Heredero del Eón

Capítulo 30. Tratando de no mirar atrás.

El domingo llegó y con ello la salida de Tom de la Academia. La teniente coronel Moral aguardaba en el salón donde había re-entrenado al cadete Fields. Con la mirada en el salón recordaba los momentos que había pasado trabajando en su misión, no podía evitar sentirse culpable. La puerta sonó y el joven entró al salón.

                  —Buenos días, teniente coronel —saludó con propiedad el pronto excadete.

                  —Buenos días. Siéntate para que pueda removerte el implante.

                  Tom asintió y se sentó, bajó el cuello de su camisa exponiendo el implante. Hilda al verlo suspiró, parecía que de verdad Lucas se esmeró por destruirlo, pero ¿cómo iba a saber el dragón que ni eso sería suficiente para derrotar al León azul? Hilda removió con cuidado lo que quedó del implante y lo colocó en una pequeña caja.

                  —Gracias… ¿teniente coronel? —la llamó Tom al ver que Hilda descendió el rostro y apretaba temblando la caja con su implante—. ¿Qué sucede?

                  Hilda se puso de rodillas y alzó el rostro al joven. Tom se sorprendió al verla sollozar y se adelantó al suelo con ella preocupado.

                  —¿Teniente coronel? —la llamó de nuevo.

                  —Dígame, coronel ¿en qué me equivoqué? —preguntó angustiada Hilda.

                  —¿Cómo?

                  —Mi misión era ayudarlo, pero fallé. ¿Qué pude haber hecho diferente para que usted decidiera quedarse con nosotros?

                  El joven tomó las manos de la oficial y la observó con ternura.

                  —Hiciste mucho, hiciste lo que tenías que hacer solo que yo, yo soy el problema.

                  —No diga eso. El país lo necesita, ¿no se da cuenta?

                  Tom apretó los ojos y negó con la cabeza.

                  —Puede que tengas razón, el país necesita a León. Pero, yo, yo ya no soy él.

                  —Sigue siendo la misma persona, ¿por qué no lo entiende?

                  —Porque eso no es cierto, lo tengo claro. Hilda, he tomado mi decisión, lamento mucho decepcionarte. Aunque no recuerde lo que viví contigo antes de esta vida te tengo mucho cariño y me alegra que hayas sido mi maestra, nadie pudo haber sido mejor que tú.

                  —Lo extrañaré. Sin embargo, quiero creer que nos volveremos a ver.

                  —Espero que sí. También te echaré de menos, mi querida maestra.

                  Tom abrazó a Hilda hasta que esta se tranquilizó. Tom salió del salón para regresar a los dormitorios. La verdad se sentía culpable de que Hilda creyera que ella había fallado, pero estaba seguro de su decisión, era lo mejor para todos. Ni Charles, ni Noel, ni Hilda, nadie en Terrenal necesitaba a Alan Thomas, de eso estaba seguro.

                  Por la tarde, Tom seguía preparando todo para su partida, Luis lo ayudaba y aún lo intentaba convencer de desistir, incluso Fran y Diana llegaron y también intentaban disuadirlo. Pero Tom estaba plantado en su decisión y nada de lo que decían lo convencía. El momento llegó, en el lobby se despidió de sus compañeros de pelotón a quienes agradeció la paciencia que tuvieron con él y se disculpó por no haber sido el cadete clase A que esperaban. Fanny, Susie, Luis, Gary, Fran y Diana lo acompañaron hasta el recibidor, entre lágrimas se despedían de él.

—Tom, Tom… ¡no te vayas! —chillaba entre lágrimas Fanny.

—Fanny, te prometo que llegando te mandaré un mensaje y cuando me convierta en un artista de verdad haré una pintura para la casa de tu tío.

—Sí, sí, ¡quizás él pueda ser tu patrocinador! —Fanny se alegró un poco.

—Eso sería genial. Gracias, Fanny, te quiero mucho.

—Te voy a súper extrañar. —Luis lo abrazó con fuerza y tampoco ocultó sus lágrimas—. De verdad que sí, vivimos muchas aventuras.

—Gracias, gracias, me has ayudado como no tienes idea. Eres genial, Luis.

—Adiós, Tom. —Diana le dio un tierno abrazo—. Por favor, promete que seguirás platicando con nosotros. Nos veremos en vacaciones.

—Lo prometo —dijo Tom con una gran sonrisa.

—Hablando de promesas, ¡cumple la tuya!  —Fran le dio un apretón de manos, lo zarandeó un poco y remató con un abrazo—. Perderte es una lástima.

—Gracias, Fran. En serio, muchas gracias.

—Supongo que este es un hasta pronto. —Gary lo abrazó también—. Por favor, cuídate mucho.

—Lo haré, y gracias por la confianza. Cuando necesites hablar dime, siempre tendré tiempo para ti. Lo siento por no estar presente más tiempo para apoyarte en persona.

—No te preocupes por eso, al contrario, me has ayudado mucho. Eres un buen amigo.

—Gracias, Gary.

—Tom… —Susie se le acercó con incontrolables lágrimas.

—Susie… —A Tom también se le escapaban.

—Yo no quiero que te vayas. —Susie lo abrazó con fuerza.




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