La luz rojiza del fuego chisporrotea sobre el acero en la forja de la Academia. El calor es insoportable, el metal en las brasas resplandece como un sol atrapado en piedra. El sonido de martillos golpeando acero retumba en el aire.
Aquí es donde los cadetes fortalecen su equipo y, más importante aún, marcan su piel con runas de poder.
El sudor me resbala por la nuca mientras observo la fila de guerreros esperando su turno para ser marcados.
—¿Qué pasa, Drayven? ¿Te arrepentiste de venir aquí?
La voz burlona de Riven Caelor me hace girar con lentitud.
Su grupo de idiotas se ríe. El chico, alto y con el pelo negro atado en una coleta, me mira con esa estúpida suficiencia de noble nacido creyendo que el mundo le pertenece.
Levanto una ceja.
—Si quisiera arrepentirme de algo, habría empezado por oírte hablar.
Las risas se apagan. Los ojos de Riven chispean con rabia.
—¿Quieres probar si sigues siendo tan lista cuando te arrastre por la arena?
Hago una pausa, ladeo la cabeza y sonrío de lado.
—Oh, Caelor… no sabía que te gustaba perder en público.
Los demás sisean y se ríen, algunos incluso le dan palmadas en el hombro.
Él aprieta los dientes, con su orgullo herido.
—Vas a pagar por esa boca, Drayven.
Se mueve para agarrarme del brazo. Mala decisión.
Lo esquivo con facilidad y le meto el pie. Riven se va de bruces contra la mesa de armas.
El metal choca y el sonido resuena por toda la forja.
Los cadetes se giran a mirarnos, algunos con los ojos abiertos de par en par, otros entretenidos.
Riven se levanta de golpe, echando humo por las orejas.
—Veremos si sigues con esa actitud en la arena.
Me da un empujón en el hombro cuando pasa junto a mí.
Voy a matarlo.
Pero antes de que pueda responder, una voz familiar resuena detrás de mí.
—Peleas demasiado, Drayven.
Me giro y Kael Rhyen está apoyado contra una de las columnas, observándome con su maldita sonrisa de suficiencia.
—Lo llamo diplomacia.
—Lo llamo un desastre a punto de ocurrir.
Cruzo los brazos, dándole una mirada fulminante.
—¿Por qué no dejas de acecharme y te preocupas por tus propios problemas?
Kael da un paso adelante, invadiendo mi espacio personal sin ninguna disculpa.
—Porque tú eres mi problema.
La forma en que lo dice… no sé si es una amenaza o algo más peligroso.
Una promesa.
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Las lecciones en la Academia Arcana no se limitan a la lucha.
Hay clases de estrategia, historia, control mágico… pero hoy, hay algo diferente.
Nos han reunido en el Gran Salón. En el centro, un mapa de Valthoria cubre la mesa principal.
Seraphine Valdor camina entre nosotros, su presencia helada como una sombra.
—Los Senyars no son solo guerreros. Somos el escudo de Valthoria.
Desliza su mano sobre el mapa.
—Hace siglos, las razas aladas reclamaban los cielos. Dragones, grifos, fénix… pero los humanos eran débiles en comparación. Hasta que apareció la Brecha.
Un murmullo recorre la sala.
—La Brecha —continúa Seraphine— fue un portal a una dimensión intermedia. De ella surgieron los áures. Criaturas de sombras y fuego, unidas a nosotros por un vínculo de alma.
Sus ojos dorados nos recorren.
—Los áures nos eligieron. Y a cambio, nosotros los entrenamos para ser nuestra fuerza. Nuestra primera y última línea de defensa.
Kael, desde un rincón, habla por primera vez.
—¿Defensa contra qué?
Seraphine le dedica una mirada enigmática.
—Contra lo que pueda venir.
No da más explicaciones.
Pero el mensaje está claro.
La Academia Arcana no solo entrena guerreros. Prepara un ejército.
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Esa noche, decido salir a despejar mi mente.
El entrenamiento ha sido duro, y la charla de Seraphine no me ha dejado tranquila. Algo está pasando en Valthoria. Algo más grande que los juegos de poder en la Academia.
El bosque que rodea la Academia es espeso y silencioso. Demasiado silencioso.
Cuando el primer movimiento entre las sombras me alerta, ya es demasiado tarde.
Alguien me ataca por la espalda.
Caigo al suelo con un gruñido, rodando justo a tiempo para esquivar una segunda embestida. Tres figuras encapuchadas emergen de la oscuridad.
—Vaya, vaya… la chica del Vacío sale sola de noche.
Reconozco la voz.
Riven.
—¿Te has cansado de ser humillado en público y ahora quieres intentarlo en privado? —digo con una sonrisa burlona, aunque mi corazón late con fuerza.
—Eres un error, Drayven —escupe él—. Los Senyars somos elegidos por la magia de este mundo. Pero tú… lo que tienes no es natural.
Uno de sus compañeros desenvaina una daga.
—Deberíamos corregir el error antes de que sea tarde.
Siento el poder de Nyx agitarse dentro de mí. Puedo pelear.
Pero tres contra una… no será fácil.
El primer ataque viene rápido.
Esquivo la daga y logro darle un golpe en la cara a uno de los agresores. Pero otro me agarra por detrás, inmovilizándome el brazo.
—Vas a aprender a quedarte en tu lugar, Drayven.
—No si puedo evitarlo —gruño, intentando zafarme.
Y entonces, una sombra cae sobre nosotros.
La lucha se detiene en un instante.
Riven y los suyos se congelan cuando Kael Rhyen emerge de las sombras con la calma de un depredador.
—¿Interrumpo algo? —pregunta, con una sonrisa cruel.
Riven intenta recomponerse.
—Esto no es asunto tuyo, Rhyen.
Kael inclina la cabeza, como si lo considerara.
—Vaya. Lo dices como si me importara.
Y antes de que Riven pueda reaccionar, Kael lo golpea con la fuerza de un rayo.
Los otros intentan atacar, pero no tienen oportunidad. Kael se mueve como una tormenta, rápida y letal.
Cuando el último de ellos huye, Riven se retuerce en el suelo, escupiendo sangre.
Kael se agacha a su lado y le susurra algo que no alcanzo a oír.
Lo siguiente que sé, es que Riven sale corriendo.
El silencio cae entre nosotros.
Me levanto, todavía recuperando el aliento.
—Podía manejarlo sola —digo.
Kael se cruza de brazos.
—Claro. Se notaba por cómo estabas en el suelo.
Le lanzo una mirada asesina.
—¿Siempre tienes que ser tan insoportable?
—¿Siempre tienes que ser tan terca?
Nos miramos en un duelo silencioso. Y entonces, Kael sonríe.
—Me gusta.
—¿Qué cosa?
Se acerca un poco más.
—Que no me temes.
La distancia entre nosotros es mínima. Su cercanía es peligrosa.
Y lo peor es que yo también sonrío.
—No le temo a los idiotas.
Kael suelta una carcajada baja.
—Buena respuesta, Drayven.
Me da una última mirada y se aleja.
Me quedo allí, sintiendo el eco de su presencia, la adrenalina aun bombeando en mis venas.
No quiero admitirlo.
Pero hay algo en él que me intriga.
Y eso, podría ser un problema.
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Editado: 13.08.2025