Heredera de la Muerte

capitulo 13

Cada momento que pasaba, mi cuerpo se sentía más agotado, pero no era solo el cansancio físico, sino la tensión que se apoderaba de mi mente. ¿Cómo pude haber ignorado por tanto tiempo mi conexión con la tierra? Eso había sido lo más sencillo de evadir, el más obvio de los lazos, el que se tejió sin que me diera cuenta, una conexión construida mucho antes de mi nacimiento. Pero lo que realmente me arrastraba hacia la oscuridad, lo que realmente me perturbaba, era Eskraft. Cada día, cada minuto que pasaba, sentía su presencia como una corriente imparable que fluía a través de mí, inquebrantable. Sus fuertes latidos resonaban en mi pecho, un eco que se desbordaba y me alcanzaba, como si mi corazón estuviera sincronizado con el suyo, como si nuestras almas compartieran un ritmo ancestral que ni él ni yo podíamos comprender del todo. Su mente intranquila me rozaba como un susurro en el viento, haciéndome sentir su confusión, su ansiedad, y una tensión palpable que se acrecentaba con el tiempo. Cada vez que intentaba concentrarme, su pulso acelerado parecía golpearme en las sienes, arrastrando mis pensamientos hacia él. Y la temperatura de su cuerpo, que de alguna manera podía sentir aún a la distancia, aumentaba mi incomodidad. A pesar de estar separados por un abismo, de alguna forma estábamos conectados, atrapados en un hechizo que yo misma había lanzado, un hechizo que ahora parecía tener vida propia, fortificándose con cada respiración, con cada latido. Aquella atracción, esa fuerza inexplicable que crecía entre nosotros, se alimentaba de mi magia, de mi propio deseo, pero también de algo mucho más profundo, algo que no podía ni quería controlar. Como si todo lo que sentía fuera el eco de algo mucho mayor que los dos, algo que nos estaba uniendo con cada instante, empujándonos más cerca el uno del otro, sin que pudiéramos escapar.

—La magia era como un río incontrolable. Un río que fluye con fuerza, a veces calmado y otras veces arrasador, pero que, en su forma más pura, solo se puede guiar si uno sabe cuándo avanzar y cuándo ceder— Dijo Katrinfa intentando dar una advertencia de algo que aun no lograba entender— Comenzarás con el fuego, es algo fácil de controlar y que no te dañara intenta comprender cómo el fuego no sólo destruye, sino que también da vida, cómo puede ser una herramienta de creación o un desastre si se pierde el control…

****

La tarde había llegado a su fin de una manera especial, aunque los avances fueron lentos, me sentía satisfecha con lo logrado. Había logrado controlar el fuego, al menos lo suficiente como para evitar que me consumiera a mí misma o incendiara el bosque. Fue un progreso pequeño, pero significativo. Sin embargo, las palabras de Katrinfa seguían resonando en mi mente, como un eco que no podía ignorar. Ella me había advertido, con una seriedad que no dejaba lugar a dudas, que este bosque albergaba una fuerza ancestral, un poder tan antiguo como la tierra misma. El bosque no solo albergaba vida, sino también magia pura, un poder que no debía tomarse a la ligera. Lo que había logrado con el fuego era solo el principio, pero la advertencia de Katrinfa seguía pesando sobre mis hombros. Sabía que debía aprender a manejar esta fuerza, a comprender su profundidad, antes de que el bosque mismo se volviera contra mí.

*****

Las hadas se movían a su alrededor como si fueran fragmentos de luz, pequeños destellos de energía pura. En un abrir y cerrar de ojos, me encontraba rodeada por ellas, y mientras las delicadas manos de las pequeñas criaturas me alzaban, una sensación extraña de calma me invadió. Las hadas comenzaron a trabajar con rapidez y destreza, cada una con una habilidad única. Una de ellas acarició mi rostro, suavemente, y de inmediato sentí como si todo el cansancio se desvaneciera, como si la magia de la naturaleza fluyera a través de mí, restaurándome. Otras se encargaban de mi cabello, recogiendo las hebras con una delicadeza que nunca antes había sentido, transformando mis mechones al viento en una obra de arte fluida, como las ramas de un árbol en primavera. Las flores brotaban de mi cabello, añadiendo toques vibrantes de colores y aromas dulces que se entrelazaban con la suavidad de mi vestido, que ahora brillaba bajo la luz tenue del bosque, como si fuera hecho de la misma esencia de las estrellas.

Al estar lista, el aire mismo parecía susurrar, invitándome al baile. Sin embargo, a pesar de toda la belleza que me rodeaba, mi mente no podía dejar de buscarlo, a él. En el centro del claro, las pequeñas hadas comenzaron a danzar a mi alrededor, sus movimientos ligeros, rápidos y llenos de gracia, como si todo el bosque estuviera celebrando algo eterno. Y aunque la música que brotaba de la naturaleza me envolvía, mi corazón no podía evitar sentirse vacío, sentir algo más allá de la necesidad.

Sin embargo, mientras la danza continuaba, comencé a perderme en la magia de la noche. Las pequeñas hadas me guiaban con risas y giros, sus alas brillaban en el aire como polvo de estrellas, creando círculos de luz alrededor de mi cuerpo. Aunque el anhelo por Eskraft persistía, me dejé llevar por la magia del momento, permitiendo que mi ser se fundiera con el ritmo del bosque, con el latido del suelo bajo mis pies. La conexión con la tierra era más fuerte que nunca, y la naturaleza misma me envolvía en un abrazo cálido, lleno de promesas de algo más. Las hadas, con sus risas, me enseñaron a olvidar, aunque solo fuera por un rato, esa necesidad profunda de encontrar lo que parecía estar fuera de mi alcance. Mientras danzaba entre ellas, sentí que el dolor y la incertidumbre comenzaban a desvanecerse, siendo reemplazados por una nueva sensación: la de pertenecer, aunque solo fuera a este instante.

La música y la risa de las hadas giraban a mi alrededor, como una danza encantada que me envolvía en su ritmo suave y luminoso. Me dejé llevar, abandonándome por un momento a la magia del lugar, disfrutando del baile, de las luces danzantes y la compañía de esas pequeñas criaturas que compartían su alegría conmigo. Pero entonces, una sensación extraña, casi insoportable, empezó a invadirme. Mi mente, que hasta ese momento se había dejado arrullar por la magia del bosque, se tensó de repente, como si un destello de oscuridad hubiera atravesado todo mi ser. Fue como un rugido lejano, una vibración profunda que sacudió todo mi cuerpo, y entonces los oí. Los gritos.




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