“PALADINES”
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Liam
—¡¿Qué rayos eran esas cosas?! ¡¿Qué carajos hacían ustedes cuatro en el bosque?!
Los gritos de rey Astigar no solo llenan el salón, llenan todo el maldito edificio. Una vez más, hemos metido la pata y hasta el fondo, pero ¿Cómo carajos íbamos a saber lo que nos acecharía en el bosque?
El rey Astigar no es el único molesto. Los padres de Zeph también nos observan molestos, en cambio la reina Ayana parece perdida en sus pensamientos, como es lo normal.
Las guardias reales se encargaron de acabar hasta con el ultimo de esos monstruos, pero esto solo es una señal de que el poder de Feilea se manifiesta con más fuerza.
—Solo caminábamos —Argumenta Aiken —. Queríamos despejar la mente, olvidar por un segundo que estamos en el medio de un infierno.
El rey Aspen ve con desdén a su hijo. Su cabeza se mueve de un lado a otro, negando con frustración.
—Volviendo a lo relevante ¿Qué eran esos monstruos? —Cuestiona la madre de Zeph, tratando de llevar la conversación un poco lejos del drama de Aiken y su padre.
Las puertas de la habitación de Amirah se abren de par en par, y la reina Anat hace una entrada más dramática de lo necesario. Tal parece que ha recobrado la compostura.
—Carriers que han cruzado el velo que divide la vida y la muerte —Pronuncia ella con su habitual seguridad —. El origen Feilea está aumentando la apuesta, ganando territorio.
Los demás reyes observan con duda a la reina Anat. No los culpo, esta mujer cambia de humor más rápido que el clima.
—No eran almas al azar —Pronuncia Zeph —. Las armas que usaban varios de ellos, los harapos que los cubrían, ya los había visto antes —La atención recae sobre él —, esos eran los carriers que murieron en el campamento de rebeldes por la maldición de Madhur.
—Están trayendo a los que mataron —Musita Aiken.
—¿Pero porque traerlos de vuelta en ese estado putrefacto? —Cuestiona Harmony, mientras se abraza a sí misma. Vaya susto que nos han sacado.
—Porque solo han traído sus cuerpos, no sus almas —Responde la reina Anat —. Traer un alma es muchísimo más complicado, además, estos solo son peones, Zahna ya tiene cuatro generales, los cuales están ligados a ustedes —Señala a Zephyr y a Aiken —. Debemos romper el hechizo de vinculación cuanto antes.
—El siguiente ciclo lunar sucederá en menos de una semana —Anuncia el rey Aspen.
—Entonces no hay tiempo que perder —La reina Ayana sale de su trance y se une a sus compañeros.
Nunca había visto miradas tan decididas como las que deslumbran en los rostros de los reyes. Están dispuestos a lo que sea con tal de salvar a sus hijos. Puede que ninguno de ellos sea perfecto, pero me queda claro que protegerán a su sangre con cada gramo de poder en su cuerpo, de eso no hay duda.
Observo a los alrededores, y una vez la adrenalina abandona mi cuerpo caigo en cuenta que no estamos todos.
—¿Dónde están los demás? —La preocupación se escurre por mi voz.
Los chicos y los reyes entienden mi pregunta al instante.
—Ashanti está en su habitación y Sebástian en el laboratorio —Contesta la reina Ayana.
¿Esos dos separados? No es buena señal.
—¿Amirah ya regreso? —La pregunta de la reina Anat pone a todos alerta.
—No desde que salió en la mañana —Responde la reina Eira.
—¡Oh no! —Musita Harmony con sus ojos abiertos de par en par.
El rostro de la reina Anat palidece. Su cuerpo se gira y se dirige al guardia que custodia la entrada del salón.
—¡Llama a todos los guardias y traigan a mi hija cuanto antes! —Sus ojos se iluminan de un morado tan brillante que sobrepasa la nueva normalidad. Veo al pobre guardia tragar con fuerza —. ¡Ahora!
La reina Ayana se acerca a la madre de Amirah en un intento de tranquilarla, pera esa mujer está hecha una fiera. Dudo que puedan tranquilizarla, ni siquiera con drogas de por medio.
Observo el panorama con precaución y me acerco a la oreja de Zeph, tratando de que solo él pueda escucharme.
—¿Puedes utilizar tu audición? —Él me mira confundido.
—Si, eso creo —Murmura.
—¿Puedes escuchar a Kenna en su habitación?
El albino enarca una ceja y luego centra su atención en las puertas que guían hacia la habitación de la pelirroja.
—Está vacía.
Mis manos se empuñan con fuerza.
—Maldición, Kenna —Musito tratando de no llamar la atención de los reyes, que discuten entre ellos.
—¿Qué sucede? —Aiken se escurre en la conversación al ver nuestras expresiones.
Intercambio una mirada rápida con Zeph, y me queda claro que él entiende con claridad lo que sucede.