Heredero del Eón

Capítulo 18. Desfile sobre objetivo.

A pesar de su estatura y complexión, Silver era capaz de estar en bulliciosos lugares sin llamar demasiado la atención. El centro de Petral reflejaba la celebración de la Independencia de Terrenal, todos los edificios fueron adornados con los colores de la bandera nacional; azul, rojo y verde. Los comercios habían colgado banderas del país fuera de sus locales y exhibían increíbles ofertas por la ocasión. En los altos edificios gubernamentales se alzaban pantallas reflejando eventos de la historia del país. Silver se detuvo, una de las pantallas proyectó la imagen de su padre. No quitó la mirada hasta que la pantalla dejó de mostrarlo. Siguió recorriendo el centro entre ciudadanos que llevaban a sus hijos a la celebración inculcándoles el ciego y ferviente amor por su nación perfecta. Claro que sabía de eso, después de todo su padre había sido ningún otro que el teniente general Pietro R. Porath. A veces la nostalgia lo invadía y le hacía preguntarse si estuvo bien perder su estatus en Terrenal por la causa que seguía persiguiendo. Habría sido divertido ver su imagen junto con la de su hermano León en esas pantallas, en vez de haber sido lanzado al olvido y desprecio por todos. Silver alzó el rostro y lo dirigió a una calle cercada. A lo lejos observó varios autobuses que se estacionaban.

                  —Así que ya llegaste, hermano —susurró Silver, se ajustó la capucha que traía y siguió con su camino.

                  Mientras Silver seguía paseando y recordando viejos momentos, los cadetes llegaron al desfile. La tortura a la que los sometió la capitana Will en esas extenuantes prácticas al fin culminaría. La capitana fue dura con ellos, incluso llegaron a decir que había sido más estricta que el sargento mayor Hill y la capitana Moral juntos. Las calles principales se cerraron, fueron cercadas y limpiadas. El cielo era celeste y el frío cortante y seco. Frente a la explanada del Palacio Militar se armó el palco de observación para los altos gobernantes del país.

                  —¡Este año han adornado todo muy hermoso! —Susie salió contenta del autobús estirando las piernas y brazos—. Mis papás me prometieron que estarían aquí y que nos tomarían fotos.

                  —Mi mamá también me lo prometió. —Fanny bajó después que Susie—. Espero que sí, ¡es mi primer desfile! Y quiero presumir a mi familia. ¡Se morirán de envidia cuando vean el álbum en línea!

                  —No lo sé, a mí me da flojera, es decir, hace un súper frío y todavía tenemos que desfilar. —Luis salió sin mucho ánimo—. No me gusta eso. ¡Odio el frío! ¡Odio el frío de febrero!

                  —Hay que esforzarse, la capitana Will trabajó mucho en entrenarnos. ¡Debemos mostrarnos con orgullo! Y nosotros somos su pelotón. —Gary salió después de Luis regañándolo.

                  —¿Quieres que todo sea perfecto? ¿Eh? —Luis golpeó un poco a Gary, las mejillas aperladas del líder se enrojecieron.

                  —Es la primera vez que veré a la mariscal Gentile en persona, ¿será igual que en las fotos? —preguntó Fanny.

                  —Dicen que están retocadas —murmuró Luis a Fanny.

                  —Se nota que son los alumnos de Miranda Will, mira que dejarlos al final para el saludo largo. ¡No tienen vergüenza! —Una conocida voz se escuchó.

                  —Tú no tienes control, ¿o sí, Lucas?

                  —Y tú a la defensiva, Marshall. ¿Qué clase de santa te crees? —contestó petulante Lucas con otra pregunta.

                  —¡Cadetes! —Miranda se acercó interrumpiendo la molesta escena—. Prepárense para salir. Los llevaré al lugar de partida. Antes de eso, como saben hoy es un día de asueto oficial, así que les tenemos una sorpresa, hemos preparado todo para que al final del evento vayamos todos al parque Aventuras Central. ¡Lo sé! ¡Qué divertido! Entonces, terminando el desfile suben a los camiones para irnos sin escalas, comerán allá, ¿de acuerdo?

                  Los chicos estaban muy contentos con la noticia, aunque algunos consideraron que no era un pago tan justo por todo su esfuerzo.

                  —Bien, avisaré a sus compañeros también, pasen la voz. ¡Vamos a prepararnos! Todo debe salir… —Miranda calló unos segundos.

                   —¡Perfecto! —completaron al unísono los cadetes.

                  —Así me gusta.

                  A la orden de Miranda, los cadetes se colocaron en posición, esperaban en un amplio salón conectado a la vía principal para salir.

                  —¡Tom! Amigo ¡estás súper temblando!

                  —Es que, es-estoy muy nervioso, Luis, ¿y si me caigo? Nunca he sido bueno para esto; la capitana me llamó la atención muchas veces en práctica. ¿Qué pasará si los pongo a todos en ridículo? ¿Y si yo…? —Tom se frotaba las manos inquietas y jalaba la tela de los guantes blancos.

                  —¡Relájate! —Luis acomodó el quepis de su compañero y ajustó la banda a su barbilla—. Ponte en piloto automático. Solo marchamos unos minutos y nos quedamos saludando unos segundos ¡es todo! Si te pones en piloto automático ni lo sentirás.

                  —¡Ese es un buen consejo, Luis!

                  Gary animó también a Tom y le acomodó con delicadeza las charreteras blancas del uniforme.




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