Heredera del Vacío

Capítulo 1.

La arena huele a sangre y ceniza.

El suelo bajo mis pies es áspero, cubierto de polvo y fragmentos de piedra rota. Alrededor, la multitud ruge con una mezcla de emoción y sed de violencia. El Eclipse Carmesí brilla sobre nosotros, tiñendo el cielo de un rojo profundo, un presagio de guerra y muerte.

No debería estar aquí.

Mi pulso late con fuerza en mis oídos mientras observo a los otros competidores que han ingresado a la Prueba del Eclipse. Guerreros de todas partes de Valthoria han venido para reclamar su derecho a ser Senyars. Pero yo no estoy aquí por gloria ni honor. Estoy aquí porque Aeliano no debía morir.

Mi hermano no estaba preparado para esto. Yo sí.

Bajo la capucha oscura de mi capa, escondo mi rostro mientras mis dedos aprietan el mango de mi espada. No puedo permitirme el lujo de temblar. No ahora.

Un hombre con una armadura de obsidiana da un paso al frente en la plataforma central de la arena. Es el Comandante Ronan Vaelis, líder de los Senyars. Su mirada severa examina a los combatientes como si ya supiera quién vivirá y quién morirá.

¡Bienvenidos a la Prueba del Eclipse! —su voz resuena por toda la arena, amplificada por la magia de los monolitos arcanos que rodean el coliseo—. Solo los más fuertes vincularán su destino con un áure. Solo los dignos sobrevivirán.

Las puertas de la arena se cierran con un estruendo, atrapándonos dentro. El sonido de armas desenvainándose me pone en guardia.

Es hora.

La primera batalla

El primer ataque llega por mi costado. Me agacho justo a tiempo para evitar el golpe de un hacha, girando sobre mis talones para esquivar. Mi atacante es un hombre alto y musculoso, con cicatrices en los brazos. Demasiado lento. Demasiado obvio.

Me deslizo bajo su guardia y le doy una patada en la rodilla. Crujido. Su grito es sofocado cuando mi espada se estrella contra su pecho, lanzándolo al suelo. Uno menos.

No hay tiempo para pensar. Otro adversario se lanza sobre mí, una mujer con dos dagas y reflejos afilados. Es rápida, pero yo soy más rápida. Me muevo como una sombra, bloqueando su ataque y deslizando mi espada hacia su costado. Siente el filo antes de que pueda reaccionar.

La arena se convierte en un caos. Gritos, acero chocando, polvo elevándose en el aire. No cuento cuántos caen. Solo sigo moviéndome, esquivando, atacando.

Desde las gradas, alguien me observa.

Kael Rhyen.

No lo noto de inmediato, pero su mirada se clava en mí como un filo helado. Está apartado de los demás nobles y académicos, con su capa oscura ondeando con el viento. Su rostro es inescrutable, pero algo en su postura me dice que está intrigado.

¿Por qué?

No tengo tiempo de averiguarlo. Un rugido hace que todos los combatientes se detengan.

Las compuertas de la arena se abren de golpe, y de su interior emergen las bestias.

El desafío final

Criaturas con alas de sombras y colmillos de obsidiana se abalanzan sobre nosotros. No son áures vinculados, sino bestias salvajes, traídas aquí para probar nuestra resistencia. Sus ojos brillan con un hambre inhumana.

Esto no estaba en los planes.

Uno de los monstruos me elige como su presa. Un karkharn, una criatura parecida a un dragón sin alas, con garras lo suficientemente afiladas como para partir una armadura.

Me lanzo a un lado justo cuando sus fauces se cierran dónde estaba hace un segundo. Demasiado cerca.

Mis opciones son limitadas. No puedo ganar solo con mi espada. Necesito magia.

Mi mano se desliza hasta la runa en mi muñeca. La toco y un frío me recorre la piel. Una pequeña cantidad. Solo lo suficiente.

La sombra a mis pies se retuerce, como si cobrara vida. Una corriente oscura serpentea desde el suelo, envolviendo mi brazo y mi espada.

Los ojos del karkharn se abren con terror justo antes de que mi ataque lo alcance.

El silencio cae sobre la arena.

El karkharn yace en el suelo, su cuerpo envuelto en sombras que aún se disipan. Los otros competidores se han detenido, algunos mirándome con horror.

Sobre las gradas, Seraphine Valdor, la directora de la Academia Arcana, se ha inclinado hacia adelante. Me ha visto.

Mi sangre se enfría. No debía usar la magia del Vacío.

Kael sigue mirándome, pero ahora su expresión ha cambiado. Ya no está intrigado. Ahora está alerta.

La voz del Comandante Vaelis rompe la tensión.

¡La prueba ha terminado!

Los sobrevivientes, pocos en número, jadean y se desploman en el suelo. Yo me mantengo de pie, escondiendo mi temblor.

No sé qué significará esto para mí. Solo sé una cosa: he llamado la atención de la Academia. Y eso nunca trae nada bueno.




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