La Academia de Valthoria, en su majestuosidad, se erguía orgullosa en el centro de las tierras. Pero esa mañana, cuando el sol apenas asomaba por el horizonte, el suelo comenzó a temblar. No fue un temblor común. Era más profundo, como si la misma tierra estuviera retorciéndose bajo una presión invisible. No me equivoqué: algo venía.
La sensación de peligro, esa ansiedad que me recorría la columna vertebral, estaba en el aire, espesa como una niebla invisible. De repente, el retumbar del suelo se convirtió en un estruendo ensordecedor. El sonido de puertas que crujían, de gritos que se alzaban en la distancia, comenzó a llenar el ambiente. No era solo un temblor. Estábamos siendo atacados.
— ¡Elara! — la voz de Kael llegó de repente a mis oídos, cortante, urgente. El caos parecía no tener fin, pero no me importaba. Solo pensaba en él. En su cercanía. En el miedo que había comenzado a surgir en lo más profundo de mi pecho, aquel miedo visceral que nunca había sentido antes.
Sin embargo, mi corazón palpitaba con una fuerza que no entendía. La Academia se encontraba en peligro, pero por alguna razón, el caos alrededor de nosotros no lograba desviar mi atención de la forma en que Kael me miraba. Aquel vínculo extraño y cada vez más intenso entre nosotros estaba consumiéndome.
— ¡Tenemos que salir de aquí! — gritó Kael, su tono firme, pero su rostro reflejaba una mezcla de ansiedad y preocupación. Pude ver la desesperación en sus ojos cuando me alcanzó.
Me moví rápidamente hacia su dirección, el sonido de mis pasos resonando en el pasillo vacío que una vez había sido tan familiar. El aire estaba cargado con la energía que precede a la batalla, una energía que sentía como si estuviera en mis huesos, en mi alma. El vínculo con Nyx retumbaba en mi cuerpo, como si las sombras que él llevaba consigo respondieran a la amenaza que se cernía sobre nosotros.
La Academia estaba sumida en un caos absoluto. El aire se volvía espeso, como si la misma atmósfera hubiera sido rasgada por el filo de una tormenta oscura. La luz del sol apenas se filtraba entre las nubes negras que cubrían el cielo. Los gritos de los cadetes resonaban a lo lejos, mezclados con el rugir de las criaturas que habían sido liberadas en el campo de batalla. El Vacío se había extendido como una enfermedad, y todo lo que tocaba se volvía oscuro y desolado.
El suelo bajo mis pies temblaba. El Vacío estaba tomando la Academia.
El sonido de espadas chocando, de magia desatada, llenaba el aire, y todo parecía ser consumido por una vorágine de destrucción. No podía permitir que esto ocurriera. No podía permitir que lo que había costado tanto trabajo preservar fuera arrasado por la oscuridad.
Mis piernas se movían rápido, pero mi mente estaba fija en un solo objetivo: proteger a los que aún quedaban, a los que aún luchaban para mantener en pie lo que nos quedaba de la Academia.
El caos reinaba a mi alrededor, pero no dejaba que nada me distrajera. El Vacío fluía dentro de mí, ardiendo con furia y ansias de venganza. Cada paso que daba me acercaba más al corazón de la batalla, al centro de la destrucción, donde los verdaderos enemigos de la Academia se habían congregado.
— ¡Elara! ¡Atrás, cuidado! — La voz de Kael se elevó sobre el estruendo. Miré hacia su dirección y lo vi, espada en mano, enfrentando a un grupo de enemigos con la destreza de un guerrero experimentado. Su mirada se cruzó con la mía por un breve segundo. Había algo en ella, un destello de determinación y algo más… ¿Preocupación?
Pero no tuve tiempo de pensar en ello.
Me lancé hacia la lucha.
El Vacío no era solo mi poder; era mi tormenta interna, la que había estado creciendo desde el momento en que me vinculé con Nyx. Ahora, sin las ataduras de la duda, la oscuridad se desataba de mí como una fuerza incontenible.
Mis manos se alzaron y las sombras respondieron, arrastrando a los enemigos hacia mí como si fueran marionetas sin voluntad. Sus cuerpos se desintegraron al contacto con la oscuridad, y el aire a mi alrededor se llenó de la pesada quietud que solo el Vacío podía traer.
