Heredero del Eón

Capítulo 9. Después de la tormenta.

Capítulo 9. Después de la tormenta.

Tom abrió los ojos, aun así, de poco parecía servirle la vista. A donde quiera que voltease solo había oscuridad. Asustado no quería ni mover las piernas, temeroso de que ni siquiera hubiese suelo fijo a su alrededor. El joven se abrazaba tratando de contener el poco calor que aún sentía en su cuerpo. Un sonido como el trino de un pájaro lo alertó.

“Re…da… “

A lo mucho pudo distinguir esas dos sílabas, alzó la vista y avistó una luz blanca azulada que parecía llamarlo como un faro. Respiró y dio un paso, al ver que era firme decidió seguir esa luz de esperanza. Poco a poco la luz se ampliaba y parecía fulminar en un punto especifico, entre más se acercaba más escuchaba ese cantar y las mismas sílabas. Tom se detuvo de freno, al fin había llegado, pero no podía comprender que era lo que tenía delante de él. Un ser humanoide con grandes alas, el cabello largo le caía y ondeaba con destellos que asemejaban estrellas. Varios halos de energía blanca parecían coronarle; esferas de luz blanca y azulada le danzaban alrededor. El ser resplandecía en su totalidad, la energía que irradiaba vibraba en el ambiente emitiendo un sonido etéreo. Tom no podía quitarle la vista, le parecía que ni en su imaginación podría concebir algo tan majestuoso. Al admirarlo con más detenimiento notó que estaba envuelto en cadenas que le comprimían las alas. Tom no podía entender porque alguien tendría a tan sublime creatura presa. El ente abrió los ojos, tan iluminados como el resto de su cuerpo y fijó la mirada en el joven robándole un suspiro.

“Recuerda…”

Al fin entendió que ese era el murmullo que había estado escuchando.

“Recuerda…”

Parecía que el ente lo repetía, ¿acaso le estaba diciendo a él que recordara? Pero ¿qué era lo que quería que recordara? Tom se acercó al ente y notó a sus pies un grueso candado.

“Recuerda…”

No dejaba de oír y parecía que el volumen de la voz se incrementaba con su atención al candado. ¿Si abría el candado recordaría?, aunque no estaba seguro de que recordaría. Tom alzó la mirada hacia el ente, quien no había dejado de observarlo y un poco dudoso se atrevió a preguntar:

—¿Quién eres?

El ente no respondió, solo se escuchaba el mismo murmullo y ese coro etéreo que no había dejado de sonar.

—¿Qué pasará si te libero?

A pesar de que el ente no respondió con voz parecía que lo había hecho a través de una corazonada.

—¿Recordar? —murmuró Tom—. Si te libero recordaré y seré…

Tom se apretó las manos, el ente le ofrecía un cambio, algo que él pensaba imposible. ¿Cambiar? ¿Curarse? ¿Liberarse? Su deseo oculto, la posibilidad de cambiar, dejar de ser un lastre y ser aceptado por todos, incluso por ella. Ser normal.

El joven se adelantó al candado dorado y lo tomó entre las manos, tomó aire, pero una voz conocida lo distrajo.

—¡Detente!

Tom se giró y contempló a ese niño de cabello dorado y lentes de grueso marco. Tom se hizo hacia atrás y dejó el candado. No podía creer que ese niño hubiese vuelto de sus pesadillas mentales.

—No te atrevas a liberarlo —le dijo el niño severo.

—Por, por favor. Si lo abro, yo… podré cambiar, podré dejar de ser un inútil.

El niño se acercó más a Tom para tenerlo de frente.

—Si lo liberas te arrepentirás —advirtió el niño—. Tú no puedes cambiar. Tú no mereces nada y tú único destino es el de ser un inútil.

—Pero, es muy doloroso y triste. Ya no más, por favor. Quiero cambiar.

—No puedes. Y si lo intentas vas a fracasar. Esta es la patética vida que alguien como tú merece. Y si no te gusta bien sabes cual es la salida, pero eres tan tonto que sigues aferrándote a la vida.

Tom apretó los ojos, el niño tenía razón. Lo mejor era dejar todo como siempre, rendirse y callar la esperanza ingenua que le prometía una vida diferente. La oscuridad empezó a consumir todo a su alrededor de nuevo hasta que solo quedó la tenue luz del ente que se desvaneció con una última suplica que insistía:

“Recuerda…”

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En el hospital el estado de Tom no se había calmado, Noel lo contemplaba impaciente. El metabolismo acelerado del joven degradaba los sedantes a una velocidad increíble y ya se le habían agotado las ideas al médico para estabilizarlo. Charles entró a la habitación, impotente observó a Tom cuyo cuerpo seguía iluminado.

—¿Alguna idea de Diamante? —le preguntó Noel al coronel.

—Todavía no. Me dijo que hablaría con Esmeralda. Hace tanta falta Zafiro.

—Lo sé. Si la reacción no se estabiliza podría destruir su cuerpo actual. A estas alturas, quizás la única opción es entregarlo a Herman para hacerlo regresar a su otro cuerpo.

El coronel no contestó más que negando con la cabeza.

—Sé que no era el plan —le dijo Noel al ver alterado a Charles—. Pero está en peligro de muerte. Creo que debemos exponerle esa posibilidad a Diamante lo antes posible.

—¡Carajo! —gritó Charles—. Si estaba todo bien, ¿cómo nos pudo pasar esto? —Charles se aproximó al joven que no había dejado de jadear y permanecía con los ojos apretados—. Por favor, amigo, ¡tienes que reaccionar! Sé que el poder de la semilla es inhumano, pero tú siempre has podido sobrellevarlo. Ahora también podrás… ¡Noel!

Charles llamó al médico al ver como lágrimas se le escapaban al joven mientras su respiración parecía calmarse. Noel analizó sus signos.

—¡Se está controlando! —informó.

Después de un par de minutos el cuerpo de Tom había dejado de resplandecer y respiraba tranquilo, parecía que el peligro había pasado. Aliviados, Charles y Noel esperaban expectantes a que Tom abriera los ojos.

—¿Crees que al fin recuerde? —le preguntó Charles a Noel.

—Esperemos que sí…

Tom apretó los ojos y poco a poco los abrió. Su vista se hizo más clara y pudo advertir a Noel y Charles.




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