La primera sensación fue el frío, un viento helado acarició mi piel, y el sonido de las hojas agitándose me rodeó. Abrí los ojos con dificultad, sintiendo mi cabeza latir con un dolor profundo, como si algo dentro de mí se hubiera resquebrajado, no sabía dónde estaba, lo último que recordaba era la playa… la arena fría bajo mis manos, el rugido del mar y, luego, un golpe, alguien me había atacado.
Me incorporé con esfuerzo, sintiendo la humedad en mis ropas y el sabor salado del agua aún en mis labios. Miré a mi alrededor. Estaba en un pequeño bosque, un claro rodeado de árboles de troncos retorcidos y ramas desnudas que parecían garras apuntando al cielo. No había señales de nadie más. Quienquiera que me hubiera traído hasta aquí, se había marchado. Mi corazón latía con fuerza. ¿Cuánto tiempo había estado inconsciente? ¿Quién me golpeó? ¿Por qué me dejaron viva? Las preguntas se agolpaban en mi mente, pero no tenía tiempo de responderlas. Debía huir.
Me puse en pie, tambaleándome al principio, pero con cada paso mi determinación se afianzaba. No podía quedarme aquí esperando que quien me atacó regresara a terminar lo que empezó, así que caminé.
El primer día, mis piernas eran pesadas y mis pensamientos oscuros. Caminé sin rumbo, buscando cualquier señal de un camino, un refugio, algo que me dijera que no estaba sola en este mundo hostil. Pero solo encontré más árboles, más silencio. La noche cayó como un manto de sombras, y el frío me obligó a acurrucarme contra un tronco seco, esperando que la oscuridad me dejara descansar.
El segundo día, el hambre se hizo insoportable, no tenía fuerzas, pero aún así avancé. Cada paso se sentía como una batalla, mis labios estaban agrietados, mi cabeza aún dolía por el golpe, y mi piel ardía por la falta de comida y agua. Comencé a preguntarme si realmente había escapado de la muerte o si solo estaba prolongando lo inevitable.
El tercer día, vi el bosque.
Pero este no era como el pequeño bosque en el que desperté. Era enorme, oscuro, con árboles tan altos y frondosos que el cielo desaparecía entre sus ramas. Sus sombras se extendían como dedos, alcanzándome antes de que siquiera entrara en él. El aire olía a humedad y algo más… algo podrido, como si el bosque mismo estuviera vivo y esperando devorarme. Mi cuerpo entero se paralizó. Este lugar no era normal, un escalofrío recorrió mi espalda, y di un paso atrás, No quería entrar, mas bien no podía.
—Te tardaste demasiado—La voz me hizo sobresaltarme, giré la cabeza con el corazón latiendo en los oídos, y allí, flotando a la altura de mi rostro, con sus diminutas alas brillando como cristal, estaba Culpulna, mi pequeña amiga hada, la primera y única señal de esperanza en días de desesperación, mi cuerpo cedió y caí de rodillas, sintiendo por primera vez que tal vez… no estaba completamente perdida.
—Creo que te matare, no sabes cuánto he sufrido por tu culpa, pense que habias muerto— Mi pequeña amiga acuno mi rostro entre sus manos y me miró atentamente, analizando cada expresión de mi rostro, obviamente no quería matarla, mas bien no quería que sus pequeñas manos se alejaran de mi rostro, que me mantuviera en pie, con energía, menos sola.
—Lo sé, pero debemos entrar aún no estás a salvo…
*****
Estar dentro del bosque no fue tan terrible como pensé al acercarme. De hecho, era extraño el miedo que me había atenazado al ver su silueta desde la distancia se disipó en cuanto crucé el umbral entre lo conocido y lo desconocido. Esperaba oscuridad y peligro, pero en su lugar encontré… calma. El aire estaba inmóvil, como si el bosque entero contuviera la respiración. No había viento, no había sonido. Ni el crujir de hojas bajo mis pies ni el canto lejano de un pájaro nocturno. Solo un silencio absoluto. El hedor putrefacto que había sentido antes desapareció por completo, como si jamás hubiera existido, el ambiente aquí no era sofocante ni gélido, sino templado y acogedor, como si el mismo bosque me estuviera envolviendo en una caricia invisible. Pero lo más extraño fue mi propio cuerpo, el agotamiento que había arrastrado durante días, la punzada de hambre en mi estómago, el dolor punzante en mis piernas… todo eso simplemente se desvaneció. Mi respiración se volvió pausada y estable.
—Este bosque tiene una leyenda fascinante, hace muchos años, antes de que su familia viajará al otro lado de las montañas, el Rey sembró este bosque, un bosque solo para la familia real, al comienzo solo eran unos pocos árboles, pero al pasar los años se convirtió en lo que ve hoy, un refugio para nosotras que pertenecemos al otro mundo. Estos días han sido dificil, No dejes de caminar— Detesto cada vez que Culpuna me apura, desde que soy pequeña siempre me hace saber que soy muy lenta para ella, pero si yo tuviera alas claramente iria mas rapido, pero no es muy fácil caminar en un bosque tan frondoso, que tiene miles de árboles caído, lo que dificulta demasiado el camino.
— Los primeros árboles crecieron bajo un hechizo muy antiguo que entrelaza nuestras familias, nunca pensé que este bosque se haría tan grande y siniestro, más bien nunca pensé que el hechizo duraría tantos años, era un hechizo pequeño, pero supongo que al pasar un tiempo se hizo aún más poderoso, busco magia, busco mas fuerza y se convirtió en esto, un refugio, ya lo entenderás, solo tienes caminar…
—Culpuna ¿Cómo sabes esa historia? Pense que solo conocías mi mundo ¿De que hablas?
—Nunca pensé que tendría que hablar sobre esto, pero soy la primera hada del otro mundo, la verdad es que es una historia muy graciosa, pero vamos a evitar algunos detalles o más bien bastantes detalles. Todo comienza cuando deciden salvar este mundo y envían a una familia real a el otro mundo, el mundo de los humanos, junto con ello deciden enviar a la familia Una, que es mi familia, cada vez que nace un rey el hechizo que está en este bosque nos lleva a nuestro rey, yo no te elegí, fue el bosque, nuestro antepasados decidieron que fuera de esta forma, ellos sabían que este momento llegaria, es aquí donde termina nuestro viaje....