Pero el enemigo no se detendría allí. En el centro del campo de batalla, una figura se alzó, portando una bandera negra con el emblema del Vacío grabado en ella. Eran ellos. Los seguidores del Vacío. Los que creían que la destrucción era la única salvación.
— ¡Basta! — Gritó uno de ellos, un hombre alto con una máscara negra que ocultaba su rostro. ¿Quién era este líder de las sombras? Mi cuerpo se tensó. Era evidente que había algo más en esta batalla, algo mucho más grande que lo que veía a simple vista.
Me lancé hacia él, desatando el poder de Nyx. Mis sombras se elevaron como dragones oscuros, engullendo a los soldados que se interponían en mi camino. Sentía la magia recorriéndome, pulsando en mis venas como una corriente que no podía ser contenida. Las sombras de Nyx, como si tomaran vida propia, destruyeron todo a su paso, dejando solo una estela de caos y muerte.
Pero el líder no retrocedió. Él era fuerte. Mucho más fuerte de lo que imaginaba. Cuando intenté lanzar un hechizo más potente, algo extraño ocurrió. La magia que había invocado se volvió inestable, y una energía extraña comenzó a surgir desde el corazón de la Academia, como si el mismo suelo estuviera siendo deshecho por dentro.
Algo no estaba bien.
— ¡No puedes detenernos! — El líder alzó las manos, y la tierra a mis pies comenzó a abrirse, liberando criaturas sombrías que surgieron de las profundidades. Su poder era contagioso, y estaba utilizando el Vacío para controlarlo.
Desvié el hechizo que había lanzado, centrando toda mi energía en contrarrestar la distorsión que había creado. No podía dejar que el Vacío se apoderara de todo.
Con un grito, extendí mis manos hacia el cielo, y las sombras de Nyx comenzaron a danzar en el aire, enfrentando directamente la oscuridad que el líder había desatado. Los dragones de sombra y las criaturas surgieron en una batalla titánica, chocando entre sí mientras las almas que las habitaban luchaban por ser libres.
El combate se intensificaba, y el aire a mi alrededor parecía vibrar con la tensión. El Vacío trataba de tragármelo todo, pero me negaba a dejar que el caos se extendiera. No hoy. No mientras aún quedara un atisbo de esperanza.
En medio de la batalla, algo me sacó del trance de oscuridad en el que me encontraba. Un destello de luz, uno tan familiar que casi me paralizó. Miré hacia donde provenía, y mis ojos se encontraron con los de Kael, quien estaba cubierto de heridas pero no dejaba de luchar.
Era inevitable. Sin palabras, me dirigí hacia él, mis sombras despejando el camino mientras corría con furia. Kael estaba rodeado, sus espaldas casi al límite, pero su mirada nunca se apartó de mí.
En ese momento, nuestros ojos se encontraron, y, como si el mundo se hubiera detenido por un segundo, el caos se desvaneció. El peso del Vacío que llevaba dentro y la furia de la batalla parecían ser nada ante la conexión que compartíamos. Ni siquiera el caos podía romper lo que estábamos construyendo.
Kael no dijo nada. No hizo falta. El simple hecho de que estuviéramos allí, en medio de la tormenta, luchando uno al lado del otro, lo decía todo.
A su lado, desaté mi magia con más fuerza, envolviendo a los enemigos en un torbellino de oscuridad y fuego. Las criaturas sombrías fueron arrastradas hacia la nada, desintegrándose a medida que avanzábamos.
Cuando finalmente caímos, exhaustos, los seguidores del Vacío empezaron a retroceder. El líder permaneció erguido, mirándonos con una furia que podía sentir en el aire, pero algo cambió en su mirada. La incertidumbre se apoderó de él. Sabía que la batalla no había terminado, pero por ahora, la victoria era nuestra.
La oscuridad se retiró, pero solo por un instante. Sabía que esto era solo el comienzo.
A través del polvo y la destrucción, me giré hacia Kael. Era todo lo que tenía ahora. Y, aunque no lo dijera en voz alta, algo en su mirada me decía que él también lo sabía.
— Vamos. Esto no ha terminado. — Dije, mi voz firme a pesar de lo que acababa de suceder.
— Te sigo, Elara. — Su respuesta fue todo lo que necesitaba escuchar.
La batalla aún no había terminado, pero nuestra alianza, nuestra conexión, había sido sellada en ese momento.
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Editado: 13.08.2025