Henko: La Ira Salvaje

Recuerdo Traumático.

La policía seguía la búsqueda desesperada de Okiro y sus hermanos. El líder de un grupo de rastreo tomó su radio y llamó personalmente a Kimura. —Señor, no hemos podido dar con ellos —informó con frustración—. Llevamos tres horas de búsqueda y hemos perdido todo rastro. Al parecer, se dieron cuenta del rastreador y lo abandonaron en la zona. Sin embargo, sabemos que se encuentran aquí, en Natatugo. Las fronteras están cerradas; no hay forma de que salgan.

Lang Kimura escuchó el informe de frustración con una frialdad pétrea. Sin levantar la voz, pero con una autoridad innegable, ordenó: —Revisen el perímetro; no podemos permitir que escapen. —Su tono se endureció al dar la orden de cese de comunicación—: No vuelvas a llamar. Va a comenzar la reunión de Clanes.

Lang Kimura cortó la comunicación abruptamente. El líder policial, sin inmutarse, se dirigió inmediatamente a su equipo. Su voz era firme, replicando la autoridad que acababa de recibir: —La orden es seguir buscando. ¡No podemos dejarlos escapar! ¡Revisen el perímetro como se nos ha indicado!

Neythan regresó al laboratorio justo cuando Yoishi terminaba su relato. Interrumpió a Koelle y declaró con urgencia: —No los entregaremos, Koelle. Al menos, no hasta que podamos hablar con el líder de ellos. —Se refería a Okiro.

Yoishi sonrió, un gesto de genuino alivio y satisfacción. —Gracias por ponerte de nuestro lado —le dijo a Neythan, asintiendo con convicción. Luego, con total confianza, añadió: —Estoy seguro de que Okiro se pondrá de acuerdo en lo que necesites. —La sonrisa de Yoishi era una promesa de cooperación y una reafirmación tácita del liderazgo de su hermano.

Koelle miró a Neythan con una mezcla de exasperación y sarcasmo. —Ahora el loco eres tú —le espetó, volviendo al realismo frío—. ¿Hablar con él? Ese tipo no despertará en mucho tiempo. Y francamente, dadas sus heridas internas, no es seguro que lo haga. —La sentencia médica de Koelle desbarató la estrategia de negociación de Neythan.

Yoishi la interrumpió, su tono de voz inusualmente firme a pesar de su estado. —Tranquila, Koelle. Okiro no es normal —declaró con una certeza absoluta—. Él se levantará en cualquier momento. El chico podrá hablar con él. —La fe de Yoishi era un desafío directo al diagnóstico profesional, basado en el conocimiento íntimo del extraordinario poder de su hermano.

Koelle miró a Yoishi con exasperación. —Quizás tengas razón con tu fe ciega —dijo—. Pero si despierta en meses, tendrán que quedarse aquí por mucho tiempo. Yoishi, si ustedes permanecen aquí, no podré ayudar a nadie más, porque el riesgo de que nos descubran será demasiado alto.

Yoishi reconoció que estaban en peligro de comprometer su refugio, y se dispuso a responder. Pero Neythan lo interrumpió, diciendo con firmeza: —Koelle, por primera vez tendrás que dejar de lado tu trabajo. Necesito urgentemente hablar con ese tipo.

La frustración de Koelle era evidente en su expresión. Sin embargo, miró la seriedad inquebrantable de Neythan. Entendiendo que la urgencia era real, cedió. —De acuerdo —murmuró—. Lo haré por ti. —Su tono demostraba que el compromiso era con su compañero, no con los fugitivos.

Al obtener el consentimiento de Koelle, Neythan asintió y una leve sonrisa de alivio cruzó su rostro. Inmediatamente, preguntó: —¿Dónde están mis audífonos, Koelle?

—Los dejé en el escritorio, Neyth —respondió Koelle. Neythan se dirigió al escritorio, tomó sus audífonos y se los colocó de inmediato. Salió del laboratorio a toda prisa y pulsó reproducir en su dispositivo. Justo cuando el audio iba a empezar a sonar, Koelle lo tomó firmemente por el hombro, con el ceño fruncido. —¿Qué estás tramando? —le preguntó, la sospecha evidente en su voz.

Neythan se giró hacia Koelle, y en sus ojos había una luz febril, mezcla de ambición y obsesión. —Koelle, esta es la oportunidad que estuve esperando durante mucho tiempo. —Le susurró con voz intensa. —Ya puedes imaginar lo que estoy por hacer. —Su mirada se desvió un instante hacia el laboratorio que tenia la puerta abierta, hacia la camilla donde yacía Okiro—. Estoy increíblemente ansioso por que ese tipo despierte.

Koelle se sorprendió, su voz llena de preocupación. —Deberías olvidar tu pasado, Neythan. Hace poco hablamos precisamente de eso. —La reprimenda de Koelle golpeó a Neythan. Él se contuvo, asintió levemente con la cabeza y vio cómo ella regresaba al laboratorio. Al verla desaparecer tras la puerta, se giró para apoyarse en el barandal. Reprodujo el audio y cerró los ojos, concentrándose en la escucha...

La voz del audio transportó a Neythan quince años atrás. El lugar era la lejana Isla Yaraqui, una pequeña masa de tierra cerca de la costa del país Natatugo... Donde habitaba la familia real Hansell y su asociado, el clan Fraith.

El país había vivido en armonía y profunda tranquilidad durante mucho tiempo, pero esa felicidad no duró mucho tiempo. Poco después, la nación se vio envuelta en un amargo conflicto contra un clan vecino que carecía de realeza, el poderoso Clan Hasper. Estos dos clanes vivían separados, controlando sectores opuestos de la isla.

El Clan Hasper declaró la guerra abiertamente al Clan Fraith por el supuesto asesinato de uno de sus ministros, quien había sido enviado a negociaciones con el clan rival. La paz se rompió por una traición en medio de un diálogo.

Mientras todo eso ocurría, Neythan vivía en un campo con sus padres. Eran extremadamente humildes; a veces, la comida era escasa. Sin embargo, en el campo cercano, había otras familias con niños de su edad, y Neythan hizo muchos amigos en esa sencilla comunidad.

Cuando estaba a punto de cumplir siete años, tuvo un día de profunda felicidad. Ese día recibió el regalo que tanto anhelaba: unos audífonos. Sus padres habían hecho un esfuerzo inconmensurable y un gran sacrificio para comprarlos. Él apreció tanto ese regalo, el fruto del amor de sus padres, que no le gustaba quitárselos.



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En el texto hay: fantasia, accion, aventura

Editado: 08.11.2025

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