“MAGIA PURA”
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Zephyr
Una semana ha pasado desde el incidente con Liam en la oficina del profesor Tristán, el ataque de pánico del ojiazul causo muchos desastres, empezando con la mayoría de las cosas de su tío rotas en cientos de pedazos, incluidas algunas costillas que no tardaron en sanar gracias a su Mythirio. Aun me cuesta asimilar por todo lo que han pasado los dos, ocultándose de un enemigo al que no conocen, cambiando su identidad, renunciando a lo que realmente son. Aún hay varios huecos en la historia de Liam, pero entiendo que no es momento para tratar de llenarlos, el ojiazul ha pasado cada tarde de cada día metido en la biblioteca, tratando de ordenar las piezas del rompecabezas que Erintha dejo.
El destino no hizo que me encariñara con la hechicería, lo mío no es memorizar todos esos escritos, aprender decenas de lenguas muertas, o estudiar las conexiones de la naturaleza. Desde pequeño preferí la acción, al igual que mi padre, por eso preferí ser un guerrero, uno que fuera capaz de proteger a mi pueblo, liderarlo, pero no esperaba que todos mis planes se fueran a la mierda. Después de que la maldición surgió, todo se volvió más oscuro y opaco, perdí la visión y el camino, perdí la esperanza. No fue hasta la llegada de Liam que todo cambio, algo en mi cambio, es como si hubiera encendido un interruptor que me devolvió a la realidad, una donde todavía hay algo por lo que luchar, y por eso aquí estamos, en mi habitación con decenas de libros a nuestro alrededor, la libreta de Liam está repleta de bosquejos que tratan de interpretar lo que sea que haya en esos banderines.
Liam aún sigue en negación con respecto a lo de ser un escriba, pero al menos ya dejo de pedirle a Tristán que selle su don, pero en estos últimos días algo cambio en él, es como si hubiera entrado en modo automático, apenas habla y come. Junto con su tío y Amirah, nos hemos turnado para no dejarlo solo, no después de su episodio y por alguna razón no puedo dejar de sentirme culpable por todo.
—Creo que deberíamos tomarnos un descanso. —Ofrezco al pelinegro quien niega eufóricamente con su cabeza. —Liam, no has dejado de trabajar en esto más que para ir a clases, creo que un descanso es necesario. —Vuelvo a ofrecer con más convicción, pero recibo la misma respuesta. —¡Maldita sea, Liam! —Exclamo tirando una pila de libros.
—Sabes que no tienes por qué sentir culpa. —Responde sin dejar de garabatear en su libreta. —Hago todo esto porque quiero.
—No quiero que pierdas la cabeza por mi culpa, puedo ver en tu cara que apenas y has cerrado tus ojos, tu nunca cierras tu boca, ser un parlanchín es lo tuyo, pero ahora apenas y respondes lo que se te pregunta. Solo dime si algo malo está pasando, por favor. —Cierra su libreta y camina hacia mí.
—No puedo dormir a causa de pesadillas, desde que volvimos de Blackmoon no puedo cerrar mis ojos sin que el rostro decrepito de Lady Anne invada mi cabeza. —Su rostro está más pálido, casi amenazando en parecerse a mi tono de piel, hay grandes ojeras bajo sus ojos y sus parpados están caídos. —Tristán tampoco me deja acercarme a la investigación sobre mi familia, alegando que mi único deber es estudiar y entender cuanto pueda de la magia, y pues eso estoy tratando de hacer con tu maldición. —Cubre su rostro con sus manos y niega. —No importa cuantas vueltas le dé, simplemente no puedo encontrar la lógica en esos estúpidos signos.
—No importa, Liam. —Froto su brazo para confortarlo. —Ya has hecho suficiente, y con eso basta. —Digo con honestidad, de no ser por él, aun seguiría encerrado en este lugar, sin dejar entrar a nadie a mi vida.
—No quiero decepcionarte. —Murmura aun con sus manos en su rostro. Sonrió por su preocupación, que por alguna razón calienta mi alma.
—¡No digas eso!, no me decepcionas. —Retiro sus manos de su rostro y las sostengo entre las mías. —Has hecho tanto por mí que nunca podría pagártelo.
—Te prometí que te ayudaría a controlar la maldición, y estoy tan cerca, tengo todas las piezas, pero no puedo encontrar el estúpido orden. —penas y puede mantener abiertos sus ojos.
Lo observo con detenimiento, cada rasgo de su rostro, cada centímetro de su piel, su cabello oscuro, sus labios perfectamente rellenos, las venas que sobresalen de su cuello. Ladeo mi cabeza para tener una mejor vista. Mi mirada sigue bajando hasta llegar a nuestras manos que continúan juntas, soy consciente que mi tacto sigue siendo frio, como si tocaran un cuerpo sin vida que fue abandonado en medio del ártico, pero al él no parece importarle, no parece importarle mi mal genio, ni mi gusto por el silencio, no parece importarle el hecho de que estoy jodidamente maldito. No soy idiota, ni ciego, he visto la forma en la que me mira, al principio creí que solo se trataba de mi imaginación, pero luego de largos momentos de reflexión, pensando en por qué este chico que salió de la nada, trataba incansablemente de ayudarme. La idea de que lo hacía como pago por haber salvado su vida el día que nos conocimos fue la primera en llegar a mi cabeza, pero no duro mucho, las atenciones, su presencia, la forma en la que me habla.
Cuando me figure la idea de que quizá Liam pudiera sentir cosas por mí, entre en completa negación, ¿No le había fallado ya lo suficiente a mí pueblo?, la idea de corresponder a estos sentimientos viene junto con el pensamiento de romper al menos una docena de las normas de mi gente. Cuando mi madre me enseño por primera vez las normas me pareció ridículo el que los demás pudieran escoger a quien amar sin restricción alguna, pero a la familia real se le imponía el deber de procrear, eso fue hace diez años, luego la maldición llego y mi perspectiva cambio por completo, encontrar el amor era la última de mis prioridades, el encontrarlo en un chico estaba incluso más lejos, pero ahora, sosteniendo las manos de Liam, quizá no parezca tan descabellado.