La mañana es helada, pero la arena de combate ya arde.
Los cadetes están alineados en formación. Frente a nosotros, los instructores nos observan con expresión dura.
—Las Pruebas del Destino determinarán quién merece estar aquí —anuncia Ronan Vaelis, el comandante de los Senyars. Su voz es un filo de acero.
Camina entre nosotros con las manos cruzadas a la espalda.
—Cada uno de vosotros ha sido elegido por un áure. Pero el vínculo no significa nada si no sois dignos. Si falláis… os iréis.
Alguien traga saliva cerca de mí. Yo no.
—Primera prueba: Resistencia y magia —continúa Ronan—. Cruzaréis la arena sin ser derribados.
Parece fácil… hasta que las sombras se mueven.
Las barreras arcanas caen.
Y las bestias aparecen.
Criaturas invocadas por los instructores, simulaciones de combate. Pero su mordida es real.
La prueba comienza.
Los cadetes corren, atacan, esquivan.
Yo calculo.
Nyx se agita en mi interior. No es como los demás áures. No ruge, no arde.
Es un vacío.
—¡Empieza ahora!
El grito de Ronan Vaelis apenas se escucha cuando el suelo explota.
Piedras llueven. Algo enorme se abalanza sobre mí con garras destellando.
Me lanzo a un lado justo cuando un lobo de sombras intenta arrancarme la cabeza.
Maldita sea.
No nos dieron instrucciones. No nos dijeron qué esperar.
Solo nos soltaron en la arena para sobrevivir.
A mi izquierda, una llamarada corta el aire. Un cadete grita cuando su áure es derribado por un grifo negro.
A mi derecha, una lanza de hielo se estrella contra el suelo, dejando una neblina gélida.
Yo observo.
Esto no es solo una prueba de magia o fuerza.
Es una prueba de estrategia.
Y ya sé cómo ganarla.
Me giro en el momento justo para ver a Riven corriendo hacia mí.
Su áure, un dragón con escamas azules y púrpuras, ruge.
—No te escondas, Drayven —escupe—. Vamos a ver si eres digna.
Idiota.
Lanza una corriente de fuego.
Nyx la devora.
Su magia desaparece en el aire como si nunca hubiera existido.
Los ojos de Riven se abren con horror.
Yo sonrío.
—Prueba fallida —susurro.
Le parto la nariz con un puñetazo.
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Los supervivientes de la primera prueba se agrupan al borde de la arena.
Yo estoy intacta.
Kael Rhyen también, por supuesto.
Está apoyado contra una columna, su túnica negra ondeando con el viento. No parece cansado.
—¿Te has divertido, Drayven?
Ruedo los ojos.
—Si patearte la cara hubiese sido parte de la prueba, lo habría disfrutado más.
Kael sonríe.
—Te gusta imaginarme en el suelo, ¿eh?
—Me gusta imaginarte lejos de mí.
Él suelta una risa baja.
—Lástima. No va a pasar.
No sé si quiero golpearlo o…
No.
Lo primero.
Definitivamente lo primero.
Seraphine Valdor alza la mano.
—Segunda prueba —dice—. Vínculo y control.
Un murmullo recorre a los cadetes.
—Cada uno invocará su áure para una prueba de sincronización. Vuestra capacidad para luchar en armonía con su criatura decidirá si avanzáis… o si fracasáis.
La mayoría asiente con confianza.
Yo no.
Porque Nyx no es como los demás.
Y esta vez… no podré ocultarlo.
Uno a uno, los cadetes invocan a sus áures.
El aire se llena de sombras aladas, fuego y relámpagos.
Los grifos lanzan rugidos. Los dragones de sombras extienden sus garras.
Cuando llega mi turno, el silencio cae sobre la arena.
Doy un paso adelante.
Siento la energía de Nyx arremolinarse dentro de mí, esperando.
Mi magia no fluye como la de los demás.
No es un torrente de poder. Es un abismo.
Y cuando lo abro… todo desaparece.
El suelo bajo mis pies se oscurece. Las runas de la arena parpadean y luego se apagan.
La luz se desvanece por un instante.
Y entonces, Nyx emerge.
Los demás áures retroceden.
Incluso los Senyars veteranos observan con atención.
Porque Nyx no tiene alas normales.
Es un vacío viviente. Un fragmento de la Brecha.
Cuando aterriza a mi lado, su mera presencia consume la magia en el aire.
—Imposible… —susurra alguien.
Seraphine Valdor me estudia con ojos calculadores.
Lo saben.
Lo que soy. Lo que tengo.
Y algunos me temen.
Kael me observa con una intensidad diferente.
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El bosque está en silencio cuando Kael me encuentra.
No porque quiera, porque él no me deja otra opción.
—Tu áure es diferente.
—¿Otra observación brillante, Rhyen?
Él da un paso más cerca.
—Eres peligrosa.
Sonrío.
—Gracias.
Kael entrecierra los ojos.
No le gusta mi respuesta.
Y a mi tampoco me gusta que me mire así.
Como si viera algo en mí que los demás no pueden ver.
—No sé qué eres, Drayven…
Su voz se oscurece.
—Pero no me quedaré quieto para averiguarlo.
Entonces me ataca.
Su espada corta el aire.
Yo bloqueo.
Las chispas saltan entre nosotros.
Nuestras armas chocan una y otra vez, el eco rebotando en la noche.
—Me respetas —siseo.
—Sí —gruñe.
Presiono más fuerte.
—Pero también me temes.
Kael sonríe.
—Un poco.
Su pierna se desliza. Me hace tropezar.
Caigo.
Antes de que pueda moverme, está sobre mí.
Su espada apunta a mi cuello.
Su respiración es la única cosa que escucho.
—No te subestimaré, Elara.
Y se aleja.
Dejándome con el pulso acelerado y demasiadas preguntas.
Las Pruebas del Destino aún no han terminado.
Pero algo ha cambiado.
Todos me ven.
Kael Rhyen también.
Y no sé si es un problema…
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Editado: 13.08.2025