Recorrí el cristal de la pecera tamaño humano en donde me encontraba, apenas y pude darme cuenta del agua a mi alrededor. Intenté subir hacia el final para salir de ella, pero mis manos esposadas y pegadas al unico metal en la pecera me lo impedía.
Al caer en cuenta de que me encontraba sentada, me levanté y elevé alcanzando la superficie y de esa manera tomando aire, pero por mas alta que yo era la atadura me mantuvo retenida, devolviéndome al mismo lugar donde me encontraba.
Estaba asustada, mejor dicho aterrada.
Me iba a ahogar.
Pero asombrosamente al abrir nuevamente los ojos ya no me encontraba en ahí, sino al frente. Viendo como una niña de cabello negro y vestido blanco con negro daba pequeños saltos que no servían para nada. Intente acercarme pero algo me lo impidió, ella me dio una ultima mirada antes de desplomarse.
Despierto de golpe respirando toscamente, quito las sabanas de mi cuerpo y me dirijo hacia el baño.
"¿Crees que este viva?" -le pregunté a Allan antes de quedarme completamente dormida.
Pasaron varios minutos para que él respondiera.
"Mama esta segura de ello, yo prefiero no tener esperanzas."
Abro la llave del lavamanos y juntando ambas manos las lleno de agua para mojarme la cara.
La ahogaron...
-Y de la forma mas cruel. -susurro.
-¿Estas bien? -la voz de Allan me hace sobresaltar.
Subo la mirada hacia el espejo, viéndolo recostado en el marco de la puerta.
-¿Qué horas es?
-Las tres de la mañana. -responde. -¿Tuviste una pesadilla?
Asiento.
-¿Quieres hablar de ello? -no respondo.
No porque no quisiera, sino porque no tenia idea de como decírselo.
-Entiendo que estes molesta conmigo, Aranza. Reconozco que soy un imbécil, resentido y...-su intensa mirada me eriza los vellos y más al notar lo cerca que se encontraba. -, que no te merece. Perdón, Aranza.
Me giro hacia él inconcientemente, sintiendome pequeña al rectificar que sí se encuentra muy cerca.
-Te perdono. -susurro. -Disculpa que haya dicho eso de Allana, yo...
-Esta bien. -me corta. -Mas que disculparte, tengo que agradecerte por todo lo que haz hecho.
Su voz ya no era lejana, sus labios estaban a centímetros de los mios y el azul marino de sus ojos brillaba con intensidad.
De un momento a otro ya no éramos las dos personas que se gritaron sandeces hace menos de un día, su labios en los mios extrañamente me hicieron sentir especial. Como si estuviese esperando este momento durante toda mi vida, y me preguntaba porqué si apenas lo conocía.
Subo mis manos a sus hombros al mismo tiempo que colocaba las suyas en mi cadera lentamente, seguro pensando que podría detenerlo en cualquier momento.
No lo iba a hacer.
En un abrir y cerrar de ojos me cargó, yo enrrolle mis piernas en su cintura para no caerme a medida que caminaba hacia la cama. Donde me deposito suavemente y empezamos a deshacernos de todo y a olvidar solo por unas horas.
-Aranza...-jadeó en mis labios, para luego apartarse solo un poco. -No tengo como cuidarme.
Entendí a lo que se refería, pero yo no quería que se detuviera.
-Puedo tomar la pastilla. -afirmo.
Me mira por un momento en el que sus ojos brillaron y sus pupilas se dilataron con mas intensidad, luego junto nuevamente nuestros labios.
Cuando todo debía de suceder me tensé recordando algo importante que no le había comentado a Allan.
-Detente. -susurro apenada.
-¿Que pasa? -me mira preocupado.
-Yo...-inevitablemente me sonrojo. -Nunca he estado con nadie.
Me mira sorprendido.
-¿Como...?
-Sólo quería que lo supieras. -digo, deteniendo cualquier pregunta porque claramente no era el momento.
Me sonrió captando la indirecta.
-Entonces espero ser bueno. -su respuesta y mirada coqueta me hizo sonreir. -Y cuidadoso.
Dicho eso, volvio a lo que estabamos.
Cuando el dolor agudo pero leve me atacó lo miré encontrando en sus ojos sentimientos que no puedo describir, el magnetismo entre nosotros era increíble, pero aún mas lo era esa cuerda invisible que nos unía.
¿Por qué siento que él es el complemento que siempre esperé en mi vida?
(***)
Me levanto de la cama lentamente para no despertar a Allan. Abro la puerta del baño, y doy un largo suspiro después de mirarme en el espejo.
Sin duda alguna todo lo que me quedaba de niñez quedó en esa cama.
"Espero ser bueno."
Y vaya que lo era.
Muerdo mi labio inferior para evitar una sonrisa traviesa, al mismo tiempo que veo mis mejillas sonrojarse.
Definitivamente era lo mas loco que había hecho en mi vida.
Después de lavarme los dientes y hacer mis necesidades, sintiendo de vez en vez una pequeña punzada en mis partes, regreso a la habitación sorprendiéndome al encontrar a Allan sentado en la orilla de la cama.
Alza la cabeza topándose conmigo.
-¿Cómo estas? -me pregunta con voz ronca, lo que me hace erizar la piel debajo de su camisa. -Te queda muy bien. -sonríe.
Muerdo mi labio inferior queriendo que la tierra me trague.
Me toma de la mano y me acerca a él hasta que logra sentarme en su regazo. Busca mis labios con los suyos de manera tranquila, dejando suaves y tiernos besos en ellos.
Pero algo me impide continuar.
Suspirando me levanto de sus piernas.
-¿Ocurre algo? -pregunta mirándome preocupado.
-La pesadilla que me despertó en la madrugada. -comienzo, pero me detiene.
-No tienes porque hablar de eso si no quieres.
-No quiero. -me sincero. -Pero debes saberlo. -me mira sin decir nada, por lo que continuo. -Allana me mostró... Como la ahogaron.
Aunque lo ultimo lo dije en un susurro apenas audible, su expresión me afirmó que si pudo oírlo.
Se levanta de la cama y da unos pasos hasta darme la espalda, mirando directamente a la ventana.
Él si tenia esperanzas.
-Si confiabas en que estaba con vida. -susurro.
-Aceptarlo no significa que no duela. -dice con voz quebrada. -Era mi única hermana... Pero te juró que los que le hicieron esto van a pagar. -agrega duramente.
Lentamente lo abrazo por detras y coloco mi mejilla en su espalda.
-Lo lamento.
Lo siento removerse entre mis brazos y sollozar silenciomente. Decido no hablar hasta que se haya desahogado completamente, pero fue muy duro ver como sufría sin que yo pudiera hacer algo.
Minutos después de haberse calmado, se giró hacia mí y me correspondió el abrazo. Besando débilmente mi frente, me apretó contra su pecho desnudo.
-Gracias. -susurra.
Lo miro extrañada.
-¿Por qué?
-Por todo lo que haz hecho por mi, Aranza. -me mira. -Enserio, gracias.
Le sonrío y entonces me besa, pero esta vez no hay nada que nos detenga.