Prefacio.
—¡Por favor! ¡Ayuden a mi hijo! ¡Se nos está muriendo! —imploraba un hombre sosteniendo a un pequeño de apenas tres años entre los brazos.
—Ya le dije que debe esperar su turno —respondió la enfermera con la mirada puesta sobre un monitor.
—No, no respira… ¿no lo ven? —dijo la madre del pequeño, la voz se le trababa—. Mi niño está muriendo.
—¿Es usted médico? No, ¿verdad? Entonces no sabe. Guarden silencio y esperen su turno.
—¡De verdad que no respira! ¡Él…
—¡Si no se calman los sacaré de aquí! —interrumpió la enfermera al hombre sin siquiera atreverse a ver al pequeño—. ¡Esperen su turno!
—¡Se lo ruego! ¡Tenga compasión! —gritó la madre.
Las personas alrededor que atiborraban la sala se acercaron a la pareja notando el estado del pequeño. Indignados al haber sido testigos y victimas mismas del maltrato del personal alzaron la voz.
—¡Llamaré al ejército mismo si no se comportan! —amenazó la enfermera haciendo a todos callar ante la sola idea de ser sometidos por el ejército.
La escena llamó la atención de dos personas vestidas como médicos del hospital que caminaban por el área de urgencias del Hospital Civil de Marcel. Uno de ellos se detuvo al escuchar los gritos de esa pareja que suplicaba desesperada por ayuda para su hijo a pesar de la advertencia de la enfermera. Al notar el rezago de su compañero, la otra persona se detuvo y se le acercó.
—¿Qué sucede, señor? —preguntó.
—Zafiro. ¿Será esto una señal? —respondió y con la mirada señaló a la pareja que parecía estar al borde del colapso.
A la distancia, Zafiro no podía advertir si de verdad el pequeño no respiraba, pero sí que notó la desesperación e impotencia en la mirada de la pareja y el tedio de la enfermera que estaba llamando a seguridad. Le pareció irónico ver el cuadro del Gran Mariscal Will en la sala de urgencias, ya que estaba segura de que él no aceptaría el trato que le daban a los derechohabientes.
—¿Usted cree en eso, Diamante? ¿En las señales?
—Esta noche más que nunca —respondió Diamante con un suspiro.
Zafiro asintió y se adelantó a la conmoción.
—¡Doctora! —gritó el hombre al verla acercarse—. ¿Puede ayudarnos? Mi hijo no está respirando.
—Se me muere —gimió la madre.
—Tranquilos, los ayudaremos.
Al oír eso la pareja sintió un rocío de esperanza en el alma. La enfermera volteó a ver a Zafiro con mirada molesta que no pareció intimidarla, todo lo contrario. Diamante llegó con ella y pidieron personal para atender al pequeño ante la resignación de la enfermera quien, al ver la movilización provocada por esos dos, comprendió que no eran simples médicos y obedeció con la cabeza baja al igual que el resto.
Diamante tomó al niño de los brazos del padre, lo llevaron a otra área del hospital y pidieron a los padres aguardar por ellos. Zafiro y el equipo analizaron al pequeño, lo que los padres temían era cierto, su hijo moría. Los signos vitales eran cada vez más débiles, los números rojos en las máquinas eran constantes con sonidos que anunciaban la tragedia inminente que parecía no tener solución.
—Es un candidato favorable, Diamante —informó Zafiro a su superior—. Pido su permiso para realizar el procedimiento.
Diamante se detuvo a meditar en los últimos fracasos de la noche, ¿valdría la pena seguir intentando? Él y su equipo estaban agotados, además de que el cuerpo de León aún seguía en estado grave, ¿cuál era la mejor opción? El FOLDCell resultó ser algo más allá de una tecnología prohibida. Según Zafiro, era el alma de León, y si no encontraban un cuerpo compatible a tiempo el FOLDCell se consumiría y con ello cualquier esperanza de mantener a León con vida.
—Es increíble —dijo Zafiro—; este niño se aferra a la vida, a pesar de estar a punto de perder la batalla.
Diamante contempló al pequeño, quizás esa fuerza extra era lo que León necesitaba. No estaban muy seguros de que sucedería, bajo la predicción de Zafiro esto daría una segunda oportunidad a León y tiempo a ellos de decifrar lo que había sucedido y sucedía en la cúpula militar. La mirada de Zafiro mantenía la misma seguridad desde que iniciaron con esta travesía, ella estaba dispuesta a salvarlo en honor del fallecido teniente general Pietro Porath y por su deber como miembro de La Corona. La pasión de Zafiro por su deber fue suficiente para Diamante.
—Adelante —ordenó—. Por favor, León, no te rindas. Hazlo por tu padre, mi hermano Pietro, él quiere que sigas viviendo —murmuró Diamante para sí esperando que su fe de alguna forma salvara a su sobrino.
Justo las máquinas que monitoreaban los signos del pequeño sonaron anunciando su muerte, había perdido. Pero con esa señal el equipo empezó su trabajo para darle una segunda oportunidad a ambos. Mientras tanto, los padres habían sido llevados a una zona de espera, ambos sumidos en lágrimas sin entender el absurdo que los llevó a esta situación. Esa misma semana el médico familiar les había dicho que solo era una infección, con el pasar de los días el pequeño no mejoraba hasta que de pronto dejó de responderles.
—Ay, Adolf, y si… ¿si ya está muerto? —preguntó entre lágrimas la mujer.
#3188 en Ciencia ficción
#21369 en Otros
#2801 en Aventura
accion peleas amor amistad militares, recuerdosdelpasado, acción ciencia ficción
Editado: 09.03.2025