En el momento en que lo vi, supe por qué Culpulna tenía tanta prisa por llegar, era un rincón escondido dentro del bosque, un mundo completamente distinto al resto de aquel lugar tenebroso. Un oasis de luz en medio de la penumbra. Los árboles aquí eran diferentes: sus troncos brillaban con reflejos dorados y sus hojas parecían estar tejidas con hilos de esmeralda y zafiro. Pequeñas casas de formas circulares colgaban de las gruesas ramas, suspendidas en el aire como frutos encantados, con puentes finos de madera y enredaderas entrelazadas que las conectaban entre sí, pero sin dudas lo más hermoso eran las hadas, pequeñas y resplandecientes, revoloteaban por todas partes, dejando tras de sí un rastro de luz brillante, como si el aire mismo se llenará de estrellas fugaces. Sus alas eran de cristal puro, reflejando todos los colores del arcoíris, y sus diminutas figuras parecían bailar con cada movimiento, creando una sinfonía de destellos en el aire.
Las luces colgaban en delicadas guirnaldas de enredaderas, parpadeando en tonos dorados, lilas y azules, iluminando el bosque con una calidez mágica, como si estuviera respirando vida. El suelo mismo parecía vibrar con la energía del lugar, y las flores, grandes y abiertas, se mecían suavemente a pesar de la falta de viento, no era solo un refugio, era un santuario.
—Vamos, llegamos tarde...—Me acerqué lentamente, sin intención de interrumpir, pero cuando las pequeñas hadas me vieron se quedaron en total silencio para luego hacer una rápida reverencia, Culpuna sin darme tiempo a pensar tomó un mechón de mi pelo y me obligó avanzar para luego señalar un lugar para sentarme, las hadas rápidamente se sentaron frente a un gran escenario.
—Hoy mis queridas amigas, les contare una historia de amor, un amor muy profundo— dijo el único elfo del lugar mientras subía al escenario acompañado de una elfa que no prestaba atención a su relato— Hace muchos años un plebeyo del castillo, un plebeyo sin oportunidades, un elfo que permanencia añorando que las historias de su cabeza se convirtieran en realidad, que se volviera en el héroe, incluso en el Rey, por ello decidió encontrar el amor, cansado de una vida solitaria, de una vida llena de reglas, por lo cual tomó el camino difícil y se aventuró en lo único que si podía conseguir, el amor. Se alejó del reino y sus obligaciones, camino contra el mal clima, camino aun cuando tenía hambre, camino cuando lo intentaron asesinar, el valiente hombre camino el doble evitando este bosque, evitando a Alma. El hombre tenía un objetivo muy claro, quería encontrar el amor. Los elfos solo amamos a una persona en la vida, se dice que si dejas el amor o tu elfanidad puedes vivir una vida eterna, pero nuestro plebeyo quería dejar de soñar, quería pertenecer en la vida de alguien. Por ello sin notarlo cruzó al otro lado, pasó la tormenta y llegó al mundo de los humanos, un mundo nuevo, donde podía comenzar desde cero y eso hizo, se acercó al primer pueblo, las personas lo recibieron con gran encanto, en aquellos años donde los límites no existían, en algunos pueblos cercanos a las montañas los humanos y los elfos conviven de manera cordial, cada uno consumido en sus mundos, de todas formas nuestro querido amigo sintió un encanto especial por los humanos y comenzó a utilizar su magia y sus conocimiento para ayudar a los humanos— Rápidamente el elfo se bajó del escenario y se sentó en una gran mesa alejada de las hadas quien se disiparon en un instante, Culpuna se acercó a mi oído y en un breve susurro me dijo que podía explorar el lugar antes de que continuara la historia. A las hadas no les importo mi presencia y continuaron bebiendo y bailando al compas de un suave melodia.
Me aleje de todo el movimiento, ensimismada en mis pensamiento, aun sentia que era un sueño muy irreal ¿A quien pretendo engañar? Esto es real, siempre lo fue, nunca pude dudar de las historias de mis padres ¿Como dudar si soy magia? Aunque me siento extraña en este lugar no puedo dudar de que es aqui donde pertenezco, es aqui donde siempre tuve que llegar, aunque eso no quita que sienta algo extraño en este lugar, algo que esta a punto de estallar.
—Pajarita— La voz de Eskraft me envolvió como un lazo invisible antes de que siquiera pudiera reaccionar. De pronto, su mano fuerte me sujetó con firmeza y mi espalda chocó contra el rugoso tronco de un árbol gigantesco. Las hojas crujieron sobre mi cabeza y una ráfaga de aire cálido se deslizó entre nosotros, pero no había espacio para escapar, estaba atrapada. Él se acercó aún más, lo suficiente para que sintiera el calor de su cuerpo filtrarse a través de mis ropas. Su presencia era abrumadora, un muro de fuerza impenetrable que me inmovilizaba tanto física como mentalmente. Sus ojos, profundos y oscuros como la noche sin luna, se clavaron en los míos con una intensidad imposible de ignorar.
—No pensé que me darías tantos problemas, pero huiste— Su tono no era de ira, sino de algo más peligroso: un juego de paciencia al que no estaba segura de querer jugar. Sus dedos rozaron mi rostro con una caricia inesperadamente suave, deslizándose hasta mi labio inferior. Pasó el pulgar lentamente por su borde, como si estuviera marcándome.
—¿Cómo me encontraste? —murmuré con cautela, mi voz apenas un susurro, esperando que la tensión que crecía entre nuestras miradas se disipara. Pero Eskraft sonrió, apenas un leve movimiento en sus labios, cargado de algo insondable. Su mirada no se apartó de la mía.
—Te recuerdo, pajarita, que usaste un hechizo de amor— Mi corazón se detuvo—Tú misma me diste la llave para entrar en este lugar— Me quedé inmóvil, la voz de Eskraft era un eco dentro de mi cabeza, una verdad que no quería escuchar. Pero él continuó, sin apartarse, sin ceder ni un poco en su proximidad.
—Me guiaste en tu camino, usaste un hechizo de amor sin siquiera conocerlo— Era imposible y sin embargo, era cierto. Lo sentí antes de que terminara de hablar, ese lazo invisible que se había formado entre nosotros, ese hilo intangible que me ataba a él de una manera que no podía comprender. Se inclinó, su aliento acariciando mi piel cuando sus labios quedaron apenas rozando mi oído.