si algo me incitara a acercame más.
Su mirada permaneció en mis labios cuando estuvimos a centímetros de distancia, solo la aparto un momento para mirar por encima de mi cabeza.
Y solo ese momento bastó para apartarse lentamente después de susurrarme:
-No te gires, Aranza.
Sus movimientos eran tensos pero suaves, como si no quisiera asustar a alguien. Sus manos fueron a dar al volante.
-¿A que refieres? -pregunto algo incomoda por su expresión y movimientos tensos.
-Hazme caso. Voy a encender el auto y...-lo interrumpo.
-¿De que hablas? Se supone que me tengo que bajar aqui porque...-me corta.
-Hay un tipo asomado en tu ventana, Aranza, solo no te muevas. -sus palabras me dejan helada.
Y con esas palabras toda tranquilidad se fue a la cañería, aceleró sacandonos de ahí rápidamente. Mi corazón latía como loco, y yo no podia hacer otra cosa que intentar respirar con tranquilidad.
-¿Qué fue eso? -pregunto alarmada cuando por fin pude articular las palabras, dando una mirada hacia atras.
-Ni idea. Cuando lo vi mis alarmas se activaron, pero no fue hasta que se inclino que me permiti reaccionar.
Ninguno volvió a hablar hasta que estacionó en el mirador del acantilado, un lugar al que nunca había venido pero que era bastante conocido en mi familia.
Demasiado.
-Rayos... Mi tía esta sola tengo que avisarle. -busco mi teléfono aun sintiendo que iba a tener un paró cardiaco de un momento a otro.
-Tampoco es como si fuera una molestia que algo le pasará. -lo miro mal.
-Oye puede no tener el mejor carácter del mundo, pero es una buena persona. No la juzgues sino la conoces. -bajo del auto intentando calmarme.
-¿Quién dijo que no la conozco? Por lo tengo entendido ella no es ni era la joya más apreciada de la familia. -dijo cruzándose de brazos.
Sabía a que se refería.
-Ella nunca pudo tener hijos, es normal que su situación la haya hecho ser de ese modo. -la defiendo.
-Algo estará pagando. -contesta neutro.
Lo miro ofendida, sin comprender su actitud.
-No sabes lo que dices.
-Claro que si. -afirma. -Recibió el castigo que se merecen todos los Fords.
Retrocedo mirándolo entre incrédula y lastimada.
Pareció caer en cuenta de lo que dijo al ver mi expresión.
-Aranza, yo...-lo corto.
-Callate. -mis ojos se cristalizaron. Al parecer no importa cuanto se lo diga, él nunca entenderá que nosotros no tenemos la culpa de los errores pasados. -Aqui el menos indicado para hablar de castigos es un Cyprian's. ¿O se te olvido que tu hermana esta desaparecida? ¡De tantas niñas en este pueblo y se tuvo que desaparecer la tuya! -exclamo.
Lo veo apretar la mandíbula.
-No hables, Aranza.
-No. ¿Quieres sacar en cara los errores de nuestras familias y restregalos? Perfecto, yo también puedo hacerlo. -vocifero, pero luego pienso mejor las cosas. -Pero a diferencia de ti y todos los tuyos, yo no me voy a quedar aquí a culpar a otros por mis errores. -me giro y empiezo a caminar a casa.
-¿A donde vas? ¡Detente!
No le hago caso y continúo, solo me detengo al ver una sombra entre los arboles del bosque detras de nosotros.
-Aranza, tenemos que hablar.
-Sube al auto. -ordeno, sin apartar la mirada de la persona completamente vestida de negro que empieza a caminar hacia nosotros.
-¿Que? -pregunta confundido.
-¡Que subas al auto!
Se sube rápidamente al vehículo despues de mirar en la misma dirección que yo, lo imito con el corazón a punto de salir por mi boca. A la persona, criatura o lo que sea que haya sido eso, no le dio tiempo de llegar hacia nosotros porque Allan arrancó y nos alejamos de ahí rapidamente.
Déjà vú.
Me permito respirar con tranquilidad al verificar que lo habiamos perdido.
-¿Cómo nos encontro tan rápido? -pregunta Allan, aunque por el tono de su voz parecía una pregunta interna.
Suspiro, sin detenerme a comentar nada dado a que aún seguía enojada.
Maneja por unos minutos más hasta que nos hallábamos a las afueras del pueblo.
-¿Que...?
-Vamos a tener que dormir en un hotel, sera lo mas pertinente. -asiento lentamente dandole toda la razón.
Busco mi teléfono y llamo a mi tía, no pasan los dos timbres cuando me contesta con voz preocupada.
-¡Dios mio, muchacha! ¿Donde estas? Estaba por llamar a la policia. ¿Estas bien? -espero a que termine su vomito de preocupación verbal para responder.
-Estoy bien, tía. No te preocupes por mi, voy a quedarme en casa de mi amiga, -inconscientemente miro a Allan. -por algo que se presentó cuando me iba a dejar en casa. Mañana te cuento, solo promete que cerraras todo bien.
-Ummm... Claro, Aranza. Pero, ¿de qué hablas?
No me pude contener.
-Un loco nos atosigó y nos persiguió hasta el mirador, afortunadamente lo perdimos. Solo prometeme que estaras alerta.
-Te lo prometo, cariño. Por favor, tu hazme el favor de cuidarte. Vas a dormir con una desconocida. -riñe.
-No es una desconocida, tía. Pero te prometo que me cuidaré. -cuelgo al mismo tiempo que Allan estaciona el auto.
Antes de ir a la posada nos aseguramos que no había nadie alrededor. Al adentrarnos al sitio nos recibe una señora regordeta de sonrisa amable.
-¡Uh, que parejita! -nos mira con ternura desde el mostrador. -Un hijo de ustedes dos saldría monisimo.
Me sonrojo hasta las orejas.
-Oh, no. Nosotros no...-un señor bigoton me interrumpe.
-¡Mujer deja de incomodar a los jovenes por Dios! -se le acerca mirándola mal, luego se gira hacia nosotros. -¿En que puedo ayudarlos?
-Queremos...-Allan se ve interrumpido por la señora.
-Oh, y es tan de suerte solo me queda una habitación. -dice mirando un cuaderno en sus manos.
La respiración se me atasca.
Allan me mira por un instante antes de asentir y tomar las llaves de la habitación, luego se aproxima a sacar su billete para cancelar.
-¿Por una noche? ¡Par de picarones! -nos mira a ambos con una sonrisa pícara.
Quería morirme de la vergüenza.
-¡Cecile! -la riñe el señor que al parecer es su esposo. -¡Que mujer mas metiche!
Intenté no reir ante ello pero no pude.
Minutos después llegamos a la habitación, era grande y toda de un color salmón; tanto en las paredes como en las cortinas y las demas cosas en ella. Tenia una cama grande (lo que agradecía mentalmente), un sofá junto a la ventana y un armario, además de la puerta junto a este que deberia ser la del baño.
No recordaba la presencia de Allan hasta que carraspeo.