El Rey de Dafquenca había fallecido hace cinco años y junto con él la muerte de su única heredera, eso es lo que las personas dicen, pero incluso cuando estoy a punto de morir por el frío invierno, aquella noticia me sigue causando gracia, al desaparecer las personas de mi Reino dedujeron que había muerto de forma inmediata, pero claro ellos siempre me vieron como la frágil princesa y no los culpo, pero aquella es una gran mentira, frágil fueron aquellos hombres que intentaron matarme, ágil fui al permanecer con vida, aunque puedo decir que a esto no se llama vida, estar a punto de morir por el frío, no haber comido hace bastantes días y ni hablar de dormir, porque me aterra cumplir aquella necesidad básica.
‒ Debemos regresar a algún pueblo, si no vamos moriremos, se que tienes miedo, pero aquí no saldremos viva‒ Dijo una diminuta voz muy cerca de mi rostro.
‒ No lo entiendes, regresar no es una opción- estar acorralada no facilita pensar, el frío no ayuda, el miedo no ayuda, me sentia ahogada en la desesperación, aun así no me detuve y continúe caminando por la fuerte tormenta‒ Te puedes ir, refugiate, yo seguiré- Sabía que al decir esas palabras aquella pequeña hada destinada a servirme hasta mi muerte no me abandonaría, morirá a mi lado aunque sea un muerte lenta y dolorosa.
Al morir el rey no solo había muerto su hija, si no la magia, la vida, la naturaleza, aunque en Dafquenca los único seres con magia era la familia real, se dice que en el algún lugar al otro lado de las montañas, existe todo de tipo de magia, todo tipo de ser mágico. Se dice que la familia real fue alejada para mantener aquel mundo con vida, a mi parecer es algo absurdo, porque ahora la única persona que mantiene ese mundo con vida está a punto de morir, aunque puedo confiar en que mi padre dejó algún bastardo en este mundo, para no acabar con aquella leyenda que movilizó su vida en cada aspecto de ella.
‒ Amar, debemos regresar, ir al pueblo, moriremos ¡moriremos! Esto es tu culpa, debemos buscar dinero y descansar, no seguir huyendo, ahora moriremos ¡Moriremos!…
‒ Cupulna, moriré, ya no puedo levantar mi cuerpo, no siento mi manos, mi pies se niegan a seguir- con una amarga sonrisa, tome la pequeña mano de mi acompañante- Debes vivir, esa maldita leyenda no acabara con tu vida, busca ayuda‒ Su rostro lleno de lagrimas negaron incontables veces y aquello me hacia enloquecer, había llegado a mi límite y el miedo me estaba haciendo abandonar mi valentía y solo tenia una opcion, debía usar mi magia, que nunca era una problema pero en las condiciones que me encontraba necesitaba centrar mi vista y por suerte frente a mi habia un pequeño árbol que intentaba resistir ante la gran tormenta, el fuerte olor a Jazmines inundo el lugar por lo cual no tardarian en encontrarnos, asi que aumente mi calor corporal y con la ultimas energias que tenia mi cuerpo me levante y camine hasta las montañas, solo un idiota intentaria seguirme hasta ese lugar, la tormenta los mataria y debido a la leyenda de mi familia acercarse a la montañas es un desafio doble, fuerza bruta y creencias, es Dios quien manda el mundo o un duende detras de esa montañas. Caminar hasta morir me hacer recordar las misas de domingo, donde el olor a jazmines estaba prohibido, pero el vino era una adoración al momento de terminar un extensa misa, mi familia siempre estuvo en el limbo, apoyando la misa del dia domingo, pero haciendo magia el día siguiente, para mi Padre el cielo era el límite, Dios nos dio una oportunidad de ser diferente y nosotros teniamos la opcion de decir el futuro de la tierra.