No todas las marcas son visibles.
Algunas duelen sin romper la piel.
Otras… la queman desde adentro.
Desperté con el sabor metálico de la sangre en la boca.
Y un nuevo ardor bajo las costillas.
Otra runa.
Tallada con la precisión de un cuchillo etéreo.
Involuntaria. Incomprensible.
Como si la misma oscuridad me estuviera escribiendo.
Me arranqué la túnica con torpeza, el sudor pegado a mi cuerpo, la piel enrojecida.
Allí estaba.
Una espiral en forma de S, rodeada de pequeñas líneas curvadas, como lenguas de sombra.
No era humana.
—Nyx… ¿qué significa esto?
Él apareció sin sonido, fundido en la esquina más oscura de la habitación, sus alas plegadas como un abrigo de noche.
Sus ojos eran espejos rotos.
—Es un juramento —dijo, su voz vibrando en mi mente como un susurro lejano—. Has aceptado algo… aunque no lo recuerdes.
—¿Qué acepté?
—Confianza. En la oscuridad. Eso tiene precio.
Esa misma noche, no pude dormir.
La runa seguía latiendo bajo mi piel como un segundo corazón.
Así que bajé.
Bajé más allá de los corredores donde las luces arcanas flotaban. Más allá del umbral donde los aprendices no debían pasar.
Al Archivo Prohibido.
Kael apareció de la nada. Como si me hubiera seguido. Como si supiera que me iba a perder.
—No puedes estar aquí —me dijo. Pero no me detuvo. Solo caminó a mi lado.
—¿Entonces por qué viniste tú?
Me lanzó una mirada rápida. Luego otra, más lenta.
—Porque algo va mal. Y tú ya lo sabes.
Caminamos en silencio entre estanterías de cristal.
Los libros no tenían títulos. Solo marcas. Runas como la mía. Algunas se agitaban en las cubiertas, como si respiraran.
Y entonces lo vi.
Un mapa. No de Valthoria, sino de su red subterránea. Túneles bajo la Academia. Refugios. Salidas. Rutas de escape.
—¿Por qué alguien necesitaría esto?
Kael respondió con voz seca:
—Porque alguien está planeando algo grande.
La traición no vino con cuchillos ni hechizos.
Vino con nombres conocidos.
Entre los registros de acceso del archivo, uno me heló la sangre:
“Comandante Ronan Vaelis”
—el mismo que entrenó a mi padre, el mismo que siempre pareció protegernos.
Y junto a él:
Seraphine Valdor.
—¿Están tramando algo contra los Senyars? —murmuré.
—No contra todos… —Kael tragó saliva—. Contra los que no obedecen. Los que se vinculan a bestias como Nyx.
Me di cuenta.
El enemigo no era el Vacío.
Era el miedo a lo desconocido.
Y ese miedo se había infiltrado en el corazón mismo de la Academia.
—Podemos exponerlos —dije—. Mostrar esto.
Kael negó con la cabeza.
—No. Ellos son el poder. Nadie les creerá. Necesitamos pruebas más sólidas. O nos matarán por traidores.
—¿Y si ya lo saben? ¿Y si esto fue una trampa? —pregunté.
—Entonces ya estamos muertos —respondió.
Y sonrió. Esa sonrisa torcida, rota, que solo muestra cuando ya ha aceptado la pelea.
Volvimos por otro túnel, uno que conectaba directamente con el ala norte.
Pero antes de salir, algo me arrastró hacia un rincón del pasadizo.
Nyx rugió en mi mente.
Y entonces lo sentí.
Otra runa.
Se quemó bajo mi omóplato izquierdo.
Dolor puro.
Me hizo caer de rodillas, gritando en silencio.
—¡Elara! —Kael me sostuvo, pero no pudo detener la marca.
Sus manos temblaban.
Sus ojos, furiosos.
—¿Qué te está pasando?
—No lo sé. Es como si cada vez que me acerco a la verdad, algo me marca. Como si alguien... o algo... me estuviera rastreando.
Kael no habló.
Solo apretó los dientes, y por un momento, creí ver miedo en él.
Antes de volver a los dormitorios, Kael me detuvo.
Me tomó de la muñeca, como si no quisiera que siguiera sola.
—Tienes que cuidarte, Elara. Y si no puedes confiar en nadie más… confía en mí.
—¿Y si tú también me traicionas?
Él no parpadeó.
Solo se acercó, tan cerca que sentí su respiración en mis labios.
—Entonces márcame con fuego. Pero hasta entonces… estoy contigo.
Me aparté, pero no sin esfuerzo.
Porque parte de mí… quería creerle.
Y eso era más peligroso que cualquier runa.
________________________________________
De regreso en mi habitación, tomé un cuchillo pequeño y lo apoyé sobre la runa nueva.
No sangró.
No se borró.
Era parte de mí ahora.
Una nueva línea en el mapa que no conocía.
Un nuevo paso hacia algo más grande… y más oscuro.
Aeliano, ¿dónde estás?
¿Tú también estás marcado como yo?
La respuesta vino con un susurro que no era mío:
—Estamos cada vez más cerca.
Y entonces supe que la próxima traición…
no vendría de mis enemigos.
Vendría de alguien que decía protegerme.
#1884 en Fantasía
#6020 en Novela romántica
vinculos, magia aventuras misterio amores amistad, acciondrama
Editado: 13.08.2025