“DESPIERTA-PARTE 2”
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Liam
Día 11
—¡¿Acaso has perdido la cabeza?! —La voz del rey Astigar hace temblar hasta las paredes del lugar.
—No veo que tú propongas algo mejor —Le contesta la reina Anat, con voz tranquila e inalterada. Lo cual es poco común en ella.
La madre de Amirah ha propuesto llevar un ritual muy poco ortodoxo, como último recurso para tratar de salvar a los chicos. Pero los otros reyes han puesto el grito en el cielo. Los que no llevamos sangre azul en las venas, nos limitamos a ver y callar desde el fondo del salón. Las manos de Sebas tiemblan por los nervios, pero Kenna le lanza una mirada mortal que lo hace detenerse.
—No hay manera en este mundo que te deje exponer a mi hijo a semejante cosa —El rey Aspen se une a su mejor amigo en la disputa —. Estamos tratando de salvarlos, no de finalizar lo que los espectros han iniciado.
—Aspen y Astigar tiene razón, Anat —Prosigue la reina Ayana, que usualmente espera que los otros tres se griten a todo pulmón para después dar su opinión, la cual siempre es clara, concisa y libre de rodeos. Pero tal parece que esta vez la madre de Amirah se ha saltado la barda —. Llevar a los chicos hasta el borde de la muerte es un poco… desmedido.
—¿Desmedido? —La reina Eira se abre paso en la conversación —. Es una completa locura. Es demasiado arriesgado. Un simple error y ellos podrían terminar muertos.
—Por favor, dime que propones semejante cosa solo por desesperación y angustia, y no porque realmente creas que es lo correcto —La dulce y tierna voz de la reina Lily hace callar a todos los demás. Sus ojos se clavan sobre la pelinegra que ha propuesto interrumpir momentáneamente la vida de su propia hija.
Convertir gran parte de su capital en momias, es una cosa, mantener el cuerpo de su primogénita en un sarcófago de cristal, es otra. Pero arriesgar la vida de su segunda hija de tal forma, eso ya rebasa los límites. Su esposo, el rey Asim se mantiene en silencio, con el ceño fruncido. Espero, por el futuro de mi amiga, que su papá tenga un poco más de luz en su corazón, porque su mamá en definitiva no es alguien que conozca de piedad.
—¡Es que acaso no lo ven! —La reina Anat levanta la voz —. La magia de los chicos está siendo drenada de sus cuerpos. Sino hacemos algo rápido, dejaran de respirar antes de que nos demos cuenta —El rey Astigar se acerca más a la pelinegra.
—Inténtalo con tú hija, pero a mi hijo lo dejas fuera de tus rituales, Anat —La profundidad de su voz me da escalofríos. Y no soy el único, Harmony también se abraza al escuchar al papá del chico que le gusta.
—¡Están vinculados! Si hago algo sobre Amirah debo hacerlo también sobre los otros tres ¿Es que no vez la complejidad del asunto? —Ella se acerca aún más al hombre de gran barba —. Sea lo que sea Zahna, sabe muy bien cómo usar su magia. Es más, me atrevo a decir que ha creado la prisión perfecta, y romperla no es algo de mover los dedos y pronunciar alguna palabras en lengua antigua. Si queremos salvar a nuestros hijos, será mejor que hagamos algo rápido.
—Escúchame cuidadosamente, Anat —Se acerca el rey Aspen —. A mi hijo no le pones un solo dedo encima al menos que yo te lo permita. Y si valoras tanto el balance del mundo, como creo que lo haces, no te atreverás a hacerlo. De lo contrario, desatare el más cruel de los inviernos sobre tu desierto ¿Has entendido? —La amenaza resuena por todo el lugar, para mi sorpresa, la reina Eira no detiene a su esposo.
El rostro de la reina Anat se deforma por la rabia, e incluso veo algunas arrugas aparecer en sus ojos. Incluso su esposo da unos cuantos pasos hacia el frente y se detiene al lado de su esposa.
—A mí no me amenaces, Aspen. Sabes que no me quedare callada y mucho menos de brazos cruzados.
La mano de Kenna se posa en mi antebrazo e incluso da un paso hacia el frente, la tranquilidad que había en su rostro se esfuma, y es reemplazada por autentica preocupación. Harmony y Sebas ven el movimiento, y el rubio traga con fuerza. Las cosas están llegando demasiado lejos.
Podría tratar de calmar los ánimos con mis habilidades, pero las palabras de Tristán son como esposas que sujetan mis manos. Aunque me encuentre en medio del campo de guerra, esta no es mi batalla.
—No creo que sea necesario llegar a estos extremos —La prudente y sabia reina Ayana se interpone en el medio —. Recuerden sus lugares y sus títulos.
La reina Eira toma del brazo a su esposo y lo hace retroceder.
—Está decidido —Vocifera el papá de Aiken con tono autoritario —. No haremos nada que ponga en más peligro a nuestros hijos.
La mamá de Amirah deja escapar una risa amarga y sin decir una sola palabra más, camina hacia la habitación de su hija, acompañada de su esposo. El resto de los reyes hace lo mismo, los últimos son los padres de Zeph.
La reina Eira suspira con pesadez, el cansancio comienza a notarse en su rostro. En un simple movimiento de cabeza, se gira hacia nosotros y nos ve con sorpresa, como si se hubiera olvidado de nuestra presencia. Visto desde afuera, la escena pudo ser cómica: los reyes a punto de iniciar una guerra, y nosotros cuatro en una esquina, uno al lado del otro, implorando en silencio por quietud y tranquilidad.