Prologo
Había vivido en esa casa durante toda mi vida y nunca pareció estar embrujada, siempre fue un lugar tranquilo donde se podía respirar paz y serenidad. Ese día que se suponía sería un día tranquilo en la playa junto a mis amigos había tomado un giro irreversible.
Solo me faltaban mis gafas de sol, nada más, pero justo cuando iba tomarlas del escritorio de mi habitación, salieron volando hasta caer sobre el piso.
“¿Pero qué carajos?”
Camine lentamente hacia donde estaban las gafas, me agache para recogerlas y esa vez fueron los libros de una de mis repisas los que salieron volando, del susto caí sobre mi trasero.
“¿Qué estaba pasando?”
Me levante como pude y salí corriendo de mi habitación, nunca en la vida había bajado tan rápido las escaleras, mi primer instinto fue correr hacia la puerta de mi casa, pero cuando intente abrirla no pude, estaba completamente cerrada y aunque trate con todas mis fuerzas por abrirla, no pude y mi desesperación al igual que mi temor estaban creciendo con cada segundo que pasaba dentro de la casa, de repente, todo comenzó a temblar en la sala y algunos de las decoraciones salieron volando igual que mis libros, las luces parpadeaban y las lámparas colgantes se agitaban en el aire.
Corrí hacia la puerta trasera de la cocina la cual estaba abierta, pero justo cuando estaba a punto de salir, la puerta se cerró en mi cara y al igual que la puerta principal no podía abrirla, no importaba cuanto girara la perilla, la puerta no abrió.
—!Abrete, maldita sea!.
Maldije cuanto pude, pero mis gritos lo único que consiguieron fue que los sartenes y los cajones de la cocina salieran disparados, era como si estuviera en una película de terror, no sabía qué hacer, el miedo subía por mi columna y mis manos temblaban por la conmoción, lo único que mi cuerpo accedió hacer fue retroceder, hasta que mi espalda chocó contra la pared y luego me deslice, derrotado y asustado, no sabía que estaba pasando, abrace mis piernas y sumergí mi cabeza entre ellas, lo único que deseaba es que toso eso parara, que las cosas se detuvieran y volvieran a su lugar. 20 minutos después la puerta de entrada se abrió, y la voz de aquella mujer inundo la casa.
—¿Liam?, ¿Dónde estás? Era mi mamá quien me llamaba y por más que trataba de gritar su nombre mi voz no salía de mi boca, no sabía si era por el miedo y la sorpresa, pero no fue necesario, no tardó mucho en llegar a la cocina.
Al entrar sus ojos se abrieron de par en par cuando vio que una de sus sartenes favoritas giraba y flotaba por todo el lugar, su primera reacción fue verme directamente a los ojos y luego, lentamente se fue acercando hasta llegar a mí.
—Liam… Tenemos que hablar —Ese fue el final de mi vida, o al menos como la conocía, toda la normalidad que había detestado antes, ahora la extrañaría por completo.