Heredero del Eón

Capítulo 23. La primera ronda.

Las dos semanas pasaron, y el viernes las mismas pantallas que mostraron a los treinta y dos seleccionados por grado ahora mostraban contra quien pelearían cada uno en su primera ronda. Los chicos se aglomeraban para informarse, aun cuando no fueran seleccionados todos querían saber cómo quedarían los encuentros.

                  —Muy bien. Bien, lo tengo. Luis, tu contrincante es Verónica Soto —informó Fanny, como siempre fue la primera en llegar a las pantallas para comunicar al resto.

                  —¿En serio? ¿Me lo súper juras? —preguntó Luis.

                  —¡Sí! Me parece que es cadete A —confirmó Fanny.

                  —Esto es excelente. ¡Ella me desagrada! Esto es perfecto. —Luis golpeó los puños soltando una risita.

                  —Gary, tú combatirás contra Omar Yldiz —anunció Fanny—. ¡Fácil!

                  —No, no hay que confiarse. Omar puede mostrar movimientos que nunca hemos visto. —Gary pensativo cruzó los brazos.

                  —Es posible y Tom, tu contrincante será Dan Stimp —constató Fanny—. Él es A como tú.

                  —¿Dan Stimp? —gritó Luis con tono áspero y de espanto—. ¿El líder de los Lobos Plateados? Seguro ha de estar enojado con nosotros por haber eliminado a su pelotón.

                  —No puede ser —gimió Tom.

                  —¿No me dijeron que sacó a Aishah de un solo golpe? —preguntó Luis a sus compañeros.

                  —¿Tenías que recordarlo por eso? —dijo Aishah y le propinó un escandaloso zape a Luis.

                  —¡Ouch! Resentida —refunfuñó Luis sobándose la cabeza.

                  —¡Estoy muerto! —gritó Tom—. Si fue capaz de sacar a Aishah yo no tengo esperanzas de sobrevivir y seguro que sí nos ha de guardar rencor.

                  —No digas eso, Tom, es cuestión de que entrenes más con la teniente coronel. Nosotros también te ayudaremos —dijo Gary tratando de animar a Tom.

                  —¿Qué te tocó pelear con Dan Stimp? —preguntó Ian acercándose con Ben al resto del pelotón.

                  —¿Sabes que él practica judo y karate? —le informó Ben al ya aturdido cadete.

                  —Moriré… —murmuró Tom.

                  —No digan eso —los reprendió Gary—. Doblaremos el entrenamiento, ¡no morirás, Tom! ¡Nosotros tres saldremos victoriosos!

                  —¡Obvio! ¡Estamos on fire! ¡Somos los halcones de fuego!

                  —¿Aunque sólo dos de ustedes sean folders de fuego? —interrogó Jackie burlona.

                  —La electricidad es… ¿caliente? ¿Cuándo la pasas por resistencias? —farfulló Luis su explicación.

                  —¿De verdad ese es Thomas Fields, Dalia? —los halcones escucharon una voz bronca y gruesa.

                  Al oír su nombre, Tom giró solo para descubrir a esa cadete A de los Lobos Plateados que había enfrentado y a otro cadete todavía más imponente que ella. Luis pensó que, si la cadete venía del mar Negro, el otro cadete seguro era espartano, ¿era normal verse así para su edad?

                  —No puedo creer que esa cosa te haya sacado, Dalia.

                  —Ni lo digas que todavía me da coraje —respondió la cadete.

                  —¿Qué se les ofrece? —los enfrentó Gary.

                  —Nada —respondió Dan—. Solo quería avisarle a Thomas Fields que está muerto —amenazó Dan y se retiró con Dalia, ambos carcajearon.

                  —¿Se creen villanos o algo así? —preguntó Susie extrañada.

                  —Bien, confirmado. Te odian, Tom —se burló Luis.

                  —Moriré… —murmuró Tom petrificado.

                  Por esta ocasión Tom no tendría sus ansiadas asesorías con la teniente coronel y se pasaría directamente a la ceremonia de presentación. Esta daría inicio a las ocho de la mañana, comenzando con los alumnos de tercer año; a las diez de la mañana, los de segundo y al mediodía sería el turno de los cadetes de primero. La ceremonia sería en un área especial donde tenían varias arenas preparadas para entrenamiento, pero que se adaptaron para el gran evento. En la entrada del gimnasio principal se recibía a los alumnos que posteriormente pasarían a las zonas de encuentro. Cada una tenía varios escalones de asientos para recibir a poco más de quinientas personas que podrían estar admirando el espectáculo. Eran cuatro arenas principales en total (que se dividirían en esta ocasión). Al fondo superior del gimnasio principal había un amplio palco, donde estarían los oficiales. Al lado se encontraba otra división donde había varios instrumentos y computadoras que servirían para evaluar a los alumnos.

                  —Charles —llamó Noel al coronel quien daba las últimas indicaciones el sábado por la mañana fuera de las arenas—. ¿Qué son todas esas máquinas de allá? —Noel señaló al palco con los instrumentos.

                  —Ya lo sabes. Me dijo Miranda que Locusto llegaría para estar al pendiente de la ceremonia —explicó Charles mientras se frotaba la barba.




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.