La tarde era oscura, repetida como una anafora infinita, o una maldición sin final.
Entre risas y correteos mientras la neblina se entraba al patio, Sofía se lastimo el tobillo.
-¡Raúl! ¡Raúl!- Gritó la niña desesperada, la pequeña yacía tirada en el piso del patio de su casa.
-¡Raúl! ¡Raúl!-Llamó de nuevo Sofía a su primo con quien jugaba hacia poco. Miro a su izquierda y a su derecha, pero no lo vio por ninguna parte, su tobillo sangraba y el dolor en su pie era muy fuerte. Raúl, por alguna razón había desaparecido.
La noche empezaba a caer. Sofía suspiró y se levantó como si nada le doliera y caminó como si nunca se hubiera lastimado. Se adentró en el oscuro patio con la esperanza de encontrar a Raúl. Buscó entre las matas del patio. Él tenia que estar cerca, pues hacia muy poco tiempo que los dos estaban juntos. Se acercó a un pequeño arbusto y vio que cerca de él estaba su muñeco favorito: Henry. Sofía extrañada, frunció el ceño y se acercó un poco más.
-¿Qué haces aquí Henry? - Preguntó la Sofía al muñeco.
-Te estaba esperando, Sofía. -Respondió el muñeco con una extraña sonrisa. -¡Te extraño tanto!.
Sofía se arrodillo para recoger el muñeco, pero cuando acercó sus manos a él, este se esfumó dejando una especie de humo oscuro, Sofía sacudió con sus manos la tierra donde hace unos segundos estaba Henry casi con la esperanza de que volviera a aparecer de nuevo.
-¿Donde estas, Henry? -Decía mientras seguía revolviendo la tierra con sus palmas, y su impotencia de no hallarlo la hicieron romper a llorar.
Estaba arrepentida de haber dejado ir a Henry nuevamente.
Editado: 03.05.2020