Heredero del Eón

Capítulo 16. El avance de la jugada.

Después de mucho insistir y rogarle, Tom convenció a Anita de dejarlo regresar a la Academia. Adolf y Amy ayudaron en la ardua labor de persuadir a la madre necia. El domingo en que Tom tenía que regresar a la Academia llegó en un abrir de ojos y Anita se ofreció a llevarlo, aunque como no sabía conducir, Aldo tendría que fungir como conductor. A Tom se le había hecho rara la actitud de su hermano desde que había regresado a su casa, prácticamente no le dirigía la palabra, y cuando lo hacía, era solo para insultarlo. Aunque a Tom no le preocupaba mucho la situación con su hermano, nunca había congeniado con él, estaba consciente de que para su hermano él solo era un saco para golpear e insultar.

                  Tom se despidió de su padre y hermana, y subió al coche donde ya tenía su maleta y su morral listos. Anita se subió en el asiento de copiloto y Tom en el asiento trasero, Aldo subió y puso en marcha el auto familiar. Ese día no hacía tanto frío, pero Anita había preparado un par de termos con chocolate caliente para el viaje. Tom bebió alegre, y es que la situación no era para menos para él, viajar hasta a la Academia en compañía de su querida madre.

                  —Tomy, hijo ¿no tienes sueño? —preguntó Anita después de que Tom terminara su taza de chocolate. El joven negó—. Ya veo. ¿Quieres más chocolate?

                  Anita sirvió con cuidado más chocolate para su hijo menor. Cuando lo acabó, Anita volvió a preguntarle si tenía sueño, Tom de nuevo negó. Anita, parecía consternada y contempló el mapa en la pequeña pantalla delante de ella.

                  —Mamá —le susurró Aldo—. No falta mucho para llegar con la abuela, ¿por qué no se ha dormido?

                  —No lo sé, ya le di dos tabletas —respondió con voz baja—. ¡Tomy! ¿Tienes sueño?

                  Tom se rio inocente.

                  —¡Mami! Por enésima vez, ¡no tengo! Todo lo contrario. Ya deberíamos estar por llegar, pero no parece que hayamos llegado a la zona militar. ¿Te perdiste, Aldo?

                  —¡Ni que fuera tú, imbécil!

                  —¡Aldo! —reprendió pronto Anita a su hijo—. No es eso, Tomy. Tu hermano tomó una ruta sin tanto tráfico, tardaremos un poco más. ¿Quieres más chocolate? —le preguntó y le sirvió otra taza sin dejar que Tom contestara.

                  El joven no se opuso a la tercera taza, para sorpresa de Anita no parecía haber efecto. Ella sabía que una tableta era suficiente para hacerlo dormir, había usado tres y Tom estaba integro. Tom pensó que su hermano se había perdido, en definitiva, así que discreto tomó su celular para ubicarse.

                  —Aldo, no, no es por aquí. La zona militar está al norte y vamos al sur.

                  —¡Cállate! ¿Cómo va a saber un niño como tú por dónde irse? No digas pendejadas.

                  —¡Aldo! No le hables así. Tomy, seguro tu celular está mal, confiemos en tu hermano.

                  —Pe-pero…

                  Tom contemplaba angustiado como en el mapa se alejaban más y más, y el tiempo corría. ¿Lo dejarían entrar si no llegaba la hora? En eso no pudo evitar pensar que quizá su mamá lo estaba alejando a propósito, lo poco que podía ubicarse le recordaba el camino a la casa de su abuela materna.

                  —Es que… llegaré tarde… —murmuró Tom.

                  —Pronto llegaremos —le dijo Anita con una gran sonrisa.

                  Para Tom cada segundo hacía más evidente las intenciones de su madre confabulada con su hermano. Desesperado no sabía que hacer, no quería que lo expulsaran por no llegar a tiempo. ¿Qué podía hacer?

                  —Mamá, pensé que te habías convencido de dejarme ir. ¿Por qué me haces esto?

                  —¿De qué hablas, mi niñito? —preguntó Anita con voz aguda, como dirigiéndose a un bebé.

                  Tom sintió que algo le burbujeó dentro al escuchar a su mamá hablarle así, tanto que la pantalla del auto falló por unos segundos.

                   —No tenemos tiempo, íbamos camino a la Academia. Mantén tu promesa, mamá.

                  —¡Ay, mi niño! Estás confundido, hazme caso que yo siempre tengo la razón, sabes que cuando no lo haces todo te va mal. Tranquilo, mi niñito, no dejaré que te vuelvan a alejar de mi lado.

                  Anita remató con ese tono que exasperaba a Tom. En ese momento pensó en que debía intentar provocar un cortocircuito en el sistema del auto para detenerlo, quizás si se comunicaba con el doctor Emils lo ayudaría. Aldo frenó de pronto, un auto les había bloqueado el paso. Asustados se dieron cuenta de que era un auto del ejército del cual se bajaron varios uniformados. Los oficiales ordenaron a los tres salir del auto, no les quedó más que obedecer. Tom estaba igual de impactado que su hermano y madre, no entendía que pasaba. Su corazón encontró alivio al ver bajar de un segundo auto al coronel Toriello.

                  —¡Buenos días, Thomas! Buenos días, señora Leal, Aldo Fields he de suponer —saludó Charles con propiedad.

                  —No hemos hecho nada malo —se apresuró Anita a hablar—. ¿Por qué nos han detenido?




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