Recibir una carta oficial de parte del Rey de Ilis, esta mañana, ha sido la gota que derramo el vaso, ya no soporto esto más.
«Espero que su vida este llena de amor, felicidad y prosperidad»
¡Pero qué demonios! Tiene que estar de broma, ¿amor? ¿Cómo quiere que ame a su hija si jamás he cruzado palabra con ella?
¿Felicidad? No niego la posibilidad que llegáramos a ser compatibles de alguna manera, pero de ahí a ser felices, hay una gran diferencia.
Tiro la carta al piso con desprecio. Camino exasperado por la habitación, conteniendo la ira, llevo dos meses con este drama, muchos me dicen que ya debería darme por vencido, claro, no es su vida.
Por encima de ser un príncipe, soy un hombre, tengo mi orgullo, quiero tomar mis propias decisiones, incluso si luego me arrepentía de ello, pero tenía ese derecho.
Esto ya raya con la ridiculez, entiendo lo del matrimonio arreglado, el mío no sería el primero, ni el ultimo por supuesto, pero vamos, almenas podría verle la cara, no sé, un par de citas, intentar volver a esto un poco normal, y más llevable.
Pero claro, ese viejo, Rey de Ilis, tiene que hacer las cosas a su manera, ponerle misterio a todo esto, dicen que es un hombre conservador, a mi forma de ver, está loco.
Por el amor de Dios, mantener a su hija encerrada dentro del palacio, sin tener una vida, o incluso amigos. De niño mi madre me leía esos cuentos de hadas, donde el valiente príncipe iba a rescatar a la princesa de las garras del dragón.
Ahora la princesa efectivamente esta en las garras del dragón de su padre, pero, algo es seguro, no hay ningún valiente príncipe dispuesto a ir por ello.
Es el siglo XXI, no el XV, hay internet, celulares, miles de maneras de comunicarse, si la princesa quisiera hacer mucho habría podido estar fuera.
He tomado una decisión, y no importa lo que tenga que hacer para eso.
Tengo que encontrar una manera de frenar todo esto, debe haber una solución.
O dejo de llamarme, Hale Lennox, príncipe de Hannover.