“Morí al tocar el tiempo. Renací en sus manos.”
Era un día cualquiera. Caminaba por el centro de Barcelona, distraída, sin auriculares por primera vez en meses.
Y entonces lo vi.
Un medallón, tirado en el suelo junto a una alcantarilla.
Tenía forma de reloj de arena.
Los granos brillaban como si estuvieran vivos.
No sé por qué lo recogí. Solo sé que lo hice.
Lo toqué.
Sentí un escalofrío recorriéndome el brazo.
Y después… un claxon, un golpe seco, el grito de alguien.
Oscuridad. Silencio.
Cuando abrí los ojos, no había ambulancias.
Había tapices dorados.
Cortinas pesadas.
Y un vestido que me ahogaba.
Una criada me llamó “Madonna Lucrezia”.
Quise decir que se equivocaba, pero al mirarme al espejo, supe la verdad.
Yo era ella.
Y algo peor: recordaba todo.
📌 Que el Papa Alejandro VI es mi padre ahora.
📌 Que César Borgia, mi hermano, me usará como moneda política.
📌 Que intentaré casarme por amor, y ellos lo arruinarán todo.
📌 Que me tacharán de bruja, envenenadora, y amante incestuosa.
Pero esta vez no.
Esta vez tengo algo que no tenía antes:
Memoria.
Rabia.
Y futuro.