Herederos de la tormenta

Capítulo 20: Sanos y salvos

Eldric lideraba al grupo de no-elementales hacia el sur. La evacuación había comenzado a las cinco de la mañana, una hora que los aldeanos más mayores llevaban con naturalidad, pero que para los jóvenes resultaba inhumana… especialmente para Mara.

Poco después de que Alioth se marchara, Eldric había convocado a todos en la plaza central. Allí explicó el uso de las muñequeras: dispositivos más parecidos a un escudo que a una simple prenda. En ese momento, Mara no entendió del todo por qué necesitarían protección, pero ahora la idea cobraba sentido.

Confiaba en Eldric, siempre lo había hecho. Para ella, él y Liora no eran solo los padres de Alioth, también eran como sus propios padres. Sin embargo, no podía evitar notar el rumbo que tomaban: se acercaban peligrosamente al estado de fuego. Técnicamente, cuando pasaron la aldea de Meztica ya estaban en territorio enemigo. Los mapas oficiales lo confirmaban: solo unos pocos kilómetros los separaban del corazón de aquel estado.

—Mara, querida —la voz suave de Liora la sacó de sus pensamientos—. ¿En qué piensas tanto? ¿Estás preocupada?

Mara apretó la mano de Liora, sintiendo el calor de ese gesto protector.

—Los tengo a ustedes. No hay nada que temer mientras tú y Eldric estén conmigo —respondió con sinceridad.

Liora sonrió, con ese cariño que solo una madre puede ofrecer.

—Pero… —continuó Mara— sí tengo una pregunta.

—Te escucho —dijo Liora, dándole un apretón en la mano.

—¿Por qué vamos hacia el estado de fuego? ¿No se supone que nos estamos alejando de ellos?

—Eldric me dijo que hay un camino hacia un lugar seguro. Allí nos encontraremos con los aldeanos de Atzopan.

Mara miró el sendero, que se volvía menos verde y más árido a medida que se acercaban a las tierras oficiales del estado de fuego.

—Parece que Eldric ya sabía de antemano que iban a atacarnos —dijo en voz baja.

Liora redujo el paso y la miró de reojo.

—Te voy a contar algo… pero necesito que guardes silencio, ¿bien?

Mara asintió, intrigada. Liora esperó a que el grupo se adelantara unos pasos.

—Mi marido no me lo ha querido decir, pero no soy tonta: debe de haber alguien de los fuego que nos está ayudando.

Mara frunció el ceño. ¿Un fuego ayudándolos? ¿Cómo?

—¿No te parece extraño? —continuó Liora—. Ayer Eldric estaba actuando como siempre… bueno, tan normal como puede actuar en estos tiempos. Y de pronto, sin previo aviso, nos despierta a todos para evacuar la aldea.

Mara lo pensó. Sí, era raro. Eldric no solía dar órdenes sin prepararlos antes.

—Pero hay guardias alrededor… tal vez ellos le avisaron.

Liora negó con la cabeza.

—Imposible. Los guardias del rey nunca dirían algo así. Ellos solo nos dirían que todo está bien y que sigamos con nuestra vida. Además —bajó más la voz—, Eldric no salió de casa. Él cree que no me di cuenta, pero momentos antes de que me despertara, sonó lo que parecía… un teléfono.

—¿No pudo haber sido Alioth? —preguntó Mara— O alguien más de la familia real.

—Lo pensé también, pero… ¿por qué no vinieron ellos mismos a evacuarnos? Si fueran ellos, sería más sencillo llevarnos directamente a donde se esconden. Además, vamos camino a reunirnos con los aldeanos de Atzopan… personas que sirvieron a los fuego durante generaciones.

Mara tuvo que admitir que tenía sentido, aunque la idea de que un fuego los estuviera ayudando le parecía casi imposible de creer.

—Si un fuego quisiera ayudarnos, como dices… ¿quién podría ser? —preguntó.

Liora suspiró y levantó la vista hacia el cielo despejado.

Mara intentó pensar en algún fuego lo bastante amable y con suficiente poder para ayudarlos. Solo le venían a la mente dos nombres que no conocía en persona, pero que había visto en la televisión. Uno de ellos era mencionado a menudo en las cartas de Alioth desde que eran niños, descrito como un chico dulce, tímido y, para ser un fuego, sorprendentemente amable.

Volvió la mirada hacia Liora, incrédula.

—¿No creerás que fue Deneb? —dijo con rapidez.

Liora sonrió con tristeza.

—Al principio pensé que podría ser él… pero ¿por qué nos ayudaría? Sé por boca de mi esposo que Alioth y Deneb no terminaron bien cuando el niño se fue al exilio. Y si algo sé de los fuego, es que son rencorosos y vengativos. —Sus ojos se suavizaron—. Ese niño era tan dulce… Un día antes de que Alioth entrara a la academia, cuando tenían diez años, Deneb vino con su tío y me preguntó qué era lo que más le gustaba de la aldea. Mi esposo le dijo que las conchas… pero su tío se negó a llevarle nada. —Liora dejó escapar una pequeña risa—. Entonces Deneb soltó unas lágrimas, y su tío terminó comprándole no una, sino más de una docena.

Mara recordó que Alioth le había contado cómo, el primer día de clases, Deneb le regaló una concha. Desde entonces, tuvo suficientes para casi un mes entero.

Un silencio se instalo entre ellas mientras caminaban.

No podía dejar de pensar en si de verdad Deneb era el que los ayudaba o si todo era solo una trampa. Pero algo que Mara aprendió de sus padres y de los padres de Alioth era a no juzgar antes de tiempo. Puede que Deneb ahora mismo no sea como fue de niño, pero era muy comprensible, paso por tanto y Alioth tampoco ayudo mucho.

—No creo que sea él — dijo Liora soltando otro suspiro — Conozco unas pocas familias fuego que no están dispuestas en dañar a los no-elementales y están lo suficientemente cerca de Cygnus para tener poder. Así que sea quién sea, les estaremos agradecidos.

Mara asintió.

Sea como sea estaban vivos y a salvo, eso era lo importante.

—Liora, ven por favor, cariño — dijo la voz amable de Eldric.

Su grupo se había detenido. Enfrente había un mini campamento, con carpas grises y fuego encendido calentando agua.

Eldric estaba con un chico igual de alto que él, con cabello negro y risado, sus ojos eran de color café oscuro, su piel era ligeramente bronceada, llevaba puesto una playera sin mangas que dejaba ver sus brazos con músculos.




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