Herederos del Caos

Capítulo 4.

Un sirviente abrió la puerta antes de que pudiera tocar. Su madre, una mujer de rostro sereno y manos siempre ocupadas con bordados o cuentas, la esperaba en el vestíbulo. No había signos de alarma extrema en su semblante, solo una preocupación sutil causada por ver a su hija tan sobresaltada, entrando a toda prisa. —Madre, ¿q...? —«¿Qué pasa?», hubiera querido preguntar, pero no hubo tiempo. Su madre la envolvía en un abrazo tranquilizador. —Mitra, mi niña. Por fin llegas. Tu padre ha estado buscándote. Necesita hablar contigo. Es importante, dice.

Mitra la abrazó con fuerza, buscando consuelo en el familiar calor de su madre, pero la respuesta de esta no disipó su creciente temor. Su padre era el guardián de las noticias difíciles. Y si él la estaba buscando con tal insistencia... la verdad era aún más ominosa de lo que había temido.

Su madre, con la delicadeza de siempre, separó un poco el abrazo y tomó el rostro de Mitra entre sus manos, sus ojos llenos de una mezcla de amor y una leve reprimenda.

—Mírate, corriendo como una niña asustada para entrar a casa —dijo con un suave tono de voz, mientras sus dedos ágiles rozaban el cabello de Mitra, que se había soltado un poco con la carrera—. Tu hermoso adorno en el cabello, tan cuidado, se ha arruinado. Así no es como debes actuar frente a las personas, mi sol.

Mitra escuchó esas palabras, la familiaridad en la voz de su madre, la preocupación por su apariencia, y sintió cómo la tensión en sus hombros comenzaba a disiparse, como arena entre los dedos. El pánico inicial dio paso a una calma tibia y reconfortante. En ese hogar, en los brazos de su madre, no era la Mercader de Mercaderes que desafiaba a emisarios.

—No veo a nadie por aquí, aquí simplemente soy tu hija —respondió Mitra con una sonrisa genuina, liberada, muy distinta a la forzada que había practicado ante el espejo. Se relajó por completo, permitiendo que su madre acomodara los hilos de oro y la esmeralda que se habían enredado—. No me interesan los demás cuando estoy contigo.

Su madre terminó de arreglarle el cabello con una sonrisa satisfecha, el adorno en su lugar de nuevo, impecable.

—Así está mejor. Ve a descansar, mi niña. Tu padre llegará pronto. Llegará cansado. Iremos a buscarte nosotros la próxima vez a tu casa, juntos.

Mitra asintió. La presencia de su madre era un bálsamo. Aunque la incertidumbre seguía latente, la calma se había impuesto.

—Está bien. Iré a casa. Cuando mi padre esté listo, vengan. Estaré con Ardashir, esperándolos —dijo con una voz más firme, la compostura regresando a su ser.

Le dio un último abrazo a su madre, se hizo una promesa silenciosa de que, pasara lo que pasara, juntas enfrentarían lo que viniera. Luego, se dio la vuelta y salió de la casa familiar. El carruaje aún la esperaba. El trayecto de regreso a su propia morada se sintió ahora más largo, la incertidumbre convertida en una espera paciente pero tensa. Sabía que la verdad no tardaría en llegar.

El sol de la tarde ya era apenas visible en el horizonte cuando el carruaje de Mitra se detuvo frente a su opulenta morada. Al descender, el peso del día pareció caerle sobre los hombros de golpe. La victoria contra el emisario, el pánico helado en las calles, el abrazo tenso de su madre... todo era un torbellino en su mente, dejándola con una sensación de agotamiento profundo y una ansiedad latente por la noticia que su padre aún no le había dado.

Fue entonces cuando escuchó las voces viniendo de la entrada lateral, esa que era usada para cargar y descargar mercancías al almacén.

—...¿y qué esperaba? No le basta con controlar la casa, ahora quiere mandar sobre el almacén también...

—Habla más bajo, que te van a oír. Ese hombre...

La conversación se disolvió cuando vieron a Mitra bajar del carruaje. Ambos apenados le evitaron la mirada.

Mitra los miró, pero su mirada pasó a través de ellos. Las palabras llegaron a sus oídos, pero en lugar de analizarlas, su mente simplemente las registró como un ruido más en un día lleno de ellos. Un problema. Otro hilo suelto en el tapiz de su imperio. Sintió una punzada de irritación, no por el contenido de la queja, sino por su mera existencia. Estaba demasiado cansada.

«Otro fuego que apagar», pensó, la resignación pesando más que la curiosidad. «Mañana habrá tiempo».

Se limitó a sacudirse el polvo inexistente de su ropa, un gesto para borrar el momento, y siguió su camino hacia la entrada principal, dejando las voces y sus problemas detrás, al menos por unas horas.

Al cruzar el umbral del patio principal, una melodía suave y familiar la envolvió. Del interior de la casa llegaba el delicado sonido de una flauta, acompañada por el rasgueo de un laúd, una de las canciones favoritas de Ardashir.

Un rastro de jazmines frescos cubría el camino hacia el salón principal, sus pétalos blancos esparcidos con intención, liberando una fragancia dulce y embriagadora. Mitra se dejó guiar. Al asomarse, la escena la dejó sin aliento. Velas aromáticas, con sutiles notas de rosa y azafrán, iluminaban la estancia con una luz cálida y danzante. La gran mesa de cedro, generalmente abarrotada de pergaminos y mapas de caravanas, estaba ahora cubierta con un tapiz de seda bordado y servida con una modesta pero exquisita selección de dulces persas: pistachos confitados, dátiles rellenos de nueces y pequeños pasteles de miel y agua de azahar.

En el centro de la habitación, Ardashir la esperaba. Vestía una túnica de lino color crema, su cabello oscuro impecablemente peinado y su piel brillando con aceites perfumados, el mismo aroma frutal delicioso que tanto le gustaba. Al verla, sus ojos se iluminaron y una sonrisa genuina, desarmante, se extendió por su rostro.

—¡Mi leona ha regresado! —exclamó él, dejando el laúd a un lado y abriendo los brazos. Se acercó a ella con pasos rápidos y seguros, el brillo en sus ojos reflejando el fulgor de las velas—. Y, a juzgar por tu mirada triunfante, la victoria es nuestra, ¿no es así?




Reportar




Uso de Cookies
Con el fin de proporcionar una mejor experiencia de usuario, recopilamos y utilizamos cookies. Si continúa navegando por nuestro sitio web, acepta la recopilación y el uso de cookies.