“TRAGEDIAS QUE CONSTRUYEN PUENTES”
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Es difícil entender porque la noticia de saber sobre la extinción de la familia que no conocí, me afecta tanto, digo, no han pasado veinticuatro horas desde que me entere de la existencia de Tristán, pero cuando supe de quien se trataba, dedo admitir que una chispa de esperanza se encendió en mi interior, una chispa que anunciaba la posibilidad de conocer más gente como mi mamá y como Tristán, pero así como rápido se encendió, así de rápido se extinguió.
—¿Cazados? —Pregunto casi en un susurro. —¿Qué significa eso con exactitud? —Tristán pestañea múltiples veces, imagino que para evitar que las lágrimas caigan por su rostro.
—Si, cazados como si fueran simples bestias. —La amargura en sus palabras es obvia. —Todos desaparecieron una noche, mis padres, mi hermano mayor, su esposa y mi otra sobrina. —Un hueco se abre en mi pecho, saber que perdí la oportunidad de compartir con todas esas personas me deja un mal sabor. —Tú madre logró escapar gracias al sacrificio de nuestros padres, tus abuelos. —Mis ojos cada vez se llenan más de lágrimas. —Ellos dieron su vida para poder salvarla, a ella y a ti. —Una estocada llega a pecho.
—¿De qué hablas? —Pregunto con dificultad, mi seca garganta no ayuda en nada a la situación. —¿Yo estaba presente cuando todo sucedió? —Mi mamá nunca menciono nada de esto, ni siquiera menciono que tenía dos hermanos o que yo tenía otra prima.
—De cierta forma lo estabas. —Levanto mis cejas en señal de una explicación. —Aun estabas en su vientre, y al día siguiente naciste. —Siento como mis piernas intentan fallar, como si mi cuerpo resintiera toda la presión de la situación.
—¿Tu dónde estabas? —Pregunto con duda y el ríe de forma amarga, como si le doliera pensar en la respuesta. —Cuando era joven, era muy rebelde, todo lo contrario, a mis hermanos, todo lo opuesto a lo que mis padres querían. —Tristán vuelve hacia su sermar y lo vuelve a acariciar. —Éramos una de las cuatro familias auxiliares de la familia real. —El termino viene a mi mente. —Imagino que Amirah te hablo sobre eso en la tarde.
—Son las familias que siguen en la jerarquía después de la familia real. —Contesto por instinto.
—Así es, nuestra familia se dedicaba al estudio y resguardo de la magia de Marea Alta, era nuestro deber trabajar para la familia real, apoyarlos en los momentos oscuros, dar guía cuando fuese necesario.
Según Amirah, en cada reino hay cuatro familias que ayudan a los regentes, una que se encarga de la seguridad y la parte militar, otra se encarga de los asuntos políticos, una para los asuntos ancestrales y otra más que se encarga de proteger la magia que nace en el reino, al parecer la mía era la última.
—Ser parte de estas familias requiere más que sacrificio. —Mira con aprecio a la criatura mítica que tiene entre sus manos. —Requiere disciplina, sumisión y completa lealtad para la familia real. —Ríe por lo bajo, como si sus propias palabras le causaran gracia. —Cosas que yo no poseía, todo lo contrario, cada que podía renegaba del rey que me había tocado, un idiota que desconocía los conceptos de respeto, bondad y humildad. —Sus palabras solo comprueban lo que sospechaba, cualquiera con corona posee complejo de dios. —Siempre cuestionaba a mi padre por su ciega obediencia, hasta que un día no lo resistí más y me enfrenté a su alteza. —Mis ojos se abren de par en par. —Obviamente el sujeto ordenó mi muerte, pero gracias a la intervención de mis padres el castigo se redujo a un simple destierro. —Con pesadez se deja caer sobre su asiento y me indica que haga lo mismo. —Ese día fue la última vez que vi a mi familia viva. —Tristán lleva una de sus manos a su boca, quizá tratando de ahogar sus sentimientos, quisiera hacer lo mismo.
—¿Cómo…Como supiste de sus muertes? —Pregunto con precaución, entiendo lo delicado que es el tema, lo último que quiero es decir algo incorrecto y agravar la situación.
—Nuestra familia era especial Liam. —Responde con una melancólica sonrisa. —Teníamos dones especiales, lo suficientemente especiales como para merecer ser una de las cuatro grandes familias. Nuestro linaje siempre obtuvo este tipo de dones, mi padre era telepata igual que yo, mi madre podía ver el futuro cercano, mi hermano y su hija eran capaces de crear mundos de ilusión que te hacían perder la cabeza. —Su risa deja de ser melancólica, al parecer recordarlos le hace bien. —Pero ninguno de nosotros se comparaba a tu madre, ella era jodidamente asombrosa, podía controlar la voluntad de los demás con un solo pensamiento. —Mi boca se abre por la sorpresa. —De pequeños, nos hacía a Esdras y a mí darle nuestros postres. —El calor de su sonrisa se pierde nuevamente y la melancolía invade su rostro. —Éramos felices, pero bien, ¿Cómo supe de sus muertes? —Agrega a la historia. —Las sentí Liam. —Responde como si fuera lo más normal del universo. —Mis hermanos y yo compartíamos un lazo especial, así fue como sentí la muerte de Esdras, a mi mente llegaron sus últimas palabras. —Tristán se detiene por un momento, lleva sus manos a su rostro, no puedo ni imaginar lo doloroso que debe ser para él tener que revivir todos estos recuerdos. —Pedía por mi ayuda. —Dice en un susurro. —¡Él rogaba por mi ayuda Liam!, y yo como todo un maldito egoísta estaba en una playa tropical, pensando que lo mejor que me pudo pasar en la vida fue ser desterrado de un destino que no quería. —Tristán se levanta de su asiento y pasa sus manos por su cabello mientras se dirige hacia una de las ventanas de la oficina.